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Es más fácil aprender a leer que aprender un nuevo idioma, según estudio

Libros

Por: Jimena O. - 06/01/2017

De acuerdo con estudios realizados en el Instituto Max-Planck para la Psicolingüística de los Países Bajos, la lectura altera las conexiones neuronales tanto en la periferia flexible como en las regiones más profundas

No es la primera vez que los estudios científicos han mostrado los numerosos beneficios de la lectura. Por ejemplo, se dice que la lectura ayuda a mantener activas las cortezas frontal, occipital y temporal, las cuales activan a su vez el hipocampo y el lóbulo temporal medial, y fortalece el razonamiento, la planificación hacia el futuro, la resolución de problemas y la toma de decisiones, entre otros; también se dice que mejora la empatía y la comprensión de los demás, pues contribuye a disminuir el nivel de estrés y los prejuicios generados por la cultura. 

No obstante, los científicos apenas han descubierto que leer tiene un impacto –físico– en el cerebro de los individuos. De acuerdo con los estudios realizados en el Instituto Max-Planck para la Psicolingüística de los Países Bajos, la lectura altera las conexiones neuronales tanto en la periferia flexible como en las regiones más profundas. 

Es decir que si hasta ahora se asumía que la lectura generaba cambios sólo en la superficie cerebral, en el córtex, ahora se sabe que el proceso tiene efectos más profundos en torno a la flexibilidad neuronal. Para Falk Huettig, encargado de la investigación realizada en el Instituto, el crecimiento del conocimiento a través de la lectura es sorprendente, pues “es mucho más fácil para nosotros aprender a leer que aprender un nuevo idioma”. Esto se debe a que las conexiones neuronales se reorganizan en las estructuras profundas del cerebro, principalmente en las regiones del pulvinar –en el tálamo– y del colículo superior –en el tallo cerebral. 

De alguna manera, esta reorganización neuronal incrementa la funcionalidad tanto en el tálamo como en el tallo cerebral, extendiéndose hacia las zonas más superficiales del cerebro –principalmente en la corteza frontal–, como si fuera un circuito ininterrumpido del exterior hacia el interior, y del interior hacia el exterior. Debido a ello, los investigadores asumen que la información visual trasciende hacia numerosas habilidades cognitivas mediante el flujo sanguíneo y que las regiones más profundas del cerebro poseen una maleabilidad que solía ignorarse.

En palabras de Huettig:

No se había visto antes que inclusive estas estructuras tan profundas en el cerebro, que eran evolutivamente antiguas, tuvieran cambios fundamentales y lograsen adaptarse a nuevas herramientas al grado de comunicarse efectivamente con partes de la corteza, como la corteza visual.

La importancia de este descubrimiento reside en el apoyo a tratamientos para pacientes con autismo, dislexia y otras condiciones relacionadas con el tálamo o la educación. Huettig concluye sobre el tema que:

las implicaciones sociales de este tipo de investigación son enormes. Necesitamos comprender el nivel de flexibilidad de los cerebros adultos para adquirir habilidades cada vez más complejas y así estructurar programas de apoyo que brinden mayores posibilidades de éxito a las personas iletradas.

 

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