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La ciencia antes era más poética y, a veces, también más precisa; la primera imagen de un agujero negro es una buena prueba

Desde que hace unas décadas entraron al imaginario, los agujeros negros están siempre ahí, aunque hasta hace poco jamás los habíamos visto, ni siquiera ilustrado. Inconmensurables, con una potencia difícil de imaginar y un rol protagónico en la dinámica de nuestro universo, estos objetos, o mejor dicho misteriosos portales, eran sólo imaginados visualmente. 

Su capacidad para alterar radicalmente los patrones del tiempo-espacio, así como su inasible presencia, los hacían más intrigantes. Sin embargo, este "punto de no retorno de la luz y la materia" fue visualizado en 1979 por Jean-Pierre Luminet, con nada más que una temprana computadora, avezados cálculos matemáticos y mucha tinta.

Lo curioso es que, además de lo poético de la imagen, que recuerda a un ojo humano "enrimelado", quizá una ojera femenina, esta imagen es más precisa que muchas de sus sucesoras, elaboradas con equipo avanzado y la experiencia astronómica acumulada, de forma acelerada, en la última mitad de siglo. De acuerdo con The Space Academy, en la imagen de Luminet la energía y la luz son más intensas cerca del filo del agujero negro, y más débiles conforme se aleja. Además, ilustra los efectos de Doppler y Einstein, provocados por la rotación del disco de acreción, que provocaría un brillo más intenso de un lado, dependiendo de la dirección en la que gira tal disco.  

En todo caso quedémonos con la sugerente estética de esta imagen pionera de un agujero negro, muy superior a las posteriores visualizaciones generadas por computadora y a la, para muchos paradójica, precisión que logró Luminet, superior a la de las más recientes. 

A fin de cuentas la ciencia tiene mucho de poesía, lo cual es algo que, a veces, parece que hemos ido olvidando.