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Esta viñeta del ilustrador Asaf Hanuka nos muestra por qué debemos hacer caso a los conflictos de nuestra mente

La mente es quizá el recurso más poderoso del ser humano pero, como todo poder, uno que lo mismo puede usarse a favor que jugar en contra. La mente puede ser un páramo o una selva exuberante, un libro abierto pero también un pergamino en el que se reconocen apenas unos cuantos caracteres, laberinto o camino franco. 

Quizá por eso, casi desde que el hombre adquirió conciencia la mente ha sido también objeto de observación minuciosa y persistente. Desde las artes, la religión, la ciencia, la filosofía y otros campos de conocimiento se ha indagado sobre el funcionamiento y la salud de la mente, con resultados diversos y conclusiones provisionales que, a lo largo de la historia, han arrojado distintas perspectivas desde donde es posible ponderar y entender los alcances de experiencia psicológica de la realidad.

Sin embargo, si es posible encontrar una constante en todos estos métodos de aproximación es quizá que su propósito ulterior es clarificar la mente. Si antes señalamos su carácter múltiple, difuso y hasta un tanto inaprehensible, es porque así nos parece incluso nuestra propia psique: una madeja en la que no es fácil encontrar el extremo que haga posible desenredarla. ¿Con qué fin? Esencialmente, el autoconocimiento, la clarificación de sí que permite al individuo entender el lugar que ocupa en el mundo en función de las experiencias, conocimientos y deseos que lo han llevado hasta ahí.

Esto, que podría parece complejo, queda notablemente explicado no con palabras sino con los trazos y colores del ilustrador de origen israelí Asaf Hanuka, de quien compartimos esta viñeta que, al menos en sus primeros tres cuadros, quizá admita esta lectura que hacemos del trabajo que distintas terapias hacen sobre la psique.

La ilustración es sumamente elocuente porque además de que ejemplifica cómo un acto puede devenir en la resolución del embrollo mental de una persona, muestra también que los resultados de este mismo acto tienen el potencial de convertirse en un puente con el mundo, en la medida en que existen otras personas que pueden conectarse con esa expresión de la subjetividad creativa (lo cual, por ejemplo, es el fundamento de las artes).

Cabe resaltar, por último, que aquí entendemos la idea de “terapia” en un sentido amplio, siempre y cuando cumpla con ese propósito de dar al propio sujeto claridad sobre su mente. Esto hay quienes lo encuentran en el diván del psicoanalista o en el tiempo que dedican a la meditación, al escribir o quizá al ejercitarse; también como en la ilustración y como acaso le suceda al propio Hanuka, puede ser que surja dibujando.