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Lo que podemos aprender del fotógrafo Ansel Adams en la era de Instagram (y el exceso de imágenes inanes)

Arte

Por: Jimena O. - 05/15/2016

Una reflexión sobre el verdadero arte de la fotografía, en un momento en el tiempo en el que pareciera que la imagen está devaluada por su exceso y redundancia

Como señala The Nerdwriter, vivimos en la época del abuso de la fotografía: todo es fotografiado. Cada 6 meses se producen más fotos que estrellas en la galaxia. Este imperio hiperlaxo e hiperconsumista de la imagen ha hecho que de alguna manera las imágenes pierdan su valor, y que entre más imágenes tenemos menos interactuamos con unas que sean verdaderamente bellas y significativas.

En este ilustrativo video se explica cómo el proceso de un fotógrafo como Ansel Adams, uno de los más reconocidos de la historia, tiene un valor y un cierto misticismo de la creatividad. No se trata solamente de ir a los mejores lugares y simplemente pasar la cámara por el espacio y luego ponerle un filtro o retocar digitalmente lo captado. Se trata de crear un puente entre la imagen de la naturaleza, el ojo de la mente y lo que la cámara capta y reproduce.

Al principio Ansel Adams tomaba imágenes solamente como un diario visual --como la mayoría de nosotros-- pero un día de 1927, al encontrarse en un paisaje montañoso, logró el primer momento consciente de la técnica que llamaría "visualización": utilizar el ojo de la mente para formar una impresión mental y luego empatar este atisbo con la imagen; esto es una forma de disolver las fronteras entre los medios visuales. Adams desarrolló otra herramienta llamada "el sistema de zona" que divide los blancos y los negros en 10 segmentos de tonos, el cual se convierte en un mapa mental que se superpone a la realidad; se intenta cubrir todas las zonas de 0 a 10 de negros a blancos para capturar una imagen total que nos lleve a una experiencia profusa en matices. "Una fotografía puede revelar interminables horizontes de significado", decía Adams.

Hoy en día es fácil crear imágenes que aparentan ser estéticamente geniales pero, ¿cuántos realmente consiguen traducir la visualización del ojo de la mente a la realidad de la imagen, cuántos realmente logran encontrar el momento mágico de la luz y el espacio, los dos elementos que se convierten en la unión no dual de la realidad? Seguramente existen personas que consiguen esto, y el mismo Adams consideraba que la tecnología podía llevar a la fotografía a un siguiente nivel; sin embargo, esta tecnología debe servir siempre a la intención y al espíritu, y no ser un simulacro o un sucedáneo del proceso artístico.