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El leprechaun, con su astucia y travesuras, encarna la compleja relación entre la identidad cultural y el folklore, un ser que se reinventa a través del tiempo y los relatos, desafiando las expectativas y el orden establecido

En las verdes colinas de Irlanda, entre las brisas frescas y las leyendas que flotan como niebla, el leprechaun no es solo un personaje lleno de trucos con traje verde y oro: es un símbolo que permanece vivo en el colectivo, un reflejo del folklore irlandés, ese recipiente de mitos y creencias que definen una cultura. Pero, ¿qué nos dice este ser con su risa burlona y su astucia desmedida sobre la identidad colectiva?

El leprechaun, ese ser que juega  y se burla de los humanos, es el trickster por excelencia, una figura que desafía las normas y que, al mismo tiempo, las refuerza. Es el eco de una tradición que ha sobrevivido al tiempo, una tradición que, como sostiene el antropólogo Clifford Geertz, actúa como una lente a través de la cual una sociedad se entiende a sí misma. A través del folklore, los pueblos pueden entender sus valores, sus miedos y sus esperanzas. El leprechaun, entonces, no solo es un personaje fantástico; es un reflejo de cómo una comunidad construye y reconstruye su identidad.

Las historias del leprechaun, esas que se transmiten de generación en generación, hablan de lo que representa ser irlandés. La relación con la tierra, la desconfiada relación con los extraños y, sobre todo, la persistente lucha por el oro, por lo que “nos pertenece”. Pero, como toda buena leyenda, el leprechaun también es un espejo de nuestra propia complejidad y lo que nos habita internamente. Según el filósofo Jean-Paul Sartre, nuestra identidad no es algo fijo, sino que se construye constantemente en relación con los demás. Y, de alguna manera, el leprechaun representa esa tensión entre lo que se es y lo que los demás esperan que se sea. 

El folklore tiene ese poder mágico: puede reflejar la lucha interna de la identidad de una cultura. En el caso del leprechaun, la figura del trickster nos recuerda que la identidad, como las leyendas, está en constante movimiento, desafiando lo que creemos saber sobre nosotros mismos y nuestro contexto. Y al final, nuestra riqueza como individuos sociales radica en los mitos y en las historias que, como el leprechaun, nos permiten seguir existiendo y entendiendo el mundo, una historia a la vez.

 


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