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Los torrentes salinos subterráneos que nutren las Cataratas de Sangre de la Antártida conectan un inesperado ecosistema que sobrevive en las condiciones más adversas

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En la Antártida existe un lugar que hace honor a la fama legendaria del continente: las llamadas Cataratas de Sangre. Se trata de una caída de agua en donde la salinidad del líquido se combina con un nivel elevado de hierro del terreno y, finalmente, con el oxígeno del aire, lo cual resulta en un torrente rojizo que a la distancia semeja una herida sangrante.

Recientemente el sitio fue objeto de una investigación realizada por científicos de la Universidad de Tennessee, quienes analizaron los flujos subterráneos de agua salada que nutren las cataratas y notaron que existe una conexión entre estas y lagos cercanos que desde la superficie parecen separados entre sí. Según estas observaciones, realizadas con un helicóptero equipado con un sensor especial, hay afluentes que van desde la costa hasta 12km de profundidad y, en el caso del agua que fluye bajo el glaciar Taylor, hasta con 5km de profundidad.

Esto, sin embargo, no es sólo una curiosidad hidrológica. Los investigadores descubrieron que dichos flujos subterráneos son también la conexión de un ecosistema que sobrevive en condiciones que podrían creerse adversas, en especial la elevada salinidad del agua y una temperatura de -15°C, lo cual no obsta para que en pequeñas oquedades existan colonias de microbios que tienen ahí su hábitat.

La investigación es útil no sólo para entender la evolución de la vida en la Tierra sino incluso en otros planetas, pues las condiciones mencionadas podrían equipararse a las de la superficie de Marte o las lunas de Júpiter, en donde alguna vez hubo agua.