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Tradicionalmente los eclipses simbolizaban fines de una era y momentos infaustos para el poder

Más allá de su espectacularidad astronómica los eclipses han sido, durante milenios, fuente de asombro y misterio. Estos eventos celestiales están cargados de simbolismo, vinculados a menudo con augurios y metamorfosis. La efímera desaparición de la luz solar, fuente de vida en la Tierra, ha sido interpretada como un presagio sombrío, una muerte simbólica que infunde temor.

Históricamente, los eclipses eran vistos como portales cósmicos que señalaban un cambio temporal, un anuncio que podía ser recibido con resistencia por líderes temerosos o despóticos. El término "eclipse" implica un "abandono", una sensación de ser dejado atrás por las fuerzas celestiales.

En la antigua China, se consideraba que un eclipse era un indicio de calamidades o transformaciones próximas. Se creía que un dragón celestial consumía el sol, y los sonidos de tambores y gongs resonaban para ahuyentar a la criatura y restaurar la luz. En la mitología nórdica, los lobos Sköll y Hati cazaban al sol y la luna, y un eclipse marcaba el momento en que estos astros eran capturados y devorados, presagiando el apocalíptico Ragnarök.

En contraste, las culturas indígenas americanas relacionaban los eclipses con la dualidad y el equilibrio. Los mayas, por ejemplo, interpretaban estos eventos como oportunidades para la introspección y la transformación, un juego entre las energías solares y lunares. En la India, la mitología hindú atribuye los eclipses a Rahu y Ketu, entidades vinculadas a un mito de traición y venganza celestial.

Desde la perspectiva de la astrología occidental, aunque los eclipses suelen tener una connotación ominosa, también se les atribuye un significado específico basado en la configuración astral del momento en que ocurren. Se les ve como ventanas celestiales que dejan entrar influencias astrales potentes o como presagios que delinean el curso del mundo en los meses subsiguientes.

En este contexto, el eclipse del próximo 8 de abril se presenta no sólo como un espectáculo astronómico, sino también como un evento cargado de significados simbólicos y místicos.