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Investigadores sugieren que la ciudad de Teotihuacán alcanzó la máxima calidad de vida en la historia de la humanidad

Sociedad

Por: Joaquín C. Bretel - 11/07/2021

Un nuevo libro causa sensación con una versión académicamente rigurosa de la historia que derrumba muchas asunciones comunes sobre el pasado

En su segunda semana de ventas, el libro The Dawn of Everything del antropólogo estadounidense David Graeber, se ha colocado entre los primeros cinco más vendidos de Amazon en Estados Unidos. Esto resulta sorprendente pues se trata de un libro de historia de 700 páginas, con un aparato académico, aunque escrito en tono de divulgación, lo cual choca un poco con otros bestsellers: libros de cocina, de autoayuda o biografías de celebridades. Más aún, días después de su lanzamiento, el libro del recientemente fallecido Graeber y el arqueólogo David Wengrow ya se perfilaba para ser uno de esos textos que irrumpen en su disciplina y marcan un antes y después, elogiado tanto por la crítica especializada como por el gran público. La pretensión del libro es enorme  -y no deja de tener un cierto tono hiperbólico que parece ineludible por cuestiones de marketing-: reescribir lo que sabemos de la historia y abrir una nueva brecha para reimaginar el futuro. El pensamiento de Graeber fue instrumental en el movimiento Occupy Wall Street y más recientemente en el trabajo de Adam Curtis, quien en su último documental lo cita: "la verdad última, oculta, es que el mundo es algo que hacemos y que con la misma facilidad podríamos hacer de otra forma".

Graeber y Wengrow argumentan que muchas de las ideas que asumimos como ciertas, y que han sido difundidas por otros historiadores recientemente célebres como Yuval Noah Harari o el psicólogo Steven Pinker (a su vez haciendo eco de pensadores como Rousseau o Hobbes), parten de premisas equivocadas y crean lugares comunes infundados. Una de las primeras propuestas teóricas para analizar el orden social moderno, asociada con Rousseau, es que el ser humano vivió en una especie de idilio social que fue corrompido con el descubrimiento de la agricultura y la urbanización. Esto generó una profunda desigualdad y violencia, y una espiral de decadencia cuya cúspide es el Estado totalitario represivo moderno. La versión que se contrapone a esta es la de Hobbes, la cual sugiere que el ser humano tiene un origen beligerante, de guerra intestina, de lobo de sí mismo, y la civilización racional, el poder y la tecnología tienen el papel de regular, domesticar e instituir un vector indetenible de progreso. Una versión moderna de esto está representada por Pinker, quien afirma que vivimos en el mejor de los mundos, habiendo logrado enormes avances, reduciendo la violencia y creando bienestar. Para Graeber y Wengrow, estas versiones pecan de naïvité (ingenuidad) -o de proyectar su propia agenda a los hechos- y reducen la complejidad de la historia humana a narrativas unidimensionales.

Los autores intentan demostrar que la agricultura y las ciudades no produjeron siempre jerarquía y dominación y que nuestros ancestros, caricaturizados como primitivos, bárbaros y políticamente ingenuos, fueron mucho más sofisticados, justos y penetrantes en sus organizaciones sociales de lo que creemos. Plantean que no existe una clara oposición entre la civilización y el sacrificio de libertades individuales, pues la civilización no requiere necesariamente de una domesticación de los instintos (que suele ser, más bien, una represión). Hay mucho que podemos aprender de diversos pueblos no europeos, y no sólo en materia de espiritualidad y ecología sino también en cuanto a política, urbanismo, sociología, etc. Graeber y Wengrow destacan la inteligencia política de ciertas civilizaciones indígenas norteamericanas y reflexionan sobre el inédito desarrollo urbano de la ciudad de Teotihuacán

Resulta notable que dentro de este tour de force de la historia humana, que es capaz de estudiar con un lente sumamente agudo las diversas manifestaciones de la creatividad cultural, uno de los momentos más altos lo ocupa la cultura teotihuacana. Aunque quizá no debería sorprendernos tanto, si estuviéramos más atentos a las leyendas que existían entre los pueblos mesoamericanos, para quienes Teotihuacán fue un pináculo cultural de la toltequidad y una  encarnación de la ciudad ideal o Tollan, lugar en el que la humanidad alcanzaba la estatura de los dioses.

 

El esplendor urbano que fue Teotihuacán

Graeber y Wengrow proveen interesantes datos sobre esta majestuosa cosmópolis. En el tercero o cuarto siglo de la era común se habían establecido allí pobladores de diferentes áreas, incluidas la península de Yucatán y el golfo de México: Teotihuacán probablemente albergó a más de 100 mil habitantes y dio asilo a numerosos migrantes, además de crear un distrito maya.

Los autores señalan que las primeras grandes ciudades, "con sus muchas ventajas técnicas y de logística", se produjeron primero en Mesoamérica y no en Eurasia, pese a que no se tenían animales de carga y vehículos de rueda. Antes de Teotihuacán, existen indicios de grandes ciudades en el sureste maya. Graeber y Wengrow señalan que con el tiempo Teotihuacán, fundada probablemente en el año 100 antes de la era común, "alcanzó tal grandeza y sofisticación que fácilmente podría ponerse a la par de Roma en la cima de su poder imperial". En su pico cerca de 1 millón de personas habrían vivido en el valle de México; muchas tenían poco contacto con Teotihuacán, pero la consideraban el centro del mundo. 

Uno de los aspectos más relevantes y que más atrajeron a Greaber, quien ha sido enormemente crítico de la jerarquización social y las estructuras de poder, es que aparentemente Teotihuacán en cierto punto de su historia fue una ciudad que se gobernó sin "amos" (overlords) o potentados en una estructura vertical o piramidal. Esto, sin embargo, es algo que los historiadores han observado en otras civilizaciones antiguas. Este argumento se sustenta en parte en que no hay pistas o rastros de reyes en Teotihuacán, ciudad que, no obstante, dejó abundantes imágenes de dioses y elementos de la vida cotidiana.

Los pasajes debajo de las pirámides del sol, de la luna y de la Serpiente Emplumada no llevan a tumbas sino a laberintos, como si fueran portales a otros mundos, pero no son tumbas sagradas. La historiadora Esther Pasztory ha teorizado que en Teotihuacán, durante una época, podría haber existido un rechazo consciente al culto a la personalidad de un gobernante. 

Lo fascinante es que en esta ciudad inmensa podría haber existido una organización social igualitaria altamente avanzada. Algunas reconstrucciones de Teotihuacán sugieren la existencia de una serie de apartamentos residenciales que circundaban a los monumentos centrales. Los teotihuacanos al parecer lograron desviar los canales de los ríos San Juan y San Lorenzo y transformaron sus bancos pantanosos en terrenos sólidos para erigir templos y edificios. En este complejo urbano se construyeron residencias de piedra de gran valor arquitectónico, no sólo para los ricos sino para la mayoría de la población:

Incluso los apartamentos más modestos muestran signos de una vida cómoda, con acceso a bienes importados y una dieta base de tortillas, huevos, carne de pavo y de conejo, así como pulque y otros deleites.

Graeber y Wengrow concluyen que se consiguió:

un estándar de vida que rara vez se ha alcanzado en un nivel tan amplio de la sociedad urbana en cualquier periodo de la historia urbana, incluyendo el nuestro. Teotihuacán cambió su curso, dejó de ser una monarquía y una aristocracia para convertirse en una "Tollan del pueblo".

Para estos historiadores, que defienden la igualdad, la justicia y la libertad, esto implica la mayor calidad de vida posible, que, de acuerdo con ellos, no se mide en la acumulación de riqueza por parte de unos cuantos. 

Por ahí del siglo V de la era común, la ciudad colapsó y se desintegro rápidamente. Pronto sólo quedaron los mitos de su gloria (que al parecer estaban bien fundados). Sin embargo, buena parte de sus ideales y culturas probablemente reemergió con la fundación de la ciudad de Tula, otra nueva Tollan. Aunque Graeber y Wengrow no tocan este tema, existen indicios de que Tula también alcanzó altos niveles de desarrollo arquitectónico y social, si bien liderada por una gran personalidad, Cē Ācatl Topiliztin, figura asociada con el dios Quetzalcóatl

Recomendamos la lectura de The Dawn of Everything (aún no traducido al español) para encontrar fundamentos para reimaginar la civilización humana a partir de un pasado mucho más interesante, complejo y glorioso de lo que se nos ha enseñado en la historia oficial.


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Imagen de portada: Max Pixel