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El simbolismo del roble es uno de los más portentosos del reino vegetal. Observa cómo Neil Bromhall filmó la transición de una bellota a una rama con hojas, en su hermoso video

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La noble historia del roble comienza como una bellota, de cáscara dura, que las culturas antiguas tenían por un símbolo de sabiduría. De acuerdo a un magnífico artículo en Arsgravis, ello quizás se debe a su relación con otro fruto llamado en hebreo lutz (almendra, nuez) que aparece en la visión de Jacob. “Según la cábala, lutz es un núcleo indestructible que se sitúa en la base de la columna vertebral del hombre, de donde ha de surgir la vida nueva, que en la historia de Jacob se representa por la escalera que une la tierra con el cielo”, señalan.

Alto, robusto, duro y asombrosamente poderoso, este árbol procuró un carácter divino para el hombre porque, además del símbolo de su semilla, atraía de manera particular al rayo (al igual que el ser humano), lo cual para la mayoría de las culturas era símbolo de bendición. Lo cierto es que para todo el que haya visto alguno en esplendor, el roble es uno de esos árboles fuertes y prominentes que representa casi arquetípicamente al árbol como axis mundi. No por nada se convirtió en un árbol consagrado a Zeus, el señor de los truenos y los rayos, y en la alquimia simbolizó la imagen del atanor donde se cuece la materia virginal de los filósofos.

Este bellísimo video time-lapse que hizo Neil Bromhall nos lleva desde la semilla (lutz) de un roble hasta que comienza a surgir su primera raíz y el primer brote comienza su ascenso hasta el exterior; rompe la superficie de la tierra y forma sus primeras hojas. El rompimiento de vida como un acto de magia. Pensemos que la palabra inglesa door (puerta), de hecho, deriva del vocablo gaélico duir, que significa roble, solidez y protección. Incluso el vocablo druida (nombre de los sacerdotes celtas) proviene de esa raíz lingüística. Por otro lado tenemos el vocablo ABRACADABRA, que sirve para abrir cosas cerradas, que podría traducirse por el rayo (baraq) como la palabra (dabar), cosa que se interpreta como que el rayo divino abre la palabra perdida, que como una semilla, lutz,  yace enterrada en el ser humano. Bromhall hizo un estupendo trabajo al mostrarnos cómo en el roble está contenida la puerta y el rayo que la abre.

 

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