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El libro de cuentos "Pelea de gallos", de la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero, finca su horror no en lo fantástico o lo sobrenatural sino en la realidad cotidiana en la que viven millones de personas

Terrorismo es una palabra que, por hegemonía del discurso político, geopolítico y cultural estadunidense, solemos asociar con atentados, carros bomba, fallecimiento inesperado de ciudadanos comunes y corrientes, masacres y otras linduras similares que el ser humano ha tenido a bien imaginar y concretar en el marco de su convivencia.

Con todo, dicha apropiación es bastante injusta, pues como se ha señalado en otros ámbitos, tanto o más “terrorista” que un atentado es la violencia sistemática que ejerce un Estado contra sus gobernados, o especialmente contra algunos sectores de la población que margina continua y al parecer irreversiblemente. Tanto o más terrorista es la desigualdad económica, que orilla a personas, familias y comunidades enteras a vivir en condiciones verdaderamente indignas y hasta abyectas. Tanto o más terrorista es el saqueo y la explotación que sufren diariamente y desde hace siglos los pueblos originarios, de su cultura y de los recursos naturales con los que conviven. ¿Y qué decir de la violencia, la discriminación y aun los crímenes de odio que sufren todos los días mujeres, niños, homosexuales, transexuales, obreros explotados hasta lo último de sus energías? Al parecer nada de eso es lo suficientemente terrorífico a ojos de la sociedad como para que pueda entrar en la categoría de “terrorismo”.

En parte esos son los temas de Pelea de gallos, libro de cuentos de la escritora de origen ecuatoriano María Fernanda Ampuero, publicado en 2018 por la editorial Páginas de Espuma, con sede en Madrid.

El libro consta de trece cuentos, cifra simbólica popular y esotéricamente, acaso elegida no por casualidad pues, como se sabe, el número 13 remite a la idea de la mala suerte. ¿La mala suerte, quizá, de haber nacido en este siglo, en el suburbio de un país subdesarrollado, haber nacido mujer o haber devenido homosexual? ¿La mala suerte de formar parte de ese "ejército de reserva", como llamó Marx a los miles, millones de personas cuya fuerza de trabajo el capitalismo tiene garantizada para mantener en marcha la máquina del plusvalor? Mala suerte, qué duda cabe…

En este sentido, además del terror como género, los cuentos comparten otros elementos que quizá son todavía más importantes y la mayoría de los cuales contribuyen a crear, sí, historias de terror, pero no como usualmente ocurre en el género, apoyadas en elementos fantásticos o ultraterrenos, sino más bien a partir de situaciones del todo realistas y hasta cotidianas (al menos en ciertas partes del mundo, en ciertos ámbitos sociales). Situaciones cuyo origen se encuentra en la desigualdad sistémica que alienta el modelo económico del capitalismo, misma que deriva necesariamente en un tipo de pobreza que lidia con la degradación de lo humano. O en la familia y sus conflictos, muchos de los cuales, apenas se franquea la puerta de la intimidad, se revelan mucho más severos de lo que se suele admitir bajo la mirada correctiva de lo social.

Si se pensara en un narrador como los de tiempos antiguos, que frente a una hoguera cuenta historias para entretener a sus amigos, vecinos o compañeros de viaje o de trabajo, el de las historias de Pelea de gallos podría ser una especie de Maupassant de Villa Miseria. Alguien con la habilidad de contar las cosas tal y como las vio, con límpida sencillez, sin ornamentos que embellezcan ni distraigan, pues después de todo, la sustancia misma que sostiene la historia no admite nada de ello, no puede ser adornada y tampoco deja que la atención se aparte un instante de ella. Realidad en estado puro. Pero una realidad atroz, intolerable. Y pese a todo, realidad.

 

Twitter del autor: @juanpablocahz


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