El pulpo mimo de Indonesia es capaz de imitar a más de 15 especies diferentes para destantear a sus depredadores como un mago ilusionista. Modifica su forma, su tamaño, su color y hasta su comportamiento en un instante: su cuerpo es como un plasma, más que piel el pulpo viste su mente.
Entre las especies que imita el pulpo están las serpientes marinas, peces leon, peces planos, estrellas marinas, cangrejos gigantes, conchas marinas, rayas, platijas, medusas, anémonas de mar y camarones mantis.
Escoge su difraz según el predador que lo acecha, convirtiéndose a su vez en el falso predador de la especie que lo preda. Es un minucioso observador de su ambiente.
Otras especies de pulpos cambian de color e imitan la arena o las rocas, pero el Thaumoctopus mimicus, descubierto en 1998, es el primer pulpo conocido que imita otras especies.
Esta verastil creatura de las profundidades nos recuerda la naturaleza plástica del universo (la plastilina cósmica: el espejo de la divinidad que se convierte en su creación para jugar escondidillas consigo mismo).
En su libro VALIS, Phillip K. Dick escribe que dios es un organismo de alta mimesis: se convirtió en todo el universo para esconderse. Esta computadora, esta lata de spray, estos cacahuates japoneses, la mesa de coral, el peluche de oso y el perro, este átomo que parece descender hasta el infinito o el cielo como máxima tabula rasa de las posibilidades de transformación: no son más que las formas que toma el holograma universal para habitar el mundo sin dejar de estar en ningún sitio. Compartir con todas las formas de existencia su esencia.
Tal vez los seres humanos también nos podamos transformar en pulpos, y siendo pulpos tendermos la flexibilidad para ser lo que sea.