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Una nueva ley propuesta por Carmen Calvo en España radicalizaría el consentimiento sexual, exigiendo que la mujer exprese el 'sí' de manera explícita; de otra forma, podrá considerarse como abuso sexual

A la luz de los escándalos de abuso sexual, especialmente los señalados por el movimiento #MeToo, muchos países han empezado a cambiar su legislación para proteger a las mujeres. Países como Suecia, Bélgica, el Reino Unido y demás han creado leyes en las que se señala que debe haber un consentimiento claro, el cual puede expresarse en palabras, hechos o demás; de lo contrario, se puede hablar de abuso o agresión sexual, diferenciando si existe violencia o no.

Recientemente España ha seguido este tren de reformas con la propuesta más radical hasta la fecha, la cual está siendo embanderada por la la vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo, quien es también Ministra de Igualdad. Calvo propone reformar el Código Penal para que la falta de consentimiento expreso por parte de una mujer sea considerada un delito sexual; esto significa que si no hay un "sí" explícito, todo lo demás significa "no", una negativa al consentimiento.

Las penas que contempla el código actual en España son de hasta 15 años de prisión cuando hay violencia e intimidación, y hasta 12 años aunque no exista violencia e intimidación. Calvo señaló que se revisarán las leyes actuales, con un grupo de juristas "feministas" expertas en "violencia de género". Tal reacción ha sido motivada por un fallo en contra de un grupo de cinco hombres, conocidos como "La Manada", los cuales fueron sentenciados a 9 años por abuso sexual con prevalimiento pero no por violación, ya que en el caso se documentó que no hubo un "no" explícito.

No es de extrañar que la propuesta genere una enorme polémica, pues supone que si la persona no ha dicho "sí", por default es "no". Así que, en teoría, un hombre que tiene sexo con una mujer que no le ha expresado en voz alta que sí quiere tener sexo, la ha agredido sexualmente. El País explica lo que significaría esta ley:

La afirmación de la ministra implicaría literalmente que ya no sólo se entendería como crimen cualquier relación sexual que se mantenga sin el consentimiento de la víctima, sino que, además, éste se produciría siempre que ella no haya declarado explícitamente su voluntad de tenerla.

A lo cual comenta razonablemente Margarita Martínez Escamilla, catedrática de derecho penal de la Universidad Complutense de Madrid: "Me parece un poco fuerte entender que si no hay un "sí" expreso entonces es que no hay consentimiento". "Poco fuerte" se queda muy corto. No porque no sea importante tipificar todo acto sexual que se dé en contra de la voluntad de una de las partes, sino porque esta medida crea una enorme laguna legal y marca una nueva pauta en lo que ya es una fuerte tendencia hacia el puritanismo y el revisionismo del sexo como un contrato sexual -es decir, como lo menos "sexy" y espontáneo-.

El problema con esta propuesta es que la realidad es que el consentimiento suele ser implícito, exactamente lo opuesto a lo que esta ley pretende. Ocurre a través de intimaciones, complicidades, acercamientos, sutilezas, gestos, advinaciones y comunicación no verbal. Esto es parte esencial de lo que hace a la seducción atractiva y parte no sólo de la cultura, sino de la evolución humana y animal. De la misma manera que un pavo real ha evolucionado para tener preciosos colores en su cola, el ser humano ha evolucionado para poder seducir a una potencial pareja de maneras aún más sofisticadas, las cuales no pueden reducirse a un sí o no. Por supuesto, se puede tomar la decisión de que podemos prescindir de todo este lenguaje sutil del sexo y firmar un contrato para que luego no haya problemas. Una nueva app permite a los usuarios formar un contrato sexual para relaciones casuales en el que se especifica a lo que se consiente, y así se evitan pleitos. Lo que hace 1 año sonaba desaforado y hasta en tono de broma, hoy en día no parece tan lejano, y a este ritmo en unos meses podríamos ver países en los que sea una práctica común celebrar dichos contratos. 

Es posible que detrás de esta guerra política haya una fobia al amor y a la vulnerabilidad que éste representa y requiere para consagrarse. Por supuesto existen violadores, abusadores sexuales, la inmensa mayoría hombres, a los cuales se debe castigar, y se debe crear mecanismos para poder hacerlo de manera eficaz. Pero otra cosa es que por esta minoría -ya que, en realidad, son sólo un pequeño porcentaje de hombres los que cometen crímenes sexuales- deban ser castigados tanto hombres como mujeres y, en general, la relación entre los sexos y el sexo mismo. Asimismo, sería importante analizar si realmente las propias mujeres quieren estas leyes tan rígidas, o si son sólo un grupo de personas las que consideran que representan a la mayoría, cuando no es así. Este tipo de medidas van en el mismo sentido que esas nuevas políticas educativas que prohiben que los niños forcejeen entre sí y tengan conductas amistosas en las que hay cierta agresividad (pues esto genera "masculinidad tóxica"), que salgan solos, que se ensucien y se expongan a la naturaleza en general. A fin de cuentas, lo que se pierde es mucho mayor que lo que se protege.