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No hay una fórmula ni un método para ser un buen artista, pero siempre hay congruencia, incluso sí accidental, entre el hombre y sus productos

Quizá podamos completar algo de la psique de los artistas que nos gustan si vemos su lugar de trabajo. Al menos podemos hacer el grato ejercicio de comparar, por ejemplo, qué tanto se parecen sus estudios y sus obras, o ellos y sus estudios (véase Yue Minjun), u observar los elementos que tenían alrededor y que los dotaban de inspiración al pintar.

Monet con un sillón a mitad del cuarto donde pintaba sus hermosas Ninfeas, como si ese sillón sugiriera la posición perfecta para observar sus jardines rectangulares; la ansiedad de Francis Bacon representada en los muros de su estudio al igual que en sus dibujos; Ron Mueck en una suerte de anfiteatro donde nacen sus humanos-más-que humanos… Todo esto quizá nos ayude a entender que no hay una fórmula ni un método para ser un buen artista, pero siempre hay congruencia, incluso sí accidental, entre el hombre y sus productos.