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Bertrand Russell imagina a Buda y Nietzsche en un debate sobre la compasión y el sufrimiento

En su libro History of Western Philosophy, el filósofo y matemático británico Bertrand Russell imagina un debate en el cielo entre Nietzsche y Buda, sin duda un encuentro de alto vuelo. Russell pone palabras en la boca de estos dos grandes pensadores y denota cierta predilección por Buda, así como una cierta antipatía por Nietzsche. Por ello, hay que tomar este diálogo imaginario con cierto tacto. Pero dicho eso, Russell tiene conocimiento de la filosofía de Nietzsche y hace algunos buenos puntos como crítica. De cualquier manera el ejercicio imaginativo es fascinante para cualquier persona interesada en la filosofía.

Algunos hallan placer en inflingir tortura; otros, como el Buda, sienten que no pueden ser completamente felices siempre que hubiera un ser viviente que sufre. La mayoría divide a la humanidad emocionalmente en amigos y enemigos, y siente simpatía por los primeros, pero no por los segundos. Una ética como la cristiana y la budista tiene su base emocional en la simpatía universal; Nietzsche, en una completa ausencia de simpatía. (Frecuentemente predica en contra de la simpatía; a este respecto siente que no tiene dificultad obedeciendo sus propios preceptos). La pregunta es: ¿si Buda y Nietzsche se enfrentaran, podría alguno producir un argumento convincente para el escucha imparcial? Y no estoy pensando en argumentos políticos.

Podemos imaginarlos apareciendo ante Dios, como en el último capítulo del Libro de Job, y ofrecer consejos sobre el tipo de mundo que se debería crear. ¿Qué dirían?

Buda empezaría su argumentación hablando de los leprosos, los marginados y los miserables; los pobres sufriendo con miembros ampulosos, apenas sobreviviendo, sin comer; los heridos en la batalla, muriendo en lenta agonía; los huérfanos, los torturados por crueles guardianes; e incluso los más exitosos, asediados por el pensamiento del fracaso y la muerte. De todo este bulto de sufrimiento, Buda diría, una vía de salvación debe encontrarse, y la salvación sólo puede llegar por la vía del amor.

Nietzsche, a quien sólo el Onmipotente podría evitar que interrumpiera, exclamaría vehementemente:

Por dios, hombre, debes de curtirte más. ¿Por qué lloriquear por el sufrimiento de algunos?¿O, asimismo, por qué los grandes hombres sufren? Las personas triviales sufren trivialmente, los hombres grandes sufren grandiosamente, y los grandes sufrimientos no deben de generar resentimiento, pues son nobles. Tu ideal es puramente negativo, ausencia de sufrimiento, que puede ser mejor conseguido a través de la inexistencia. Yo, por otro lado, tengo valores positivos. Admiro a Alcibiades, y al Emperador Federico II y a Napoleón. Para que surjan hombres así, cualquier miseria vale la pena. Apelo a ti, Señor, como el más grande de los artistas creativos, no dejes que tu impulso creativo sea sesgado por las divagaciones de este temeroso, degenerado y maltrecho psicópata.

Buda, quien en las cortes celestes ha aprendido toda la historia después de su muerte y ha amaestrado la ciencia deleitándose a la vez que lamentándose por el uso que le han dado al conocimiento los hombres, respondería calmadamente:

Estás equivocado profesor Nietzsche, en creer que mi ideal es puramente negativo. En verdad, incluye un elemento negativo, la ausencia de sufrimiento; pero tiene adicionalmente mucho que es positivo, como se encuentra también en tu doctrina. Pese a que no tengo admiración particular por Alcibiades o Napoleón, yo también tengo mis héroes: mi sucesor Jesús, pues él enseñó a amar a los enemigos; los hombres que descubrieron cómo dominar las fuerzas de la naturaleza y procurar comida con menos trabajo; los médicos que han logrado disminuir las enfermedades; los petas y artistas que han tenido atisbos de una divina beatitud. Amor y conocimiento y deleite en la belleza no son negaciones; son suficiente para llenar la vida de los hombres más grandes que han vivido.

"Como sea", Nietzsche contestaría:

Tu mundo es insípido. Deberías de estudiar a Heráclito, cuyas obras sobreviven completamente en la biblioteca celestial. Tu amor es compasión, que es legitimada por el dolor; tu verdad, si eres honesto, es el implacer, y sólo es conocida a través del sufrimiento; y sobre la belleza. ¿Qué es más bello que el tigre, que le debe su esplendor a su ferocidad? Si el Señor se decidiera por tu mundo, temo que nos moriríamos de aburrimiento.

Tal vez tú [te aburrirías], porque amas el dolor, y tu amor a la vida es un engaño. Pero aquellos que aman realmente la vida estarían tan felices como es posible -felices en el mundo como es.   

Russell no esconde que está de acuerdo con Buda. Su crítica de Nietzsche quizá no es del todo justa, pero sí subraya algunos puntos que son débiles en la filosofía de Nietzsche, siempre y cuando se busque defender lo que Bertrand Russell llamó "simpatía universal", o simplemente las relaciones significativas, la cooperación y la convivencia y la interdependencia, cosas que son fundamentales para la existencia humana, pero que Nietzsche no logra abordar de manera satisfactoria, pues su héroe o noble es un héroe trágico al fin de cuentas, un solitario, alguien que no simpatiza con los demás, en el sentido de que simpatizar es una forma de igualdad, de compasión. Si bien se puede argumentar que encuentra una relación profunda con la tierra misma o con el cosmos –o la energía del poder–, su participación en la humanidad, y eso sólo puede significar su participación e intimidad con los otros seres humanos- es puesta en duda o al menos dejada de lado.

Quizá esta es la crítica que le puede regresar la religión a Nietzsche (quien criticó brillantemente a las religiones), pues éstas suelen considerar lo divino como relación, como intimidad, como conexión.

 

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