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En el verano de 2001 se estrenó 'El viaje de Chihiro', una cinta fundamental en la filmografía de Hayao Miyazaki y una de las más significativas en la historia de la animación

El 20 de julio de 2001 se estrenó en Japón una de las películas más emblemáticas en la historia del cine, Sen to Chihiro no kamikakushi, un título que podría traducirse como Sen y Chihiro lejos de casa y que en los países hispanohablantes es mejor conocida como El viaje de Chihiro. La cinta tuvo tal repercusión que de alguna manera significó un antes y un después para la presencia en el mundo de la animación japonesa y en específico del trabajo de su creador, Hayao Miyazaki, reconocido a partir de entonces como uno de los grandes artífices del anime. 

Grosso modo, la cinta cuenta la historia de una niña de aproximadamente 10 años de edad que enfrenta una y mil aventuras como consecuencia de un cambio mayor en su vida: una mudanza de casa. De hecho, la película comienza así, con la niña en el asiento trasero del automóvil familiar, abrazando melancólicamente un ramo de flores que recibió como regalo de despedida.

Con cierta influencia que podría remitirse a Alicia en el país de las maravillas, Chihiro se interna de pronto y sin saberlo ni quererlo en un mundo fantástico poblado de criaturas estrambóticas, algunas simplemente con forma de animales antropomorfizados y otras más un tanto indescriptibles e inimaginables fuera del contexto de la cinta. Sin duda, fue también esa mitología particular de la tradición folclórica japonesa (inesperada al menos para la mentalidad occidental), lo que cautivó al público de todo el mundo.

Pero quizá lo más importante sea que Chihiro enfrenta todo ello sola. Ese es su gran arco narrativo: al principio se le mira como una niña asustadiza, triste, torpe menos por falta de habilidad que por exceso de temor frente a los otros, pero conforme transita por sus aventuras va ganando la confianza suficiente en sí para ocupar con todo derecho su lugar de protagonista. Así, Chihiro pasa de ser un personaje sujeto a las disposiciones de los demás, a sus órdenes y sus caprichos, a ser la heroína de la historia y gracias a ella el conflicto dramático se resuelve. Y todo debido a una mudanza…

Con cierta frecuencia en la historia de las disciplinas creativas, las grandes obras surgen de anécdotas sencillas en apariencia, cosas que pasan todos los días, sucesos que ocurren diariamente pero cuya singularidad es que concentran un enorme poder transformador para la existencia. Si ya en la edad adulta las mudanzas suelen implicar cambios importantes en los hábitos y en las relaciones de nuestra cotidianidad, ¿qué puede esperarse de una niña o un niño que comprende a su manera el funcionamiento de la vida y el mundo?

Pues bien, justamente El viaje de Chihiro es una respuesta posible a esa pregunta. En cierto modo, la cinta es ese otro lado del espejo que Chihiro necesita cruzar para elaborar la experiencia por la que está pasando. Pero no a la manera de una evasión o una sublimación, sino más bien como una especie de camino que se improvisa hacia un punto adonde se tiene que llegar pero no se sabe cómo. Subjetivamente, a veces (mejor dicho, con frecuencia) la vida nos enfrenta a ese desafío, porque por más que nada es nuevo bajo el Sol, cada persona está llamada a recrear, redescubrir y reinventar el mundo a su manera. Quizá ese sea el verdadero sentido de la creatividad, la razón por la cual el ser humano, desde la infancia, es en esencia un ser de imaginación.

 

Twitter del autor: @juanpablocahz

 

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