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La mayoría de los jóvenes creen que no hay riesgo de contagiarse de covid-19, lo cual no es del todo cierto

Todavía hay muchas dudas alrededor de la covid-19. Sin embargo, entre tantas cosas que este nuevo virus ha provocado, una de ellas es acercarnos un poco más a entender cómo funciona la ciencia, en específico la medicina y a la epidemiología (lo cual podría considerarse un efecto positivo).

A pesar de que han pasado nueve meses desde que se registraron los primeros casos de la presencia del nuevo coronavirus en seres humanos, muchas personas, en especial jóvenes, siguen pensando que, en caso de contagiarse, no ocurrirá nada más allá de una simple gripa. 

Al principio de la pandemia, cuando había un menor porcentaje de transmisión entre niños, adolescentes y personas menores de 25 años (siempre y cuando gozaran de buena salud), dicha creencia parecía justificada. Por cada mil personas infectadas con covid-19 menores de 35 años, el promedio de muertes esperadas es inferior a una. Estos datos han dado la impresión de que no importa si los jóvenes se infectan.

Pero la verdad es que sí importa, e importa bastante. 

A lo largo de este año, la comunidad médica y científica ha establecido como consenso que quienes tienen mayor riesgo de contagio son aquellos con alguna comorbilidad (obesidad, diabetes, hipertensión, EPOC, etc.), quienes conviven en lugares cerrados con poca ventilación y quienes no siguen las medidas sanitarias (uso de cubrebocas, lavado de manos constante, conservar la sana distancia, etc.). 

Entre la población más joven circulan dos preguntas derivadas de esta pandemia: ¿Qué tanta probabilidad hay de que me contagie? Y: Si me infecto, ¿de verdad importa? Tal vez estas dudas tengan que ver con que la palabra muerte no significa lo mismo que la palabra riesgo

Contestar ambas preguntas es bastante complicado, pues no hay sólo una respuesta. Sabemos que el contagio de persona a persona depende de muchas variables, lo que aumenta o disminuye el riesgo dependiendo de la salud de las personas, de la interacción, que a su vez depende de las dinámicas sociales en un grupo o comunidad.

Aunque sea una obviedad decirlo, no es lo mismo vivir en países que han garantizado un ingreso básico universal que permite que las personas no se vean obligadas a salir a trabajar, que vivir en un país donde la gente vive al día. No es lo mismo tener un espacio propio que compartir un pequeño departamento con más personas. 

Poco a poco nos enteramos más de las características de este virus, pero también de las consecuencias negativas que deja en el cuerpo. La covid-19 deja daños en los órganos internos que aún no sabemos si son reversibles, como daños pulmonares y renales. Entre los pacientes asintomáticos que han sido estudiados se han encontrado también anomalías pulmonares, y en un estudio publicado en el Journal of the American Heart se encontró que entre el 7% y el 20% de los pacientes enfermos mostraban daños cardíacos posteriores a haber sido contagiados. 

Por otro lado, muchos pacientes jóvenes contagiados de covid-19 experimentan enfermedades prolongadas, como fatiga crónica, falta de aliento, problemas gastrointestinales, pérdida de memoria a corto plazo y problemas ginecológicos. El neurocientífico David Putrino, quien ha realizado estudios sobre las secuelas del virus, encontró que muchas de las personas que sufren las secuelas y se convierten en pacientes crónicos son mujeres de menos de 44 años previamente sanas (con buena alimentación, no fumadoras y con un peso saludable). 

En el caso de los hombres en sus 30, cerca del 1.2% de infecciones por covid-19 resultan en hospitalización, según un estudio publicado en la revista Science. Esto puede no ser resultado sólo de la condición biológica (el género), también podría ser consecuencia de la división sexual del trabajo, o del hecho de que muchos hombres prefieren no usar cubrebocas por el temor a ser percibidos como vulnerables en relación a sus pares mujeres. En todo caso, son hipótesis no excluyentes sino que, como hemos dicho ya en otros espacios, nos ayudan a tener una mejor comprensión tanto del comportamiento del virus como de las sociedades en las que vivimos. 

En los países americanos las personas de diferentes edades tienen una muy fuerte convivencia entre sí, además de que un porcentaje significativo de la población es parte de la economía informal (es el caso de México: el 53% de su población económicamente activa se encuentra en el sector informal). Estos datos hacen que el manejo de la pandemia sea especialmente complejo (como lo muestra este análisis). Muchos de los países han tomado medidas conforme van pasando los días, consultando con expertos de la salud pública para implementar las políticas que cuiden la salud pero también la economía. 

De cualquier manera, si eres una persona joven (menor de 40), gozas de buena salud y además tienes las condiciones para quedarte en casa e informarte a través de científicos y expertos, hazlo. La elección es tuya, salvas tu vida y la de los demás; contribuyes a aplanar las curvas de contagios y a no saturar los sistemas de salud. 

Sabemos que quedarnos en casa durante tantos meses se ha convertido en una situación frustrante, en ocasiones de impotencia. Sin embargo, es una de las medidas más sencillas mientras no haya un tratamiento efectivo o una vacuna. 

 

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Imagen de portada: Jacob Bentzinger / Unsplash