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Asociación propone crear impuesto a los alimentos que generan más gases de efecto invernadero

Ecosistemas

Por: Luis Alberto Hara - 11/11/2020

Un grupo de profesionales de salud hizo público un informe donde muestran las medidas necesarias para establecer dietas más sostenibles y saludables para evitar el cambio climático y sus efectos negativos

Las diferentes profesiones propias del sector salud del Reino Unido se han aliado para pedir que para 2025 se imponga un impuesto climático a los alimentos que tienen un fuerte impacto ambiental. 

El grupo afirma que la crisis climática no puede resolverse sin una acción para reducir el consumo de alimentos que causan altas emisiones, como las carnes rojas y los productos lácteos. Este grupo también resalta la necesidad de transitar a dietas más sostenibles, que además de ser mucho menos dañinas para el medioambiente, también son más saludables y reducen el desarrollo de enfermedades.

La Alianza de Salud del Reino Unido sobre el Cambio Climático (UKHACC, por sus siglas en inglés) incluye diez Colegios Reales de Medicina y Enfermería, la Asociación Médica Británica y la prestigiosa revista médica The Lancet, que representan a los médicos, enfermeras y otros profesionales encargados de cuidar la salud del país.

El informe más reciente de la alianza hace recomendaciones muy importantes, entre las que se incluye el fin rápido de las ofertas de compra de alimentos que son malos para la salud y el medioambiente y de los alimentos perecederos que a menudo se desperdician.

Además, pide que las campañas de información pública sobre la dieta incluyan mensajes sobre el clima, que las etiquetas de los alimentos revelen su impacto ambiental y que los dos mil millones de libras esterlinas que se gastan cada año en la restauración de escuelas, hospitales, centros de atención y prisiones cumplan las normas ambientales mínimas.

Cabe acotar, sin embargo, que el impuesto a dichos alimentos sería una medida alternativa a menos de que la industria alimentaria tome medidas voluntarias sobre el impacto que tienen sus productos, tanto de producción como de consumo. 

La producción de alimentos es responsable de una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Un gran número de estudios científicos han demostrado que las carnes rojas y los productos lácteos tienen un impacto mucho mayor que la producción de los alimentos de origen vegetal. 

Kristin Bash, quien dirige el grupo de alimentos de la Facultad de Salud Pública y es coautora de este informe, afirma que la crisis climática debe dejar de ser vista como un problema del futuro y los temas relativos al cambio climático deben resolverse ahora. 

Bash dijo que el informe no le dice a la gente que se vuelva vegetariana, sino que recomienda enfáticamente que se aumente el consumo de proteínas de origen vegetal. Para Bash este es un mensaje simple que, además, es ampliamente apoyado y respaldado por organizaciones de la salud en todo el mundo. 

Nicky Philpott, director de UKHACC, afirma que los impuestos a las bolsas de plástico y bebidas azucaradas han demostrado que la implementación de este tipo de políticas públicas reducen las prácticas perjudiciales. 

Marco Springmann, de la Universidad de Oxford, quien no colaboró en este informe, dice que existen pruebas científicas sustanciales sobre la relación entre la salud pública y la salud planetaria. Una de ellas es que sin una drástica reducción de la producción y el consumo de carne y productos lácteos, hay pocas posibilidades de evitar los peligrosos niveles del cambio climático. 

Por lo pronto, en el Reino Unido ya se están tomando medidas para reducir el impacto ambiental de la producción de varios alimentos. Desde abril, los proveedores del sector público, quienes se encargan de servir millones de comidas al año, se comprometieron a reducir la cantidad de carne en un 20%, lo que equivale a reducir nueve millones de kilos de carne al año.

Las dietas también son un producto de procesos culturales, de tradiciones y de gustos adquiridos a través de generaciones. Esto quiere decir que podemos seguir disfrutando de la comida que nos gusta, pero ello no significa que no sea urgente modificar nuestras prácticas de consumo para evitar el calentamiento global y sus efectos negativos. 

Sin embargo, los cambios en las dietas a las escalas necesarias (regionales, nacionales y globales) no se producirán sin un fuerte apoyo político y un trabajo interinstitucional a nivel mundial.

 


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Imagen de portada: Matthias Heil / Unsplash