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Se puede condenar la guerra de Putin y amar la cultura rusa: el ejemplo de Wittgenstein

Arte

Por: Luis Alberto Hara - 03/09/2022

Una obra de Tolstói, leída durante la Primera Guerra Mundial, hizo que el filósofo encontrara sosiego espiritual y pensara que la muerte lo podía acercar a la luz

La sociedad contemporánea se jacta de ser libre y encarnar una especie de progreso moral e intelectual. Sin embargo, es difícil encontrar una época en la historia en la que se haya prohibido y cancelado a intelectuales y artistas de una manera tan vacua e irracional. Por supuesto, después del nazismo muchos autores fueron “cancelados”, pero generalmente ello fue por asociación directa con el nazismo o porque sus ideas parecían tener un vínculo con el fascismo. En esa época también existían la ignorancia y la manipulación: un autor como Nietzsche fue censurado por un tiempo en algunos países por haber sido admirado por los nazis pese a que sus ideas, bien leídas, no eran fascistas. Pero en ese entonces difícilmente a alguien se le hubiera ocurrido “cancelar” a un clásico porque en algún momento había hecho comentarios que bajo el lente moderno pudieran considerarse racistas o sexistas.

Con la invasión de Vladímir Putin a Ucrania estamos viendo cómo Occidente combate a Rusia con sanciones. La sociedad occidental, contemplando permanentemente el stream de imágenes de la guerra, viendo cómo los ucranianos sufren terriblemente, busca unirse mediante una especie de activismo de sofá, cancelando todo lo que tenga que ver con Rusia. Vemos desde individuos que se graban tirando vodka “ruso” -que en realidad es hecho en Europa- hasta organismos que prohíben la participación de atletas rusos, instituciones artísticas que cancelan las presentaciones de artistas rusos o universidades que cancelan cursos de autores como Dostoyevski.

La cultura de la cancelación, tan en boga en la sociedad políticamente correcta, anula de un brochazo todo lo que no se ajusta a sus valores ultraliberales e igualitarios. Más aún, esta cancelación ya no requiere de un organismo represor; la policía del pensamiento está interiorizada por los individuos y funciona de manera colectiva a través de las hordas que patrullan las redes sociales, en donde vive lo que Nietzsche llamaba “la mentalidad de rebaño” y Platón “la Gran Bestia”.

No debería ser necesario decir que es posible estar en contra de lo que está haciendo Putin sin censurar o anular la cultura rusa. Por el contrario, es difícil pensar en otro momento mejor que este para acercarse a la profunda y compleja cultura rusa y entender un fenómeno que no es blanco y negro, como se suele pintar en los medios occidentales. También porque la cultura rusa es especialmente rica en obras de una enorme profundidad espiritual.

Un formidable ejemplo de todo lo anterior lo brinda Ludwig Wittgenstein. La vida de Wittgenstein fue en todos sus aspectos admirable y ejemplar.

Cuando Austria le declaró la guerra a Rusa en 1914, Wittgenstein se unió al ejército pese a tener mala salud y ser parte de una de las familias más ricas de Europa, y quiso participar en la primera línea de la artillería. Su comportamiento en la guerra le valió una promoción y una medalla por el valor demostrado.

Durante los primeros meses del combate Wittgenstein tuvo un gran compañero, el Evangelio de Tolstói, el libro en el que el escritor ruso sintetiza los evangelios. Encontró este libro en una pequeña tienda en Polonia y lo leyó y releyó durante la guerra. Mientras las balas llovían, el que sería el más grande pensador austriaco del siglo XX meditaba sobre las palabras del genio ruso.

En el texto Wittgenstein encontró la fe y la motivación para sortear las duras condiciones en las que se encontraba. “Tal vez la cercanía de la muerte me traerá la luz de la vida” escribió. Más tarde diría que su primera gran obra, el Tractatus, era el resultado de lo ocurrido de 1914 a 1919. Cabe preguntarnos: ¿qué habría sido de Wittgenstein si, movido por el odio ante todo lo ruso, se hubiera negado a leer la obra de Tolstói?

El ejemplo de Wittgenstein es doble, por una parte porque es capaz de separar un conflicto particular con un pueblo -o con una cierta facción dentro de un pueblo. de una cultura y una tradición. Pero también porque su compromiso con los sucesos de su tiempo fue desde la acción y no desde el discurso y la retórica. Todos los “actos” que hacemos en las redes sociales sirven sobre todo para que nos sintamos bien, mostrando que respondemos de la manera adecuada. Su efecto en la realidad de las personas que están sufriendo es nulo o casi nulo. La vida siempre nos brinda oportunidades de actuar realmente, no sólo cuando existe una presión social o una inercia colectiva. Como dijo Wittgenstein: "Actualmente es común enfatizar los horrores de la última guerra... Pero hay cosas igualmente horribles ocurriendo alrededor de nosotros todos los días, si tan sólo tuviéramos ojos para verlas".


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Imagen de portada: Literary Theory