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La pandemia de covid-19 ha contribuido a un mejor manejo del consumo de opiáceos

Sociedad

Por: Jimena O. - 08/25/2020

En Estados Unidos la crisis de opiáceos es cada vez más profunda; de manera general, la pandemia por covid-19 ha empeorado esta crisis, pero ha permitido un mejor manejo de estas sustancias

Los opiáceos se encuentran naturalmente en las amapolas, las mismas flores que se usan para producir heroína. En la farmacéutica moderna, los opiáceos se usan para tratar diferentes grados de dolor, ya que actúan más rápido que analgésicos como el ibuprofeno o el paracetamol. Lamentablemente, son potencialmente adictivos y pueden causar muy fácilmente una sobredosis.

A pesar de esto, también es cierto que los opiáceos son ampliamente consumidos, sobre todo en Estados Unidos, donde al parecer existe una cultura generalizada de poca tolerancia al dolor físico, al grado de que desde hace unos años esta situación se considera una crisis de salud pública, con cerca de cincuenta mil fallecimientos al año por sobredosis de dichas sustancias.

Por si esta situación no fuera en sí misma preocupante, de manera general la crisis de consumo de opiáceos se ha profundizado a raíz de la pandemia por covid-19.

Sin embargo, no todo el panorama es preocupante. Esta pandemia también ha abierto nuevas maneras de tratar con las personas que se están recuperando de esta adicción a través de la metadona. 

Debido a la pandemia, las visitas diarias que los pacientes tenían que realizar tuvieron que ser suspendidas para disminuir el riesgo de contagio. La dosis de metadona es diaria; una dosis mayor puede causar efectos negativos o, en el peor de los casos, una sobredosis, por lo que las consultas a pacientes estaban estrictamente controladas. 

En ese sentido, una vez que se implementaron las medidas sanitarias, se volvió más difícil que los pacientes recibieran sus dosis diarias. Afortunadamente, las leyes federales cambiaron y ahora permiten que los pacientes más estables puedan recibir su tratamiento veintiocho días por adelantado en veintiocho botellas, conteniendo cada una la dosis diaria correspondiente. Por otro lado, los pacientes menos estables reciben sólo catorce botellas. En cuanto a los pacientes que no encajan en ninguno de estos dos perfiles, tienen que acudir a su clínica cada tres días para recibir las dosis de los siguientes tres días. De esta manera, el flujo de pacientes se reduce y el riesgo de contagio de covid-19 disminuye también. 

Antes de la pandemia, en ciertas situaciones médicos o enfermeras visitaban a los pacientes en sus casas para monitorear su tratamiento. Ahora estas “visitas” se hacen de manera remota, lo cual permite monitorear a los pacientes a través de videollamadas. Esto ha desencadenado la necesidad de expandir el acceso a Internet en zonas rurales de Estados Unidos, que es donde existe mayor número de personas con adicción a los opiáceos. 

Aun cuando las adicciones (drogas, alcohol, tabaco) son uno de los problemas de salud pública más serios en muchos países, la aparición del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 fue tan repentina y sus consecuencias en la salud son tan fuertes, que muchos países han destinado gran parte del presupuesto de salud pública a combatir sus consecuencias: inversión en recursos humanos, compra de equipos de protección y ventiladores. No obstante, esta circunstancia ha dejado ver que las adicciones deben ser tratadas como enfermedades y no como un problema aislado.

De cualquier forma, la lección es clara: las adicciones merecen un lugar más prominente en los sistemas de salud pública, con presupuestos designados adecuadamente, con personal especializado y con políticas de prevención.

 

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