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Para el visionario arquitecto Bucky Fuller, la productividad depende de una serie de pequeñas operaciones precisas y de tener gran flexibilidad frente a los cambios

A menudo escuchamos aquello de que es necesario dar un “salto al vacío” para hacer un gran cambio en nuestra vida: dejar atrás las seguridades materiales o cognitivas y abrazar con pasión lo desconocido. Aunque sin duda existen momentos en la vida en que todo depende de una simple decisión, la creación de una vida fructífera en términos creativos, vitales, incluso profesionales, no depende únicamente de un salto decisivo, sino de arriesgarse a dar una y otra vez ese salto, a la vez que se aprende de todas las caídas anteriores.

Richard Buckminster Fuller fue un científico prodigioso, diseñador del domo geodésico, además de consumado arquitecto. Pero hubo un periodo en su vida donde todo parecía ir mal: perdió su trabajo como presidente de una constructora, su hija mayor falleció y su segunda hija venía en camino. En cierto momento, Fuller pensó en saltar literalmente al vacío desde el puente sobre el lago Michigan. En ese instante tuvo un momento “eureka”, y decidió que si estaba tan dispuesto a perder la vida, bien podría intentar transformar su vida en un experimento científico del cual poder aprender.

Según Taylor Pearson, lo que Fuller hizo en ese momento fue “dividirse” en dos personas: estaba Bucky Fuller “el científico”, quien trataría su vida a partir de ahora como un experimento científico, y Bucky Fuller “el operador”, que llevaría a cabo todos estos experimentos en el mundo real. El científico transforma la intención en atención a través del agenciamiento, la experiencia subjetiva y la concentración, mientras que el operador lleva a cabo las tareas necesarias para la realización de los objetivos propuestos por el científico. Es como dividirse a uno mismo en dos mitades, las cuales trabajan a su vez en beneficio mutuo.

A continuación resumimos en cinco propuestas las cualidades de la mentalidad científico / operador y sus posibles aplicaciones prácticas para la productividad individual:

1. El error es una forma de aprender

Ver tu vida como un experimento científico es deshacerte de la noción de fracaso. Si te planteas un objetivo a corto o mediano plazo y en el camino ves que algo falla, tu “científico” interno puede llevar a cabo un análisis de qué salió mal y por qué, para que tu “operador” realice los ajustes necesarios en el futuro. En este sentido, los errores sirven para mejorar las hipótesis y los supuestos básicos de lo que queremos hacer (escribir un libro, terminar la tesis, abrir una tienda en línea, etc.), y evitar la frustración de que las cosas no salgan como queremos a la primera.

2. Ten opiniones firmes, pero flexibles

En ocasiones argumentamos a favor de una idea o un proyecto sólo porque es nuestro o porque estamos involucrados en él. Nuestras ideas y proyectos son el resultado de nuestras experiencias subjetivas, pero eso no los hace más reales o verdaderos que los de los demás. El apego hacia los proyectos o ideas en realidad parte del ego, y el ego es un terrible enemigo de la creatividad; si estás dispuesto a cambiar de opinión para aceptar la crítica constructiva y la retroalimentación, seguramente descubrirás cosas que no sabes o no habías considerado dentro de tus propias ideas. Dicho de otro modo, que tu “operador” actúe con determinación mientras tu “científico” toma notas de sus aciertos y errores.

3. Enfatiza tus fuerzas, olvida tus debilidades

Si en la escuela te va mal en Matemáticas, lo más probable es que termines haciendo más exámenes y cursos extra de Matemáticas con el objetivo de “aprobar” la materia. ¿Pero por qué si te va bien en una materia no te dejan hacer más de eso? Desafortunadamente, el sistema educativo tradicional no está diseñado para descubrir y enfatizar los talentos individuales de cada estudiante, sino para homologarlos a todos en una medianía “aprobada” por el sistema educativo. Saber un poco de todo es bueno, pero es más importante conocer y fomentar tus puntos fuertes y buscar ayuda con los débiles. Por ejemplo, si estás haciendo una página web y eres muy bueno para la programación pero no tanto para el diseño gráfico, es mejor aceptarlo y conseguir a alguien que complemente tus fuerzas con las suyas.

4. ¿Qué estás dispuesto a perder?

Cuando lidiamos con recursos limitados (como tiempo, dinero o personal) siempre es bueno hacer un balance estimado de qué podemos perder si todo sale mal. Plantear los peores escenarios posibles no es un ejercicio neurótico de autoconmiseración (aunque puede serlo), sino una estimación responsable de qué panoramas negativos pueden presentarse. Tal vez puedes dedicarle a un proyecto un año de tu vida y una cantidad determinada de dinero, ¿pero qué pasa si después de ese tiempo no alcanzas tus objetivos? No se trata de crisis existenciales, sino de qué estás dispuesto a dar y qué necesitas recibir a cambio de tu esfuerzo / tiempo / dinero, etc. Un panorama así le dará un mejor campo de trabajo a tu científico y a tu operador.

5. Fíjate en el proceso, no en el resultado

Sabemos que puede sonar paradójico decirte que te plantees un objetivo y luego decirte que lo dejes de lado, pero esa parece ser una buena idea cuando hablamos del arte de la productividad personal. Si supieras de antemano que tu plan para este año no va a funcionar, ¿no cambiarías de opinión? La mentalidad científica está basada en la sistematización del proceso, no de los resultados, pues es el proceso el que indica los cambios de dirección, así como lo que explica finalmente que se obtengan o no los resultados esperados. En otras palabras, si haces las cosas igual una y otra vez y no obtienes los resultados que deseas, tal vez necesites replantearte el proceso y aprender de tus errores.