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La era de Internet se ha aliado a la tendencia individualista y juntos han detonado lo que muchos consideran un narcisismo epidémico

El concepto de narcisismo como tal nace hace más de 2 mil años con la leyenda de Narciso, escrita por Ovidio. Posteriormente se popularizaría gracias a que Freud retoma dicho mito para explicar aspectos de su teoría del ego, y a partir de entonces el narcisismo se ubicaría como un fenómeno de la psique humana que, cuando excede un cierto nivel, se torna una patología. 

El aspecto saludable o neutral de esta acepción tiene que ver con la seguridad de una persona en sí misma, así como con el amor propio. Sin embargo, cuando un individuo se muestra demasiado preocupado por sí mismo y su estabilidad requiere de la aceptación y admiración del otro, entonces empieza a florecer el doble filo. La carencia de estos ingredientes en la vida del narcisista detona un alto nivel de inseguridad en él, e inclusive depresión. Por eso busca casi insaciablemente estos aditamentos anímicos y aunque se muestra muy sólido y seguro frente al mundo, en realidad es un perfil psicológico bastante frágil. 

Si bien el narcisismo como fenómeno ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemorables, en los recientes se advierte una notable propagación de esta condición. Para explicar esta situación se han señalado diversos factores, entre ellos la orientación hacia el individualismo que se consolidó tras la era industrial y que en las últimas décadas ha acentuado el cambio de un compromiso con lo colectivo a un enfoque en el bienestar individual; también se apunta a este afán de las retóricas de autosuperación por nutrir, quizá en exceso, el tema de la autoestima. Como tercer factor se señala la revolución digital y la masificación de redes sociales; en particular se califica a Facebook e Instagram como vitrinas en las cuales proyectamos personalidades semificticias en espera de la aprobación colectiva y, aunque resulte un tanto paradójico, las "redes sociales" son virtuales comunidades que al parecer terminan alimentando más el ego individual que la responsabilidad colectiva o la empatía.

De hecho, como  bien menciona este artículo de Psypost, un gran cúmulo de estudios orquestados en la Universidad de Harvard concluyó que aquello que más felicidad genera son las relaciones fuertes y duraderas o, en otras palabras, que "la transición de la inmadurez a la madurez es análoga a la transición del narcisismo a la conexión".