El enfrentamiento entre el Estado y el crimen organizado en América Latina no es una novedad, antes que México, Colombia y Perú sufrieron y sufren este fenómeno, distintos comentaristas y medios de comunicación han relevado esta conexión histórica basándose fundamentalmente en el caso Colombiano para describir lo que hoy en día ocurre en México, incluso el propio Presidente Felipe Calderón, menciono el día de ayer la creciente colombianización de México. Si bien es pertinente mirar el caso mexicano en el espejo de la experiencia colombiana, es también útil mirar el proceso peruano. Las razones básicas que apoyan esta argumentación radican en el uso exponencial del dispositivo terrorista por parte de las organizaciones criminales en conflicto entre ellas y con el Estado mexicano y la creciente infiltración de la misma en el aparato estatal del país azteca. En este sentido el pasado peruano puede ofrecer algunas luces para entender el presente mexicano.
Hace veinte años atrás, el estado peruano se encontraba en bancarrota económica y sumergida en la más grave encrucijada política del siglo XX. Una alianza política entre las guerrillas de Sendero Luminoso y el narcotráfico habían logrado desafiar al estado y ponerlo en jaque. En el año 1992, cuando Abimael Guzmán, alias el “Presidente Gonzalo”, máximo dirigente del Partido Comunista del Perú, “Sendero Luminoso”, fue arrestado por la policía peruana, el 42% del territorio peruano se encontraba en estado de emergencia, es decir las autoridades civiles habían sido reemplazadas por autoridades militares y los derechos civiles estaban suspendidos. Asimismo, el saldo en pérdidas de vidas humanas fue de treinta mil personas asesinadas, cuatro mil desaparecidos y cerca de seiscientos mil desplazados, ello en un país que contaba con una población que apenas bordeaba los veintidós millones de personas.
Una de las prácticas características de la lucha entre Sendero Luminoso y el Estado Peruano fue el uso indiscriminado de la violencia para lograr imponer sus argumentos militares y sus definiciones políticas. Sendero Luminoso no sólo asesinaba a sus oponentes políticos y los miembros de las Fuerzas Armadas y Policiales, la arquitectura de cada asesinato de Sendero Luminoso tenía como fin impactar en la psicología de sus adversarios, cuerpos mutilados con machetes y hachas, genitales cercenados colocados en las bocas de las víctimas, cuerpos empalados a destajo, fueron dispositivos con los cuales este grupo guerrillero intento sembrar el terror y el desanimo en la sociedad peruana. Para condimentar este terrible recetario polpotiano, recurrieron al uso de los coches bombas en la Ciudad de Lima, los cuáles eran colocados de preferencia en barrios de clase media con la finalidad de infringir miedo y desarmar la voluntad de resistencia de los peruanos y peruanas. Sin embargo las Fuerzas Armadas y Policiales fueron unos estupendos competidores en la política de la muerte y el terror, comunidades campesinas arrasadas, escuadrones de la muerte, tribunales militares todopoderosos y la compra de los medios de comunicación escritos y audiovisuales, fueron sus armas en la guerra civil que vivió el Perú entre los años 1980 y 1997.
Hoy en día México atraviesa una delicada coyuntura política en materia de seguridad, cuerpos colgados de puentes en Cuernavaca, cabezas cercenadas, multitudes que evitar salir a la calle ante la amenaza virtual de uno de los tantos carteles de la droga en conflicto, políticos de importante estatal y municipal asesinados, autoridades policiales secuestradas, torturadas y asesinadas, el ejercito en las calles, y seguimos sumando. Salvando las grandes distancias demográficas y geopolíticas entre el Perú de aquellos años y el México de hoy en día se puede señalar algunas similitudes para tratar de comprender el caso mexicano desde la experiencia peruana. Estas semejanzas son las siguientes:
A fines de la década de los setentas gobernaba el Perú una dictadura militar que construyó una lógica clientelar y corporativa para relacionar al Estado con los sectores campesinos y urbanos populares históricamente marginados de las políticas públicas emprendidas por el Estado. Una vez que termino la dictadura militar y se abrió paso la transición democrática, el estado fue enfrentado por diversos problemas, desde el quiebre del modelo de estado rector, hasta el surgimiento de guerrillas financiadas por el narcotráfico, pero a su vez el estado fue infiltrado por las mafias del narco, lo que generó un debilitamiento del aparato estatal- institucional notable, una cifra que reflejó dicho proceso fue el 42% del territorio peruano en estado de emergencia en el año 1992.
En el caso mexicano, los procesos de privatización y reducción del estado, impulsados a partir de los gobiernos de La Madrid, Salinas de Gortari y Zedillo, debilitaron los tradicionales mecanismos de coaptación corporativa y clientelar del estado, dejando amplios vacios en la sociedad mexicana, los cuales fueron copados por el narcotráfico, ante el desmontaje del estado rector, construido bajo la retorica nacionalista revolucionaria. Lo que permitió además la infiltración del narcotráfico en la estructura de los tres niveles de gobierno mexicano (municipal, estatal y federal). Una infiltración que según las declaraciones de uno de los más importantes capos (El Mayo Zambada), tiene una larga data.
El uso del terror como dispositivo táctico y estratégico en el proceso de reacomodamiento y disputa en dos niveles simultáneos: El estado contra los narcos y las luchas entre los mismo narcos para marcar la supremacía y el control. Tanto los narcos en México y los Senderistas en su momento lo aplicaron para desmotivar y romper la voluntad de sus contrarios y así agilizar su derrota. En el caso peruano, los senderistas lograron atraer a sectores de las Fuerzas del Orden a esta misma lógica, logrando romper en muchos casos la confianza de la población hacia ellas y quebrar su moral. En el caso mexicano, según reportes de prensa y de organizaciones civiles, se observa un intento del crimen organizado por lograr el mismo resultado. Sin embargo, las fuerzas armadas mexicanas siguen teniendo una amplia aceptación entre la población, pero el caso de Ciudad Juárez debería ser un foco rojo de reflexión, debido a la creciente visibilidad en la esfera pública de rechazo a la acción de las Fuerzas Armadas, aquí es dónde el narcotráfico crece y la legitimidad del Estado decrece.
Otro elemento a considerar es el fuerte apoyo que tuvieron tanto la guerrilla de Sendero Luminoso como los narcotraficantes entre sectores campesinos y urbanos populares que fueron abandonados por el estado peruano. En el caso mexicano se observa la existencia de un apoyo social al narcotráfico en zonas de Michoacán, Guerrero, Sinaloa y el Estado de Nueva León. Bloqueos de carreteras inter-urbanas, marchas organizadas por sectores vinculados a la delincuencia organizada, narco mantas y asesinatos a metros de delegaciones policiales y retenes de las fuerzas armadas son indicadores claros de esta problemática.
El empleo de personal militar entrenado en las “artes de la tortura, infiltración, contrainteligencia y en el uso de estrategias y tácticas militares y de guerrilla urbana”, ejemplo de ello son los bloqueos en las carreteras y calles de Monterrey.
Finalmente es importante señalar la urgencia de dejar de percibir al narcotraficante como un delincuente común, carente de sentido y racionalidad, tras varias décadas de trabajo, planificación y organización los distintos grupos de narcotraficantes han sido capaces de adaptarse empáticamente a las distintas transformaciones que han tenido los estados latinoamericanos en los últimos cincuenta años. Cuentan claramente con una mirada estratégica de largo aliento y trabajan de manera eficiente en la coyuntura, su manejo mediático es calculado y planificado, mercadean su imagen ya sea a través de acciones sanguinarias de decapitados o dando entrevistas casi humanas, mientras que al otro lado del espejo las autoridades ofrecen lo que pueden dar. En tanto no entendamos la naturaleza de las organizaciones criminales, su capacidad estratégica, su inserción en la sociedad y se admitan los errores en la generación de políticas públicas de seguridad y se busque un panorama integral del fenómeno que enfrentamos la sociedad continuara secuestrada por la violencia narcoterrorista. Una violencia que si se sigue la actual tendencia probablemente tienda a crecer.
Links a consultar:
http://www.eluniversal.com.mx/graficos/graficosanimados/EU_narco/default.html
http://www.jornada.unam.mx/2010/03/19/index.php?section=politica&article=013n1pol
http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=2644
http://guerracontraelnarco.blogspot.com/
http://observadorglobal.com/sendero-luminoso-ligado-al-narcotrafico-n410.html
http://www.inforegion.pe/portada/27458/sendero-luminoso-opera-solo-donde-existe-el-narcotrafico/
http://www.pucp.edu.pe/puntoedu/images/documentos/institucionales/opinionantezana.pdf