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En la actualidad, la OMS (Organización Mundial de la Salud) estima una pérdida de 1 billón de dólares en producción internacional debido a trastornos emocionales (como la depresión y la ansiedad)

En las últimas décadas se ha pronunciado el síndrome de burnout, ese fenómeno en el que tras horas y horas de exceso de trabajo, el cuerpo y la mente ya no conectan con la razón ni la empatía. Los especialistas en la salud mental consideran que entre las posibles causas del síndrome de burnout se encuentra una personalidad perfeccionista y una sobrecarga laboral que excede la capacidad física, emocional y cognitiva de toda una población. 

En la actualidad, la OMS (Organización Mundial de la Salud) estima una pérdida de 1 billón de dólares en producción internacional debido a trastornos emocionales (como la depresión y ansiedad). Mientras que por un lado se procura concientizar sobre el valor de la salud mental en la población, por otro lado, dejar de trabajar implica una pérdida de estabilidad económica que no muchas personas pueden costear. Pese a ello, continúa habiendo prejuicios y estereotipos en torno a la salud mental, principalmente en sectores en riesgo como el de los trabajadores. 

Andrés Vargas, colaborador del periódico colombiano La Izquierda Diario, explica el riesgo que puede implicar el verbalizar tener un trastorno psiquiátrico, mental o físico. La estigmatización y pérdida del trabajo son algunas de consecuencias por sufrir algún trastorno.

 

Sin política pública de salud mental, mayor ausentismo laboral

Ante la evidente ausencia de políticas públicas a favor de la salud mental, el impacto del exceso de trabajo que supera las 40 horas a la semana resulta no sólo en trastornos psiquiátricos y mentales sino también físicos. Es decir que al contemplar lo físico, emocional y social como tres aspectos independientes de sí, es imposible comprender que se trata de una dinámica interdependiente: uno influye en los otros para el bienestar o el malestar. 

La apuesta de algunos sectores se dirige hacia políticas públicas articuladas entre sí que incorporen una visión biopsicosocial, pues la población mundial se enfrenta ya a una epidemia más silenciosa que la peste bubónica: la de los trastornos mentales. 

Desde tener 10 días de vacaciones (como sucede en México) al año hasta trabajar 7 días a la semana sin lograr desconectarse del correo de la empresa desde el teléfono personal, estas pautas de demanda excesiva y sobrecarga laboral pueden desencadenar síntomas como: 

  • Malestares físicos, como problemas digestivos y dolores de cabeza.
  • Dietas desequilibradas que ponen en riesgo la homeostasis del cuerpo ocasionando recaídas en el sistema inmunológico (como constantes resfriados o gripas).
  • Tensión y dolor muscular.
  • Incapacidad para descansar bien mientras se duerme o sufrir trastornos del sueño (como insomnio o exceso de sueño).
  • Irritabilidad emocional, que resulta en pequeñas o grandes discusiones con la gente más cercana.
  • Desinterés o nulo deseo sexual.
  • Pensamientos recurrentes (u obsesivos) en torno a la perfección y lo correcto.
  • Constantes lapsos de olvidos, como el famoso “síndrome de tenerlo en la punta de la lengua” o torpezas que provocan la disminución del desempeño laboral.
  • La motivación, satisfacción y pasión por el trabajo (u otras áreas de la vida) se han esfumado casi por completo.
  • El autoconcepto se ve sumamente afectado por pensamientos catastrofistas y de autodesprecio;
  • Y en casos extraordinarios (cuando el estrés crónico ha llegado a su máximo nivel), fobias (como la agorafobia), ataques de pánico, crisis de ansiedad con hiperventilación, ataques al corazón, fiebre alta, despersonalización (o sentir que una parte de sí se separa del cuerpo), úlceras, entre otros. 

Frente a la cada vez más exigente vida, el exceso de trabajo se convierte en una rutina con consecuencias fatales. Sin un equilibrio que pueda permitirle al cuerpo físico y psíquico un descanso y expansión, los trastornos psiquiátricos, médicos y mentales serán el futuro de las próximas generaciones. 

 

Fotografía principal: Shutterstock