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La vida nos presenta preguntas que podemos contestar de diversas maneras, mejor si tenemos diversos recursos a nuestro alcance

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¿Es posible sentirse todos los días igual y, al menos en un solo aspecto, tener todos los días el mismo deseo de salir a la vida? Yo pienso que esto es posible, tanto como es posible tener la vida que uno quiere, una existencia hecha a la medida de nuestro deseo.

Sin embargo, también pienso que esto no es sencillo y, más bien, que el camino que conduce a esta meta tiene sus altibajos y sus baches, sus momentos de duda y quizá incluso de desesperación. Hay días, para decirlo pronto, en que cuesta bajarse de la cama y retomar la vía del mundo. Hay días en que la creencia firme e irrenunciable en un deseo puede no tener el vigor suficiente para empujarnos y movernos, para hacernos salir de las sábanas y tomar una ducha y recomenzar ahí donde nos quedamos la noche anterior. ¿Para qué retomar la frase inacabada? ¿Para qué decir buenos días? ¿Por qué seguir con el trabajo que podría estar haciendo otro?

Sólo que no es así. Si hay un por qué y un para qué, cada quien lo descubrirá a su manera y en su propio tiempo. Yo creo en un motivo, en eso “indestructible” a lo que aludió Kafka en su aforismo sobre felicidad: “En teoría existe una posibilidad perfecta de felicidad: creer en lo indestructible dentro de uno mismo y no aspirar a ello” (Aforismos de Zürau, 69). Eso es, en parte, lo que a mí me anima. Yo, como muchos otros, también tengo ahora un trabajo común y corriente y una existencia incompleta, todavía no tan satisfactoria como quisiera. Pero por ese motivo secreto es como si estuviera parado sobre un pequeño pedrusco que mantiene mi cabeza apenas por encima del mar, que me impide ahogarme en tanto la marea desciende apenas un poco para conseguir lo que quiero. Pero esa es mi respuesta, y no sé si le sirva a alguien más.

A veces también funcionan otras cosas. El ejemplo de alguien más, la frase de otra persona, el testimonio de quien pasó por dudas parecidas a las que tienes en este momento. A veces funciona mirar hacia otro lado, distraerse, aflojar un poco la atención para dejar que tome rumbo por sí misma. Como en alguno de estos cinco videos —que, después de todo, pueden tener un hilo común que los conecta— no está de más recordar que hay algo que nos aguarda, a pesar de que en este momento parezca que no está ahí.

A veces hace falta perderse para encontrar lo que siempre estuvo frente a nuestros ojos. 

 

 

El gran Bill Hicks nos recuerda que la vida es un paseo. Y que todos los días tenemos que elegir entre el miedo y el amor, y que esa elección es sólo nuestra.

 

A lo largo de nuestra vida, todos nos enfrentamos con decisiones agonizantes, elecciones morales. Algunas son a gran escala, la mayoría de estas elecciones son inferiores, pero nos definimos a nosotros mismos según las elecciones que hacemos. De hecho, somos la suma total de nuestras elecciones. Los eventos se desarrollan tan impredeciblemente, tan injustamente, que la alegría humana no parece haber sido incluida en el diseño de la Creación. Somos sólo nosotros, con nuestra capacidad de amar, quienes damos sentido al universo indiferente. Y sin embargo, la mayoría de los seres humanos parece tener la habilidad de seguir intentando e incluso encuentran felicidad en cosas sencillas como su familia, su trabajo y en la esperanza de que las futuras generaciones puedan llegar a comprender más.

Un discurso breve de Louis Levy al final de Crimes and Misdemeanors, de Woody Allen (1989). Levy es un profesor universitario ficticio, psicólogo y filósofo influenciado por su tradición judía, cuya visión de la vida coquetea con el pesimismo pero sólo para reivindicar mejor la necesidad del amor y la ética en nuestras decisiones cotidianas.

  

La única manera de ser feliz es amar. A menos que ames, tu vida se esfumará. Haz el bien. Maravíllate. Espera.

No hay mucho qué añadir a esto. Salvo, quizá, la referencia de la música que se escucha: Hector Berlioz: Grande Messe des morts, Offertoire: Domine Jesu Christe.

  

En 1998 Baz Luhrmann tomó un discurso para graduados original de Mary Schmich (1997), pidió al actor Lee Perry que lo leyera en forma de spoken word y lo mezcló con la canción “Everybody's Free (To Feel Good)", de Rozalla (1991). El resultado: esta versión noventera del carpe diem, una combinación de consejos sencillos y aun así poco ejecutados (“Cuida tus rodillas”) con otros un tanto más trascendentes (“Tal vez te cases, tal vez no…”) que, en suma, conforman un llamado a aprovechar nuestra juventud mientras la tengamos, tanto como sea posible.

 

También en la tradición de los discursos para los jóvenes que salen de la universidad para enfrentarse al mundo, en mayo de 2005 David Foster Wallace pronunció este que ahora se conoce como Esto es agua. Su singular título se debe a una historia casi zen con que Wallace comenzó a hablar:

Hay dos peces jóvenes nadando y sucede que se encuentran con un pez más viejo que viene en sentido contrario y que los saluda con la cabeza y les dice “Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?” Los dos peces jóvenes nadan un poco más y entonces uno de ellos se vuelve hacia el otro y dice “¿Qué diablos es el agua?”.

Pasa, nos dice Wallace, que usualmente olvidamos lo más evidente, perdemos de vista lo que más importa porque es aquello que nos mantiene con vida, como personas y como un colectivo. La verdadera educación nos hace tener presente siempre esa frágil red de valores que nos hacen ser humanos con nosotros mismos y con quienes nos rodean.

Esta interpretación, por cierto, va y viene de internet desde mayo de 2013, fecha en que la pequeña productora The Glossary la realizó sin saber que al poco tiempo los herederos de Foster Wallace pedirían que el video fuera retirado del dominio público por un reclamo de derechos de autor.

 

Esa es la oferta. Elige el video que quieras, si alguno te agrada. Míralo, escúchalo y date cuenta que, después de todo, estar vivo es una gran oportunidad para hacer grandes cosas.

Twitter del autor: @juanpablocahz