Hace menos de veinte años atrás los peruanos y peruanas atravesamos por la más importante crisis del siglo XX. Durante su primer gobierno (1985 – 1990), Alan García realizó una serie de desafortunadas acciones económicas (Congelamiento del pago de la deuda externa, instalación de diversos tipos de cambio respecto al dólar, nacionalización de la banca, paquetazos económicos desestructurados), que dieron como resultado al final de su período una hiperinflación del 2789%, el total retraimiento de la comunidad financiera internacional, una reducción de los salarios reales en un 50%, en comparación con el año 1985, la caída de los gastos de salud y educación en 15%, la desaparición de las reservas internacionales, un crecimiento de la deuda externa pública de 13,000 millones a 20,000 millones de dólares. Para ponerlo en una dimensión cotidiana, cada día del gobierno de Alan García significó para la economía de los peruanos una devaluación diaria de 1.66%. Los obreros y empleados perdieron el 70% del valor de sus salarios. Recuerdo con claridad que la moneda nacional, los intis, eran cambiados por mercancías como arroz, azúcar, leche enlatada, con el propósito de que no perdieran su valor de inmediato, el trueque de estos productos sustituyo en muchos casos la función de una moneda devorada por la crisis y las acciones de un líder carismático desbocado. Alan García heredo a Fujimori un país destruido económico y socialmente.
Durante casi 15 años, el Perú se convirtió en una paria para la comunidad internacional, a los desastres económicos, se sumaron otros graves problemas: la ingobernabilidad derivada de la violencia política (que para muchos autores fue equiparable a una guerra civil), el narcotráfico, y la presión de la comunidad financiera internacional, fueron variables determinantes en el ocaso peruano de fines del siglo XX. Ante ello las respuestas vinieron de la sociedad, la creación de los comedores populares, rondas campesinas y mercados económicos informales, fueron los dispositivos desde donde se articularon los esfuerzos de los de abajo para darse alguna dirección y certidumbre, esfuerzos que describiría desde su credo neoliberal Hernando De Soto, en “El otro Sendero”.
Fujimori y su ministro estrella de economía, Carlos Bologna, fueron quienes diseñaron la nueva arquitectura del estado peruano en los noventas, el cual fue orientado en el más estricto y salvaje orden neoliberal, los derechos sociales fueron mercantilizados y casi tres millones de peruanos optaron por la migración internacional como la única tabla de salvación para encontrar trabajo. Los indicadores macroeconómicos se estabilizaron y el crecimiento del Producto Bruto Interno del año 2008 fue del 10%. Hoy en día el ingreso per cápita de los peruanos se encuentra en los 8594 dólares, más de tres veces al del año 1990. Ciertamente las cosas van bien para la economía peruana, otro indicador es el índice de Gini, según la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), para el año el 2009, el Perú quedo en el cuarto lugar de la distribución del ingreso en América Latina, superando incluso a México. Finalmente, el PBI creció en el año 2009 el 1%, en contexto de crisis mundial generalizado, otro dato más que habla de la solidez de la economía peruana.
Los datos son elocuentes, la globalización le ha caído bien al Perú, en el Pacífico sus puertos se modernizan día a día y el Callao ha vuelto a ser el más importante en la cuenca desde la Guerra del Pacífico. Pero su progreso, sus ganas de salir adelante no son sólo elementos radicados en el ámbito económico, sino son fuerzas sociales y culturales, las cuales se están desempeñando positivamente en un escenario signado por la globalización y el surgimiento de importantes sectores radicalizados de identidades étnicas y culturales (un ejemplo de ello es lo que ocurre en el Medio Oriente con islámicos y judíos y en América con él protestantismo anglosajón). En este sentido, la identidad cultural peruana ha sido capaz de insertarse en la globalización a través de su gastronomía, literatura y actores culturales. Paladares españoles, mexicanos, franceses, estadounidenses, chilenos degustan cada día en sus ciudades un plato típico peruanos. Otra perla de este movimiento es la nominación a los premios Oscar del presente año de la película “La Teta asustada”, un film que explora de manera intimista los efectos de la guerra de los ochentas que tanto dolor y daño nos ocasionaron a los peruanos.
La primavera peruana está instalada en el escenario latinoamericano y ello preocupa sobre todo a las élites chilenas, el electo Presidente Sebastián Piñera ha manifestado públicamente que el crecimiento peruano es un reto para Chile y ha prometido que en su gobierno, el país de la estrella solitaria crecerá a un ritmo del 6%. Sin embargo hay un detalle que ha olvidado, uno de los puntos fuertes del crecimiento peruano está en la cultura peruana, la cual se ha caracterizado por generar un capitalismo distinto, con olor popular, con sabor a primavera chola y andina.