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Todo apunta a que los psicodélicos ayudan a que las personas que viven con depresión puedan imaginar una realidad distinta

El renacimiento de la medicina psicodélica ha dejado claro que los pioneros de este campo no estaban equivocados. Tuvieron que pasar cincuenta años pero hoy es evidente que los psicodélicos, más que drogas recreacionales o "alucinógenos", son sustancias con un enorme potencial para tratar enfermedades mentales. Particularmente, en la última década se ha demostrado que la psilocibina tiene una enorme capacidad para mitigar la depresión. Por vías distintas, otra sustancia psicodélica, la ketamina, ha mostrado también efectividad en casos severos. El MDMA ha sido aprobado en Estados Unidos para tratar el estrés postraumático. Y actualmente se llevan a cabo decenas de estudios con diferentes sustancias (como el LSD, la ayahuasca o el DMT) que podrían revolucionar los tratamientos médicos.

Es evidente que los psicodélicos funcionan. Pero la gran pregunta es cómo y por qué. La respuesta no sólo incrementaría nuestro entendimiento de la naturaleza del cerebro -o de la realidad misma-, sino que podría ayudar a desarrollar agentes farmacológicos o herramientas tecnológicas y conductuales que podrían proveer beneficios similares de maneras más seguras o más específicas.

Actualmente hay teorías sobre los mecanismos de acción de los psicodélicos en el cerebro que están siendo probadas. Se ha teorizado que pueden aumentar la conectividad entre diferentes zonas del cerebro. Una teoría muy interesante sugiere que los psicodélicos disminuyen la actividad cerebral que genera modelos de la realidad y los proyecta sobre ella

El psiquiatra Karl Deisseroth, pionero del campo de la optogenética, tiene una teoría un poco distinta. Deisseroth, quien trabaja con psicodélicos en la Universidad de Stanford, sugiere que los psicodélicos no suspenden la actividad cerebral que formula modelos de la realidad. El cerebro es una máquina que constantemente genera y pone a prueba hipótesis (no observamos nunca la realidad desnuda). Lo que los psicodélicos hacen es "cambiar el umbral de conciencia de estas hipótesis, y nos hacen estar más dispuestos a aceptar modelos improbables". Quizá porque no tienen un uso evolutivo o simplemente por habituación, el cerebro tiene la tendencia a descartar modelos divergentes y repetir modelos dominantes. Pero existen casos, como los de las personas que sufren de paranoia o esquizofrenia, en los que estos modelos divergentes sí logran hacerse conscientes.

Deisseroth explica que las personas deprimidas se caracterizan por estar "atoradas" en un modelo: "No ven un mundo futuro lleno de posibilidades con la misma efectividad y todo se les presenta sin esperanza. No creen que sus actos y el mundo mismo tienen el poder de crear experiencias nuevas". El mundo se muestra como un yermo, un espacio seco y opaco que no parece ofrecer alternativas. Lo que los psicodélicos harían sería refrescar la generación de modelos, aceitar un poco la máquina e instalar a los pacientes, al menos por momentos, en un plano en el que el futuro se presenta más brillante y fluctuante. El solo hecho de generar movilidad y diferencia podría ser esencial. Vislumbrar un camino e intuir que ese camino es distinto puede hacer toda la diferencia. Un "camino" que es un modelo o un modo perceptual con su correlato neurológico.

Se ha hallado que ciertos psicodélicos contribuyen a la neurogénesis e incrementan la conectividad. Sin embargo, Deisseroth enfatiza el aprendizaje de la experiencia en sí. El psiquiatra cree que el cerebro puede aprender en estos estados y, de alguna manera, exportar estos modelos, con todo y su firma neural, a la vida cotidiana. Esto es consistente con la experiencia de millones de psiconautas que a lo largo de los años han subrayado que una de las virtudes de los psicodélicos es que permiten ver la realidad de un modo distinto.

Entender que el mundo puede ser distinto hace que los modelos pierdan solidez o el carácter irreversible. Los modos distintos de percepción se pueden volver hábitos e instalarse, como decía Pascal, como una segunda naturaleza. En gran medida el arte del terapeuta, y ahora de los médicos que exploran este campo, es ayudar al individuo a "bajar" sus experiencias e incorporarlas a la vida cotidiana. La salud mental consiste fundamentalmente en encontrar un modelo del mundo que provea seguridad y sentido, despierte la atención y el deseo y pueda reproducirse fácilmente. 


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Imagen de portada: Pxfuel