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Hay personas con las que no vale la pena discutir, entre ellas quienes presentan rasgos de personalidad psicópata

En Pijama Surf nos hemos ocupado previamente de la personalidad que, a medio camino entre la precisión técnica y el acercamiento pop, se considera psicópata. El cine, ciertas series de televisión y la fascinación contemporánea con el narcisismo han fomentado el interés por esas personas que parecen incapaces de considerar otro interés más que el suyo propio, que mienten, manipulan pero que, contradictoriamente, pueden ser también muy atractivos y seductores, entre otros rasgos.

La psiquiatría y otras ciencias de la mente han caracterizado bien este trastorno de personalidad, mismo que, desde esta perspectiva, sin duda merece atención clínica. Sin embargo, en una de las situaciones más sorpresivas de nuestra época, es curioso cómo la psicopatía parece gozar actualmente de cierta “tolerancia social”, en buena medida porque sus resultados y efectos encuentran correspondencia con valores culturales que se aprecian. El CEO de una gran empresa, un banquero o un donjuán pueden conducirse como psicópatas funcionales, pero escapan al tratamiento médico, porque en nuestra sociedad, su conducta se mira como causa de su “éxito”.

En parte ésa es la razón por la cual compartimos esta nota ahora. Si esta premisa tiene un grano de verdad, en nuestra vida contemporánea es probable que tratemos con personas cuya mente sigue el camino peculiar del interés propio y la nula empatía.

 

Mienten e invocan pretextos

La mentira es una de las habilidades más extrañas del ser humano, de nuestro lenguaje, nuestra cultura e incluso de nuestra capacidad cerebral. En cierta forma es admirable, pero lo cierto es que a nivel de una relación personal, su efecto es más bien tóxico, en casi cualquier caso. Mentir es para ciertas personas el recurso que encuentran para “salirse con la suya”, hacer que sus intereses prevalezcan sin importar el parecer o la posición de otras.

 

Su tono es condescendiente e impositivo

Cuando conversamos con alguien más y esa persona se siente por encima de su interlocutor, mejor en cierto aspecto e incluso con “derecho” de autoridad, eso se nota en sus palabras y especialmente en su manera de dirigirse a los demás, casi siempre con un tono falsamente amable, zalamero, quizá incluso complaciente, suponiendo que la otra persona es inferior y por ello puede imponer su punto de vista.

 

Emplean la hipocresía como estrategia

Hay personas que no duda en humillarse a sí mismas si eso conduce a la reacción que buscan. ¿Y cuál es esta? Que el interlocutor se sienta mal por haberlos llevado hasta el extremo de la abyección. En este sentido, se trata de un recurso hipócrita y perverso.

 

Parecen tener múltiples personalidades

El ser humano no está hecho de una sola pieza, y cualquiera de nosotros, en diversos momentos de nuestra vida, podemos dar cuenta de esa diversidad de caracteres. Según las circunstancias podemos mostrarnos alegres, tristes, frustrados, enojados, pero en el caso de las personalidades de tintes extremos, su tendencia es a exagerar dicha multiplicidad, pero a su conveniencia. Pueden mostrarse como unos santos o como el peor ser humano jamás nacido, benévolos, generosos, severos, inflexibles, etc., en función del momento en que se encuentre y que pueda ser más útil para sus propósitos.

 

Usualmente se colocan en el lugar de la víctima

Hay personas que al contar la historia de su vida incurren en una constante: todos sus infortunios se deben a los demás, que invariablemente conspiran en su contra. Vivir creyéndose una víctima de las circunstancias puede ser muy cómodo, pues exime a una persona de toda responsabilidad sobre sus propias decisiones, acciones, errores y faltas.

 

No son capaces de empatía, ni siquiera en las emociones más básicas

Sabemos bien cuando decimos o hacemos algo que hiere a una persona, que la hace sentir mal o que puede enojarle. Decir que no nos damos cuenta es mentirnos a nosotros mismos. Y si no lo sabemos, haríamos bien en buscar algún tipo de consulta psicológica.

 

Sin incurrir en prejuicios ni falsas impresiones, quizá esta guía resulte útil para tratar con personas con quienes, paradójicamente, el único recurso útil es no engancharse con ellas.

 

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