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Hopkins, el gran poeta que celebró la belleza incandescente del mundo, describe las luces del norte


The world is charged with the grandeur of God.
    It will flame out, like shining from shook foil;
    It gathers to a greatness, like the ooze of oil
Crushed. Why do men then now not reck his rod?

Gerard Manley Hopkins

Gerard Manley Hopkins, uno de los más grandes poetas en lengua inglesa, fue uno de los espíritus más sensibles a la belleza del mundo. El también jesuita consideró el mundo creado como una teofanía, como la vibrante sinfonía de una inteligencia divina, y la labor del hombre y la naturaleza, la celebración en alabanza de esa belleza. 

Sin duda, uno de los fenómenos naturales que generan más asombro son las auroras. En una entrada de su diario, Hopkins describe este maravilloso encuentro:

Septiembre 24, 1870

Vi por primera vez las auroras boreales. Mi ojo fue arrobado por los haces de luz y oscuridad como la corona de rayos córneos que hace el Sol detrás de una nube. Primero pensé en una nube plateada hasta que vi que éstos eran más luminosos y no apagaban la claridad de las estrellas de la Osa. Se alzaron irradiando levemente desde la línea de la tierra. Luego vi suaves pulsos de luz uno tras otro surgir y desaparecer por encima en un arco, pero parpadeantes y con el arco roto. Parecían flotar, y no seguir la curvatura de la esfera como las estrellas fugaces aparentan, sino libres aunque concéntricas con ella. Esta labor frenética de la naturaleza completamente independiente de la tierra, y que parece acaecer en unos instantes que no pueden ser medidos por nuestras medidas de días y años, sino que son un tiempo más simple, como si corrigiera la preocupación del mundo al solo preocuparse con y apelar al Día del Juicio, fue como un nuevo testigo de Dios y me llenó de un delicioso terror.