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Una ligerísima diferencia hizo que el estudio se tornara interesante: los ritmos cardíacos de los corredores eran sutilmente inferiores a los de los nadadores

De acuerdo con varios autores, el ejercicio físico es sin lugar a dudas un antídoto que previene enfermedades, problemas de salud y malestares en general. Numerosos estudios científicos especializados en la salud, han buscado recabar la mayor información posible sobre el impacto del ejercicio en cada aspecto corporal y psíquico de un cuerpo. Entre los principales temas al respecto, ha llamado la atención indagar qué actividad física conviene más a cada tipo de cuerpo. 

Resulta poco sorprendente cuando científicos especializados en el deporte y cardiólogos realicen estudios que clarifiquen características de ejercicios como correr y nadar. 

Hasta ahora se tenía claro que el ejercicio aeróbico –como los mencionados anteriormente– requería una considerable cantidad de oxígeno para el óptimo funcionamiento de los músculos, lo cual altera el estado del ventrículo izquierdo. Tal cual, este ventrículo se fortalece, cual tejido muscular, al realizar un movimiento extenuante de torsión y desenrollado, el cual facilita el paso tanto de la sangre como del oxígeno para satisfacer rápidamente cada necesidad corporal. 

Sin embargo, el impacto sobre dicho ventrículo varía en función del tipo de actividad física que se realiza. De acuerdo con un estudio publicado recientemente en Frontiers in Physiology y realizado por investigadores de la University of Guelph (Canadá), el impacto en la estructura del corazón será diferente tanto al practicar natación como al realizar atletismo. 

32 atletas de élite obtienen la respuesta

Para Katharine D. Currie, coautora de la investigación previamente citada, era factible enfocar el estudio en atletas de élite, principalmente en áreas de natación y atletismo de velocidad, para contar con efectos exacerbados obtenidos de un entrenamiento constante, arduo y específico. Por ello, se reclutó a 16 corredores y 16 nadadores canadienses de élite. Hombres y mujeres, algunos especializados en la velocidad; otros, en la distancia. 

El estudio era breve: se les pidió visitar el laboratorio de ejercicio sin haber ejercitado previamente durante 12 horas y, entonces, sólo acostarse en silencio. De esta manera se revisaron los ritmos cardíacos, la presión sanguínea y tanto el estado como el funcionamiento de los corazones mediante ecocardiogramas. 

El resultado era lo esperado: sus ritmos cardíacos rondaban alrededor de 50 latidos por minuto –ligeramente algo inferior a los ritmos cardíacos de personas sedentarias–. Esto, señalaron los científicos, podría deberse a que los corazones de los atletas son robustos: más grandes pero con ventrículos izquierdos eficientes para cumplir de forma óptima con su función. 

Sin embargo, una ligerísima diferencia hizo que el estudio se tornara interesante: los ritmos cardíacos de los corredores eran sutilmente inferiores a os de los nadadores. 

¿Los corazones de los corredores tienen un mejor funcionamiento?

Si bien es verdad que estas pequeñas diferencias entre nadadores y corredores podrían señalar que los corazones de los corredores están en un mejor estado –lo cual permite que los ventrículos izquierdos se llenen de sangre con mayor rapidez–, la realidad es que estas diferencias no muestran realmente si los corazones de los corredores funcionan mejor que los de los nadadores. 

Es decir, dado que los nadadores se ejercitan en una posición horizontal, no tienen que combatir contra la gravedad cuando se encuentran ejercitando y bombeando sangre. Mientras que los corredores sí, lo que obliga a realizar un mayor esfuerzo de readaptación durante el entrenamiento. Es necesario recordar que el estudio se realizó mientras los atletas estaban en descanso, pues seguramente los efectos del entrenamiento durante el mismo proceso podrían lanzar resultados distintos. 

Los investigadores plantean también la posibilidad de que los atletas tuvieran estructuras cardíacas inusuales, las cuales les permiten ejercitarse de tal manera –y no, por ello, que el ejercicio les haya cambiado la estructura del corazón. 

Sin embargo, algo claro quedó mediante esta investigación: no importa cuál ejercicio se elija realizar, los beneficios al cuerpo y a su propio bienestar son irrefutables.

 

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Imagen de portada: Coach Rick Swimming