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La lectura debería ser una acción deliberativa, de plena conciencia en el aquí y el ahora

Un cuento infantil favorito, una historia inspiradora, una novela extraordinaria, son sólo algunos ejemplos de narrativas que pueden ejercer un cambio significativo en las personas. Por ello no es novedad que múltiples estudios científicos demuestren los beneficios de la lectura a nivel físico, psicológico y emocional. A veces el cambio puede suceder sutil e inconscientemente; otras, sorpresiva y trascendentalmente. Pero en pocas ocasiones nos damos cuenta de la intensidad con que la lectura determina en quiénes nos convertimos. De acuerdo con los lingüistas, la influencia de la lectura se debe principalmente al lenguaje, al cual se le considera la herramienta básica de comunicación e interacción social, de construcción y organización del conocimiento y de adaptación de la realidad en función de la percepción. Es decir que la información absorbida por nuestros ojos al leer crea consciente e inconscientemente modelos lingüísticos sobre el savoir-faire del mundo y la mejor manera de sobrevivir en él. Por tanto, altera los patrones cognitivos e influye en la toma de decisiones a futuro; por ejemplo, en la producción de las labores, la calidad de los vínculos afectivos, la priorización de los deberes y placeres, la diferenciación entre ser y tener, o la capacidad de disfrutar de la soledad. Se trata, en otras palabras, de generar un cuidado de la mente como del cerebro. En consecuencia, no es sólo importante leer sino también lo que se lee. El consumo de literatura intelectual y culturalmente enriquecedora es el responsable de generar nuevas conexiones neuronales que a su vez fortalecen cada sistema corporal y expanden el entendimiento de la realidad. No se trata de la cantidad de libros que se leen al año, sino de la calidad de la literatura que se consume en el mismo lapso. Por ello, es recomendable comprender la lectura como una acción deliberativa, de plena conciencia en el aquí y ahora. De este modo, podría equilibrarse el tiempo que se pasa dando scroll en las redes sociales, se juegan videojuegos en consolas o teléfonos celulares, se ven programas televisivos, se realizan excursiones en la naturaleza, se sale con familiares o amigos, y se consume literatura de calidad intelectual, cultural, etc. Sólo así el cerebro y la mente se adaptarán al tipo de información y estímulos que se les brinde. Para hacerlo, el objetivo es convertir a la lectura en una actividad no intencional -como si se tratase del café de cada mañana o la rutina que ayuda a llegar al trabajo-. Al final del día, la calidad de la mente depende principalmente de la información que se consume.