El hiperrealismo de Wallace Souza: asesinatos hechos para la TV (por tus venas fluíran rayos catódicos)

Wallace Souza es un diputado y productor de televisión brasileño que está siendo investigado por planear una serie de asesinatos y grabarlos para su programa policíaco Canal Livre. Antes que la policía, llegaban las cámaras de Souza para grabar una jugosísima escena del crimen traducida en un rating que, evidentemente, explosión del morbo, se disparaba a la estratósfera.

Este caso más allá de su brutalidad, y su doble morbo (al parecer Souza, un ex policía, también está ligado al narcotráfico y exhibe una desgarradora selección de sus víctimas televisivas) es una muestra de que la realidad, si es que alguna vez existió, ya hace tiempo que desapareció, como bien apuntaba Baudrillard. Para los que no se habían dado cuenta, BIENVENIDOS A LA MATRIX una proyección holográfica de ti mismo te recibe, música de alto impacto, con algunos violines sistemáticos subliminales para las emociones, la orquesta invisible de Hollywood, el rollercoaster feeling , y ese eres, una imagen más real que tú, haya afuera, una pantalla de espejos. Así es, lo acaban de anunciar en CNN, unos científicos de Harvard descubrieron que en realidad el mundo es un desierto, está vació, no existen los objetos, la materia, es sólo un programa de televisión. Tú eres la televisión.

Más allá de este ejercicio de ilusionismo, las pantallas se han impuesto a los ojos en la lucha por la realidad -en el reino de los sentidos el rayo catódico es rey-, como bien entreve Mario Vargas Llosa(también político, también conductor de TV), aunque le cuesta admitirlo, haciendo referencia al simulacro de Baudrillard y a la deconstrucción de Foucalt "el hombre no existe".

Vargas Llosa publicó un excelente artículo en el diario El País sobre el caso de Wallace Souza, el maestro del snuff en tiempo real, de la disolución de las fronteras entre el sueño digital y la vigilia física. Reproducimos aquí buena parte del artículo:

"Hasta hace relativamente poco tiempo el rey de la pequeña pantalla, en Manaos y toda la vasta región amazónica, era un periodista y productor llamado Wallace Souza, que, fiel a su nombre detectivesco, dirigía en la televisión local un programa policíaco llamadoCanal Livre. En él se ventilaban, con descarnado realismo, los crímenes, asaltos, violaciones y demás ferocidades cotidianas, con que, tanto en Brasil como en el resto del mundo, los canales de televisión suelen asegurar su codiciado rating halagando el morbo y los peores instintos del gran público televidente".

"El éxito del programa era tal que Wallace Souza se hizo célebre y decidió, aprovechando la popularidad de que gozaba, saltar del periodismo audiovisual sensacionalista y truculento a la política (ambos no están tan lejos, después de todo). Lo consiguió con rapidez vertiginosa: en las últimas elecciones salió elegido diputado con la más alta votación en todo el Estado de Amazonas. Este es el momento de máximo apogeo en la carrera pública de Wallace Souza, personaje fortachón, mostachudo y barbado, de ternos entallados y, según la prensa, gesticulador y carismático".

"Cambio de escenario, dentro de la misma exótica y asfixiante ciudad amazónica. La policía local detiene a un rufiancillo del lugar, ex policía y asesino a sueldo, de apelativo pomposo: Moacir Moa Jorge da Costa, sospechoso de un rosario de fechorías y hechos de sangre, entre ellos asesinatos. Interrogado y ablandado con los métodos que no es imposible imaginar, confiesa. Sí, ha matado, pero no por maldad ni por codicia, sino profesionalmente, por encargo del flamante diputado y estrella mediática de la Amazonía: ¡Wallace Souza! Después de sacudirse el trauma que semejante revelación les produce, los investigadores comienzan a atar cabos y las piezas encajan, como en un rompecabezas. Todos los crímenes que ha cometido o en los que ha participado Moacir Moa Jorge da Costa figuraron de manera estelar en los programas de Canal Livre y, en todos ellos, las cámaras ubicuas y omniscientes del diputado llegaron al lugar del crimen al mismo tiempo que los asesinos".

"La investigación produce este pasmoso resultado: Wallace Souza llevaba a cabo espeluznantes crímenes con el único designio de poder filmarlos antes de que lo hiciera alguno de sus competidores, para obtener las primicias que tenían enganchada a la vasta teleaudiencia a la que alimentaba en cada programa con sangre, verismo y pestilencia a raudales. Para ello, había montado toda una infraestructura de colaboradores, diestros en la pistola y el cuchillo, seleccionados entre las propias fuerzas de la policía a la que -otra revelación- había estado asimilado. Quince de ellos están ya en los incómodos calabozos de Manaos, pero no el héroe del macabro aquelarre, pues, siendo legislador y gozando de impunidad, la Asamblea Legislativa tiene antes que despojarlo de aquella para que pueda ser encarcelado y juzgado. ¿Lo será? Paciencia: lo dirá el futuro, y con abundancia de derivaciones y detalles, porque mi instinto me asegura que esta historia tiene para mucho rato".

"...Tiene Wallace Souza la entera responsabilidad de haber llegado a esos excesos punibles o la comparte con la miríada de morbosos, subnormales, pervertidos e imbéciles a los que ver mujeres desventradas, chiquillos decapitados, ancianos degollados, arreglos de cuentas de pandillas que se tasajean y entrematan hace pasar una noche divertida?".

"Desde otro punto de vista, el del "principio de realidad" pascaliano, hago mi autocrítica y reconozco que lo ocurrido en Manaos convierte las teorías (que antes me parecieron delirantes y sofistas) de un Foucault y un Baudrillard en algo que empieza a tener confirmación objetiva en este extraordinario mundo que nos ha tocado. Si Wallace Souza cometió esos crímenes sólo para convertirlos en imágenes, es evidente que, para él y para sus espectadores -aunque éstos fueran menos conscientes de ello que él- la realidad real era menos importante, meramente subsidiaria o pretexto, de la realidad reflejada por las cámaras, las que, con su perfecta adecuación a los gustos del público, la recomponía, purgaba y recreaba de tal modo que fuera algo que la realidad real lo es sólo muy de cuando en cuando: excitante, terrible, divertida. Wallace Souza es la primera demostración palpable de que el hombre no es una totalidad definida sino una materia modelable y cambiante, una melcocha o greda al que la dimensión imaginaria de la vida propulsada por el sistema educativo más universal y todopoderoso de la historia -las pantallas- va dando forma, realidad y cambiando al capricho de las modas".

Hay que recordar que Wallace Souza no ha sido encontrado culpable, él mismo dice que ha sido víctima de los narcotraficantes que su show desenmascaraba, pero el tribunal mediático ya lo ha juzgado, y si vives bajo la vara de la tele, pues seguramente mueres con la tele encajada.

Baudrillard se refería la Guerra de Irak (en su primera parte: Desert Storm, el nombre de una película) como "La Guerra que Nunca Sucedió", puesto que su máxima realidad era ser una imagen, casi corporativa, exhibiéndose en CNN. Acaso Wallace Souza pensó que, protegido por el poderío de la televisión, por su alquimia hiperreal, por su novocaína emocional, los crímenes que escenificaba, al ser grabados eran despojados de su realidad y se convertían solamente en imágenes, fotogramas de una película recurrente que se proyecta con un tinte opiáceo en las mentes del público todos los días en las noticias antes de dormirse y fundirese con sus sueños. ¿Y quién podría juzgarlo por los crímenes cometidos dentro de un sueño?

Sin embargo la Matrix tiene aún sus glitches, hechos para que el espectador se de cuenta que está soñando y que puede despertar.

El mundo en el que vivimos (artículo de Mario Vargas Llosa en El País) El mundo en el que vivimos es una ilusión holográfica

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