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Tres episodios recientes en México evidencian cómo el turismo desbordado, el racismo y la impunidad pueden dañar el tejido social, el patrimonio y hasta la fauna. Una reflexión sobre lo que estamos dispuestos a tolerar.

En los últimos días, distintos episodios han dejado al descubierto una realidad que refleja actitudes de prepotencia, clasismo, racismo y una alarmante inconsciencia por parte de algunas personas extranjeras que viven o visitan México. Más allá del turismo convencional, lo que está saliendo a la luz es un patrón de conductas que afectan el tejido social, los espacios públicos y hasta a los animales.

Estos casos resuenan aún más tras la primera protesta contra la gentrificación que se realizó en la Ciudad de México el pasado viernes. En este contexto, se viralizaron diversos videos que muestran cómo, lejos de integrarse o contribuir, ciertos visitantes perpetúan dinámicas de exclusión y violencia simbólica.

Hay que destacar que este texto no busca fomentar la xenofobia, bajo ninguna circunstancia; al contrario, la crítica va dirigida a un fenómeno concreto en el que el turismo de masas, sin regulación ni conciencia, puede erosionar la dignidad de quienes habitan estos territorios, encarecer la vida cotidiana, deteriorar el patrimonio y normalizar la impunidad y estos son tres ejemplos que lo ilustran:

El caso de “Lady Racista”

El primer caso lo protagoniza Ximena Pichel, modelo y actriz argentina, quien fue captada insultando con comentarios racistas a un oficial de tránsito en la colonia Condesa, en la CDMX. El altercado surgió porque su auto sería inmovilizado al no haber pagado el parquímetro. La reacción violenta de Pichel —ahora apodada “Lady Racista”— desató indignación en redes, no solo por el abuso verbal, sino por la carga de clasismo y privilegio que implicaba su conducta.

En México, la discriminación por motivos raciales es un delito y según el Código Penal Federal, quien incurre en actos de este tipo puede recibir hasta tres años de prisión y sanciones adicionales como trabajo comunitario. Además, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) ha documentado que los pueblos indígenas, personas afrodescendientes y minorías son quienes más padecen este tipo de violencia estructural.

Grafitis sobre la Peña

En el Pueblo Mágico de Bernal, Querétaro, una pareja de turistas decidió “dejar su marca” en la icónica Peña de Bernal, el tercer monolito más grande del mundo. En lugar de simplemente recorrer y admirar este lugar de importancia natural y cultural, decidieron escribir sobre la piedra. Un guía local los confrontó y les pidió limpiar lo que habían hecho, al tiempo que les explicaba la importancia de cuidar ese espacio.

Lejos de mostrar arrepentimiento, una de las mujeres respondió: “Soy ciudadana americana”, como si su nacionalidad la colocara por encima del respeto a los entornos naturales o las leyes locales. Hasta ahora, no se ha anunciado si las autoridades intervendrán o impondrán algún tipo de sanción.

 

Un león paseando en Vallarta

Puerto Vallarta fue también escenario de un momento surreal y peligroso. Se trata de una pareja extranjera que fue captada paseando por la vía pública con un cachorro de león atado con una correa. Aunque parecía domesticado, en un momento el animal se soltó y provocó pánico entre quienes caminaban por la zona. Finalmente, el hombre logró sujetarlo sin que ocurriera una tragedia.

El video ha reabierto el debate sobre la tenencia de animales salvajes como mascotas en México. Según la Secretaría de Medio Ambiente (Semarnat), existen permisos para ciertas especies exóticas, pero el león no figura entre los animales aptos para entornos domésticos por razones obvias: fuerza, tamaño y comportamiento impredecible.

Hasta el momento, ni Profepa ni las autoridades locales han emitido un comunicado, pero se espera que se investigue el caso y se determine si hubo alguna infracción.

Una cultura de impunidad

Lo que une a estos casos no es solo el abuso o el desprecio hacia el entorno y las personas, sino algo más profundo, es decir, la falta de consecuencias. Esa normalización del “no pasa nada” que permite que se sigan repitiendo estas historias.

Impunidad Cero, organización civil, ha documentado que en México, de cada 100 delitos que se cometen, solo 6.4 se denuncian. Y de esos, apenas 14 se resuelven. Esto implica que la probabilidad real de castigar un delito es de tan solo 0.9%.

La impunidad es el terreno fértil donde crecen estas violencias cotidianas, desde el turista que escala zonas arqueológicas prohibidas hasta quien agrede a un oficial sin consecuencias. Si no hay límites ni sanciones, ¿cómo esperar respeto?

Estos casos nos invitan a pensar más allá del morbo o el escándalo en redes sociales, y es que nos confrontan con una realidad donde el turismo de masas —cuando no es consciente ni regulado— puede volverse una forma de colonización cultural, económica y simbólica. México no es un parque temático, es un país con memoria, dignidad y límites. 

Ante ello, surgen los llamados urgentes por promover una cultura de respeto mutuo, donde se reconozca el valor de la vida cotidiana, el entorno y la historia de los pueblos que habitan estos destinos. 


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