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En esta edición de DECÁLOGO, hacemos un recorrido por 10 cintas del director alemán Werner Herzog, maestro del documental y la ficción

Mandalorian, la serie de Disney basada en el universo de La guerra de las galaxias, ha sido mejor recibida que las películas derivadas del universo Jedi, como Solo, e incluso más valorada que las cintas de la tercera trilogía y que prosigue las cuitas entre el imperio, los Jedi y la Resistencia. Ante el estreno de El ascenso de Skywalker, y su relativa tibieza en comparación con anteriores entregas de la saga, Mandalorian ha resultado un bálsamo para gran parte los devotos aficionados de la ópera espacial creada por George Lucas, y uno de los componentes principales ha sido la incorporación de The Client, un personaje llamativo y sumamente importante en la trama, interpretado ni más ni menos que por el célebre director Werner Herzog. 

Herzog había ya interpretado algunos papeles anteriormente, destacando el papel, sorpresivo de algún modo, que realizó para la cinta Jack Reacher, protagonizada por Tom Cruise y que trajo de vuelta al camino de la dirección al ganador del Óscar por Mejor Guión: Christopher Mcquarrie. El duelo en escena entre Herzog y Cruise valió la película, que además incluye una persecución de autos estupendamente realizada, y guiños de lo que serían las entregas del director para la saga Misión: Imposible

Herzog interpreta a El Zek, y su actuación, pausada y escalofriante, describe entre líneas la realidad que retrata con agudeza en sus películas. En Reacher, Herzog comenta que estuvo prisionero en Siberia, y acto seguido comete un acto lleno de frialdad al que considera necesario; ese acto de indolente, es un retrato de su preocupación por la indolencia del ser humano por observar sus propios instintos, motivos, razones. Werner Herzog ha plasmado en sus películas la profundidad del abismo de la mente humana, y preocupado por los recovecos que transitan sus motivaciones, decide explorar con la misma acucia su entorno. Así, sea a través de sus películas y ficciones o mediante sus documentales sobre la sociedad, el ser humano y la naturaleza, se adentra por igual a la profundidad del volcán como a la dual innovación tecnológica. 

Para el director no hay armonía en el universo, existe indiferencia, indolencia y la filosofía ante la vida y la forma en que la sociedad crea sus demonios, capaz de velar a erupción de un volcán o la mirada fija de una foca hacia el testigo que somos nosotros, la audiencia, hacia quien el reflejo confronta e invita. Herzog habita la tierna y cruel convivencia del ser humano con los animales, y la naturaleza misma como un paraje de conquista, dominación y emancipación continuas, oscila entre la felicidad y la tristeza, los deseos y la resignación, la obsesión y el delirio, los desafíos y las metas, los éxitos y fracasos de un tiempo relativo, esa relatividad que damos a lo que hacemos sin detenernos a explorar lo más hondo que habitamos. 

Su voz parece describir a pausas lo que vivimos de prisa, y su audacia para captar los momentos brinda a su obra la cualidad del testimonio y del vestigio, un sello que no sólo captan sus personajes sino que trasciende más allá de sus historias, desde la conflictiva pero enriquecedora relación artística con su actor fetiche Klaus Kinski hasta su obsesión por filmar en escenarios naturales que resultan alucinantes, sea al navegar en Aguirre y la ira de Dios, o sea al literalmente subir un barco por el cerro inaudito en Fitzcarraldo; sea al explorar el Ártico, Siberia, el corazón de los volcanes, o preguntarse hacia dónde nos lleva la ciencia o si es que acaso la tecnología nos ha rebasado. Herzog explora la corrupción y las virtudes, la represión y las tentaciones, la fe y las deidades, los caminos y las señales, la vida y la muerte, un maestro y su arte de la mano, sin más guía que aquello que va siguiendo la huella a su paso. 

Convertido en uno de los más importantes cineastas alemanes de su generación, venerado, admirado y reconocido en todo el mundo, Herzog ha labrado un canon de culto que inspira a nuevas generaciones de directores, y que alienta a la audiencia a ser observadores de aquello que los rodea y no han visto. Como parte de la actualidad cinematográfica del maestro Herzog, se estrenó su más reciente documental, Nómada, tras las huellas de Bruce Chatwin, basado en la vida del escritor y explorador, una entrega visual y narrativa que podría de inmediato situarse en el decálogo del maestro. En Nómada, Herzog recorre los espacios vacíos y las tesituras del escritor para mostrar la lucha que enfrentó ante su enfermedad, viajero que hacía de su pluma una bitácora incansable por la naturaleza y el ser humano como una palestra de vida y emociones, destacando a su paso la rebeldía, el espíritu y el compromiso del cineasta con el arte. 

En esta edición de DECÁLOGO, hacemos un recorrido por 10 cintas del director alemán; la selección de las mismas atiende como siempre al apego, el orden a una mera formalidad cronológica. Famoso por su historia de vida, por el aislamiento en que vivió durante muchos años respecto a los medios de comunicación como el radio o la televisión, inmerso en la naturaleza como su hábitat, la observación de su entorno le dio la oportunidad de comprender la adaptación a los espacios y la sorpresa de las imágenes al captarse en movimiento, tal como le ocurrió al ver el cine por primera vez antes de los 12 años. 

Resulta difícil seleccionar 10 de las obras maestras que pueden ser analizadas a la luz de la óptica del mito en que se ha convertido el legendario director, podríamos incluso realizar un decálogo de sus películas como de sus documentales, y detenernos en la complejidad o en la simpleza de su arte. Debo señalar que Aguirre y la ira de Dios y Fitzcarraldo me parecen dos obras monumentales del cine alemán y de la historia de la cinematografía universal. 

Como un corolario a la columna, me gustaría señalar que mi cinta favorita de Herzog es Nosferatu, y del género documental, abundante en su filmografía, Grizzly Man es una obra maestra que me impactó profundamente, aunque de igual forma disfruté Dentro del abismo y La cueva de los sueños olvidados.

 

10. SEÑALES DE VIDA (Signs of Life, 1968)

Ópera prima del maestro, Señales de vida es la primera aproximación a la interioridad. Señales de vida es una exploración aguda, cruda y emotiva sobre la guerra, sus consecuencias y motivos; desde una perspectiva del bando alemán, Herzog narra la historia de un soldado, Stroszek, que siendo miembro de un pequeño grupo de soldados, tras diversos ataques resulta herido y es asignado en supervisión de un depósito de municiones, sin incidentes ni batallas a resguardo. Stroszek devenga continuar su periplo en la asignación de su gremio en Kak, una isla griega, y en esta nueva responsabilidad asumida comienza a enfrentar las señales de vida en el tormento de su mente, al grado de encontrarse en un debate entre la realidad y la ilusión, la razón y la locura, un proceso de transformación que el director alemán presenta más como una emancipación de la guerra que una evasión tras sus horrores.

La cinta marcó la primera incursión del maestro en el cine, y su irrupción fue sumamente celebrada, recibiendo un Oso de Plata especial durante la realización del Festival de Cine de Berlín, donde fue destacada su visión realista de la guerra a través de los demonios internos de su personaje, una búsqueda involuntaria de redención, misma que caracterizará a varios de sus venideros personajes.

 

9. AGUIRRE Y LA IRA DE DIOS (Aguirre, The Wrath of God, 1972)

Obra maestra fundacional del canon Werner Herzog, portentosa cinta llena de misticismo, actuaciones descomunales y una ambientación tan mágica como realista, aguda y espiritual, una de las mejores películas de la historia, y un legado inmediato del gran director para la cinematografía universal. En Aguirre, Herzog hace uso del cinema para adentrarse en los recovecos de la mente y de la historia, igualmente revisita la crudeza de la conquista europea del nuevo mundo, mostrando parajes tan hermosos como inhóspitos, paradisíacos como salvajes, y al tiempo compartir la brutalidad y la barbarie de quien ha caído prisionero de las ansias de poder.

Klaus Kinski interpreta al conquistador, al aventurero que cimbra a su paso y en su violencia, una actuación extraordinaria que costó sangre, dolor y lágrimas, que unió como separó la relación del actor con el director, la cual, en la misma tesitura, dejó plasmadas cinco cintas de pasión y arte. Esa relación sería descrita en homenaje al desaparecido actor por el propio Herzog, en su documental Enemigos íntimos, donde cuenta cómo en la adolescencia vivió en el mismo edificio del actor, admirando su carácter y presencia, cómo cada película era un calvario de locura, y cómo Kinski era capaz de desbordar a raudales energía exacerbada, histrionismo y talento. 

Kinski interpreta en una ficticia o adaptación libre de la historia, al conquistador Lope de Aguirre y su búsqueda de El Dorado en la Amazonia, lugar en donde decían las leyendas del lugar y su interpretación de las mismas por los pioneros conquistadores que se encontraban enormes cantidades de oro. La cinta muestra las colaboraciones artísticas que el director tendrá con el grupo Popol Vuh, caracterizado por sonidos corales, naturales y autóctonos. 
Herzog filmó en condiciones extremas, presupuestales y del medioambiente; para la producción, heroica y de bajos recursos, se construyeron balsas, abrieron caminos y filmaron escenas a paso de ríos y montañas. La forma en que fue filmada la cinta estableció precedentes para futuras realizaciones; películas como El cazador, Apocalipsis ahora o El renacido, tienen una importante influencia del maestro nacido en Múnich, justo en las inmediaciones de la Segunda Guerra Mundial. 

 

8. EL ENIGMA DE GASPAR HAUSER  (The Enigma of Kaspar Hauser, 1974)

Posiblemente la cinta más onírica del director, la más misteriosa y a la vez más sujeta al escrutinio de su personaje, El enigma de Gaspar Hauser es una síntesis de la extraordinaria habilidad para mostrar el aislamiento social, la procedencia como un paliativo y el escrutinio del gentío en torno al comportamiento humano; basada en la historia real de Hauser, un joven sin origen definido, nombre determinado ni habla en su conexión con la sociedad, mudo por haber vivido en un incierto aislamiento, sin alguna nota que sugiriese su procedencia, aparece de improvisto en la plaza de Núremberg causando un inmediato revuelo. 

Su vida y muerte son el conducto de la trama en la cual el personaje encuentra un proceso de socialización autodidacta y más tarde encausado por la magisterial anuencia de los voluntarios; anclada en las primeras décadas del siglo XIX, la película permite al director experimentar la realización cinematográfica en una historia de la que se siente cercano debido a su propia infancia alejada de las grandes urbes, y por ello selecciona para el papel principal a una persona que había vivido una situación similar a la del carácter que interpretaría. Bruno Scheleinstein (Bruno G.), Hauser, habiendo crecido en igual aislamiento, lo que brinda a su interpretación un realismo impresionante, una amalgama sonora que logra la empatía del relato con la audiencia. 

Ganadora de varios premios durante su proyección en el Festival de Cine de Cannes, El enigma de Gaspar Hauser permanece como un testamento cinematográfico inconmensurable del canon Herzog; su habilidad para plasmar la historia y para dirigir las cuitas del personaje desde el actor que ha vivido en carne propia la historia ofrece un corolario de emociones que sientan las bases para la reflexión social y que lejos de esclarecer el misterio que le sustenta, abre canales para concebir con certeza que no existe tal en la exploración de la mente y sus laberintos. Si el origen del extraño habitante es la nobleza, si fue producto de un abandono voluntario o el extravío accidental, si fue cautivo en un calabozo o en alguna cueva, si perdió la memoria por suerte del azar o alguna acción violenta, lo cierto es que el origen no es tan importante para el director al explorar al personaje, como sí lo es la forma en que se suscita su relación con el mundo, el silencio y la derivación de su mente al contacto social.

 

7. STROSZEK (Stroszek) 1977

Como una suerte de colaboración artística y complicidad creativa, Werner Herzog vuelve a recurrir a Bruno G. como protagonista, interpretando a Bruno Stroszek, un artista musical, quien acompañado de su acordeón recorre anidado las calles de Berlín, y quien a su vez trata de sobrevivir al día tratando dejar el alcohol; en su senda, Bruno encuentra el amor, la violencia, la incomprensión y la incertidumbre. Para esta encomienda, Herzog adhiere la participación de un elenco de actores y actrices no profesionales que brindan un cualitativo matiz de realismo a la cinta, con actuaciones muy bien logradas a la tesitura de realismo propia del director, como resulta la actuación de Eva Mattes como Eva, mujer de quien se enamora Bruno. 

Oda disruptiva y clásica, teatral y cinematográfica, Stroszek es una historia de ilusión y fatalidad, donde el amor funge como un detonante de las alegrías más inesperadas como de la vacilación y el lamento; la pareja no encuentra paz ni un espacio y debe marcharse a migrar hacia otro continente, encontrando en Nueva York una vía que más que claridad ofrece visos de que los ciclos de la vida también parecieran atender al destino. Eva, quien había dejado la prostitución para unirse a Bruno, debe volver a ella; Bruno, habiendo dejado el alcohol sucumbe a su evasión, y los claroscuros de su viaje parecen atentar con su propia esperanza, la cual atiende Stroszek como una circunstancia del amor. 

Herzog presenta este drama con una tragicomedia poderosa e instintiva, donde los personajes por más que lo intenten no pueden escapar de aquello que abandonan; la música, la creatividad y la inspiración, serán esos guiños de claridad entre las nubes oscuras que parecen seguirles como consigna. Película en movimiento -road movie-, género socorrido por otros maestros del cine alemán como Wim Wenders, Stroszek oscila entre el documental y la ficción con total maestría, una obra enorme que produce resoluciones variadas a cada vista; es difícil de hecho clasificar su contenido, como lo es el analizar las salidas posibles de los personajes ante la confusión o el cierre de caminos que se presenta ante su trance, lo que convierte a la película en una de las más importantes cintas del cine alemán de los años 70 y en una cinta obligada para estudiar el catálogo emocional de Werner Herzog. 

 

6. NOSFERATU, EL VAMPIRO (Nosferatu, The Phantom Of The Night, 1979)

Mi cinta favorita del director, con la extraordinaria música de la banda alemana Popol Vuh, guiños a imágenes de las momias de Guanajuato y una fotografía que refleja con pericia el siglo XIX al que refiere, Nosferatu es una de las mejores cintas jamás filmadas sobre la novela Drácula del escritor irlandés Bram Stoker, y a su vez, un homenaje a la cinta del director alemán F. W. Murnau, un clásico referencial de la década de los años 20, y considerada como una cinta fundacional del género de vampiros. 

Situada en Wismar, Alemania y en los indispensables paisajes de Transilvania, Rumania, Nosferatu ofrece un gran trabajo de recreación escenográfica, ya que debió ser filmada en otros escenarios distintos a los que describe, y además en su proceso, presenta un duelo interpretativo de alto nivel entre Klaus Kinski, Isabel Adjani, Roland Topor y el extraordinario Bruno Ganz. 

La película es una proeza en sí misma, no sólo por su realización sino porque cumple los sueños y ajusta las cuentas no saldadas entre Murnau y la viuda de Stoker, ya que ella no autorizó la filmación de la cinta de 1922, de ahí que fuese una adaptación del personaje más que de la novela, en tanto que Herzog brinda su visión de ambas obras artísticas; de esta forma rescata la trama de la cinta y presenta a los personajes de la novela, haciendo de la película un espléndido collage de creación e innovación literarias al servicio del cine. 

Pletórica de secuencias memorables, acompasadas por una poderosa banda sonora, Nosferatu, el vampiro resulta una obra alucinante, que hace de la segunda colaboración entre Kinski y Herzog (ese mismo año se estrenaría Woyzeck, su tercera colaboración), a pesar de ser una cinta de horror o una épica película de vampiros, un auténtico deleite cinematográfico. Junto a la ya citada Nosferatu de Murnau, el Drácula clásico del género de monstruos de Tod Browning, la exitosa Drácula de Bram Stoker de Francis Ford Coppola y la estilizada Entrevista con el vampiro de Neil Jordan, basada en las novelas de Anne Rice, Nosferatu, el vampiro forma parte de las grandes realizaciones cinematográficas acerca del personaje que, inspirado en la realidad de un sangriento empalador, ha cautivado a generaciones de lectores y también cinéfilos.

 

5. FITZCARRALDO (Fitzcarraldo, 1982)

Obra maestra que retrata la razón y la locura, la audacia y la fascinación, la obsesión y el delirio, la determinación y el sueño, los anhelos y la entrega, cinta referencial por excelencia de la persistencia del maestro por entregar la mayor fidelidad posible en sinergia de la trama con el personaje, de la historia con el actor, ninguna cinta ha plasmado con mayor nitidez la pasión de un realizador por su obra. Película favorita de gran parte de las y los admiradores del maestro Herzog, Fitzcarraldo es el epítome de un realizador entregado a su obra, una entrega tal que sólo podría ser equiparable a la propia Aguirre y la ira de Dios o la enorme Apocalipsis ahora de Francis Ford Coppola, Herzog dejó la piel en la misma enredadera en que Klaus Kinski dejó su enorme talento, ambos apasionados, ambos perdidos en la locura de su trama, e inmersos en la ópera de Enrico Caruso. 

Un ideal, un sueño, una obsesión, Fitzcarraldo es una película que aborda el anhelo más profundo de un soñador, y la locura que se obsesiona por lograrlo, una mezcla entre aquello que se quiere y es posible construir, una pieza de admiración que desea compartirse con quien se admira, y la impasible obligación, casi coerción hacia los demás no por compartir el sueño, sino por hacer cumplir la comanda. La poderosa actuación de Kinski le hizo acreedor a una internacional aclamación, misma que permea actualmente hacia sus personajes, mas no hacia su persona, independiente a su trabajo actoral; distintas versiones y declaraciones familiares han hecho que su imagen personal, tras lamentables hechos, se encuentre en tela de juicio. 

Herzog lleva al extremo al equipo de producción, de forma literal hace subir un barco por un cerro y lo lleva a navegar por el río, en la sinuosa geografía donde fue filmada, el director, tal cual hizo en Aguirre, eligió Sudamérica, la Amazonia peruana, como el espacio donde se dirimiría el desarrollo narrativo de su obra, donde Fitzgerald, Fitzcarraldo, irlandés amante de la ópera, quiere construir un teatro; inspirada en un comerciante peruano y en la propia ambición creativa del director, la proeza del teatro depende de cruzar el citado barco en medio de una pendiente y hacerlo navegar para proveer lo necesario, tan épico el deseo como la realización de la cinta. Ganadora de Mejor Director en el Festival de Cannes, Fitzcarraldo es una obra de arte, y una pieza cumbre dentro de la historia de la cinematografía universal. 

 

4. EL PEQUEÑO DIETER NECESITA VOLAR (Little Dieter Needs To Fly, 1998)

Emblemático documental del canon Herzog, El pequeño Dieter necesita volar es una vuelta al pasado desde la óptica del cautivo que regresa al lugar donde fue prisionero para reflexionar sobre la liberación y la razón que sin causa y a puro efecto le llevaron a experimentar la crudeza de la guerra y sus inexplicables motivos. Herzog cuenta la historia de Dieter Dengler, un personaje que al igual que el director, creció en la posguerra sopesando la reclusión y la reconformación de un país tras las cenizas del fuego mismo, ansió ser piloto sin lograrlo y más tarde se incorporó a las fuerzas del ejército estadounidense en la guerra de Vietnam. 

A partir de este suceso, el documental describe las vivencias del protagonista al caer prisionero y cómo, tras su liberación, encontró el vuelo de la libertad como una metáfora de la paz y la compasión. Filmado en Laos y en los confines de las ruinas de la guerra que le da motivo, la película revisita el punto de vista del prisionero al tiempo que de forma extraordinaria ofrece un repaso por los lugares y por su gente, que además participa en la cinta brindando recreaciones y mostrando desde esa misma óptica la nobleza de un pueblo y la crueldad que la guerra ejerce sobre sus participantes.

El hambre, la desesperación y la incertidumbre son el estado continuo del preso, pero también de las pequeñas villas azotadas por la zozobra. Herzog muestra las urgentes súplicas del soldado ante quien decide atacar, una suerte de ironía que detalla a partir del momento en que Dengler es entregado por la población al ejército de Vietnam del Norte, y a los días entre la inclemencia del clima y la irresolución tras la celda de bambú donde fue confinado. 

Resulta impresionante cómo los sucesos descritos que acontecieron 3 décadas atrás se presentan como un pasado casi borroso en la memoria pero muy presente en el recuerdo vívido que se recrea, y cómo el mismo prisionero ahora, volviendo a la senda de sus pasos cautivos, siente esa misma libertad que comparte con los habitantes de un lugar donde ahora puede andar a sabiendas, ambos, de que las circunstancias y los contextos definen en mucho el comportamiento y los hechos. El documental es quizá la mejor película que el director entregó en los años 90, y marca la continuidad de un periodo casi dedicado en su totalidad a los documentales. 

 

3. GRIZZLY MAN (Grizzly Man, 2005)

Documental excepcional, doliente, silente y emotivo, nostálgico, bello y cruel, capaz de conjuntar la lírica de una voz que es testigo sin serlo, y de unas imágenes captadas por una lente que moriría en el intento, ejemplo de edición, guion y audacia imaginativa, donde el director une el material de archivo y crea, desde la visión previa, una visión del vestigio. Para gran parte de la crítica y de la audiencia, Grizzly Man es tal vez el mejor documental que Herzog haya realizado; lo curioso es que lo hizo a partir de las imágenes filmadas por el protagonista, Timothy Treadwell, un amante y experto de la naturaleza, los animales y los osos grizzly, quien murió junto a su novia a garras de uno de ellos en Alaska, justo al filmar las escenas que conformaran la obra maestra de Herzog. 

El director muestra la conversación que sostiene con una amiga de la pareja, y escucha de viva voz los momentos del ataque, sugiriendo incluso a la interlocutora que destruya la cinta, que evite ese tormento, pues el dolor no es el motivo del vestigio; mediante entrevistas, testimonios y escenas de los días previos y del ataque mismo, Herzog va construyendo una historia de naturaleza y humanidad extraordinaria, un viso del hábitat y del talento y sensibilidad del director para narrar en propia voz el suceso. 

A reserva de la consideración que pueda tenerse de quien se adentra en las trazas de la vida salvaje de las especies al intentar convivir con ellas, y en la increíble paradoja de muchos casos, famosos por cierto, de expertos y especialistas por parte de las especies que estudian o conviven, el documental va más allá de la experiencia científica o naturista, para establecer el vínculo de la pasión por la vida desde diversos ángulos perceptibles al admirar la cinta. 
Herzog no se adentra en los motivos ni en las razones, tampoco establece un camino para explicar lo acontecido, en tanto decide abordar las emociones, los anhelos e instintos, y es ahí donde el documental alcanza un nivel superlativo. Las escenas filmadas durante varios años, los testimonios y la forma de entrevistar a los testigos con tacto y compasión, así como el montaje sentido y armónico, hacen de Grizzly Man uno de los mejores documentales de principios de siglo. Durante este periodo Herzog filmó documentales extraordinarios, tantos que, como mencioné anteriormente, podríamos hacer un decálogo sólo de ellos. 

 

2. ENEMIGO INTERNO (Bad Lieutenant) 2009

Una de las mejores películas del director, Enemigo interno es una estupenda película policial ambientada en los alrededores de Nueva Orleans, protagonizada por Nicholas Cage en una de sus mejores actuaciones y Eva Mendes. Si bien la trama de la película había sido abordada antes por el director Abel Ferrara en los años 90 con Harvey Keitel en el papel estelar, la película comparte la corrupción policial pero con un ángulo diferente, haciendo de la cinta una historia independiente de la cinta realizada por Ferrara. 

Con esta cinta Werner Herzog mostró que podía dirigir en acción continua películas y actores, recrear historias y plasmarlas desde la actuación, y que no había cedido por completo su talento al cine documental. Cage interpreta con acucia al teniente Terrence McDonagh, un corrupto policía que abusa, burla y suscribe su poder sobre los delincuentes o furtivos, y quien a raíz de un suceso irónico sufre una lesión cuyo dolor debe atenuar mediante el consumo perene de un medicamento; sin embargo, no es suficiente, y consume también drogas y otras sustancias, lo que afecta aún más su proceder y comportamiento, al tiempo que debe resolver el asesinato de inmigrantes senegaleses en el área de Nueva Orleans, justo en las postrimerías del huracán Katrina. 

Resulta por demás interesante cómo el director decide explorar la corrupción desde la óptica de un policía corrupto, adicto y afín a conseguir cómplices, aliados y secuaces, toma breves espacios de lucidez y responsabilidad para atrapar maleantes o intentar a toda costa escapar de la adicción como una encomienda que le depara su única esperanza de redención, donde las alucinaciones o confusiones de la mente lo transportan a un estado de estrés permanente y a una pregunta casi existencial reverenciada en la propia búsqueda del director, la consecución de los sueños. 

A título personal, Enemigo interno pudiera considerarse como la mejor película que Werner Herzog ha estrenado en lo que va del siglo, caracterizado por varias obras maestras documentales, pero que le brindaron espacio para encontrar en el cine policial una actuación memorable en Jack Reacher, y una dirección de alto nivel en esta película que, dicho sea de paso, recibió diversas condecoraciones. 

 

1. LA CUEVA DE LOS SUEÑOS OLVIDADOS (Cave Of Forgotten Dreams, 2010)

Uno de los mejores documentales del presente sigo, pieza de arte que combina la visión de la historia con la visión del pensamiento, la evolución del trazo con la involución de los sueños, la dualidad del ser humano, la dicotomía de su encargo, un aviso de avance ante el tiempo, de la indolencia, la indiferencia, el dolor, la soledad y la oscuridad de donde provienen sus personajes, unidos por la necesidad de expresarse aunque no sean comprendidos, un camino al que regresamos sin atender las huellas o por dejar que se borren por el olvido. El documental aborda los vestigios de las pinturas rupestres que fueron halladas durante 1994 en las cuevas de Chauvet en Francia, que datan de hace más de 30,000 años y que se conservaron de forma casi impoluta gracias a un accidente de la naturaleza que al causar un derrumbe, cubrió las cavernas como un resguardo natural del arte. 

Mediante entrevistas a arqueólogos y especialistas, Herzog narra la experiencia de haber realizado una expedición, adentrarse en las cuevas y admirar los sueños de la humanidad de hace miles de años plasmados en las imágenes, una analogía que bien pudiera aplicarse a la fotografía o al cine mismo. Aunque el acceso actualmente está permitido al público, debido a las toxinas y sustancias desprendidas la permanencia está limitada en cuanto al tiempo pero la experiencia es, cual teoría de Einstein, relativa: admirar en pocos minutos lo que ha permanecido sobre las rocas por milenios. 

Herzog describe el lugar, las pinturas, los efectos, y en esa armonía propia del explorador que contempla el descubrimiento, se hace preguntas, cuestiones, y admira las probables incitaciones de los gráficos, como quien se pregunta el por qué y el cómo sin cuestionarse los momentos. El director se interesó por el proyecto a raíz de leer un artículo de Judith Thurman en el New Yorker titulado “Primeras impresiones”, y requirió, además de permisos especiales, una puntillosa filmación para no afectar las pinturas ni el entorno. La realización, que incluyó cámaras en 3D, fue todo un acontecimiento, y Herzog, que ha explorado todos los continentes y filmado documentales en todos los climas posibles, logró una obra maestra del cine documental desde las profundidades de la tierra y la historia, mostrando en plena reflexión lo que acontecía en la expresión del realismo, la fantasía y los sueños de aquellos habitantes olvidados.

 

Iván Uriel Atanacio Medellín es escritor y documentalista. Considerado uno de los principales exponentes de la literatura testimonial hispanoamericana. Es autor de las novelas El Surco El Ítamo, y de los poemarios Navegar sin Remos y Puntos cardinales, los cuales abordan la migración universal y han sido estudiados en diversas universidades a nivel internacional. Dirigió los documentales La voz humana y Día de descanso. Es director editorial de Filmakersmovie.com.