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El polígrafo es usado como herramienta de evaluación de la confiabilidad de personal de seguridad pero, según algunos activistas, también es utilizado como herramienta de persuasión
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imagen: eleconomista.com.mx

La efectividad del polígrafo (también conocido popularmente como “detector de mentiras”) tiene muchos detractores, pero cientos de agencias de seguridad, así como empresas del sector privado, siguen sometiendo a sospechosos a la infame prueba. Doug Williams trabajó en el departamento de policía de Oklahoma durante mucho tiempo como operador del polígrafo, y después se convirtió en un activista en contra del mismo. En su sitio web escribió: “Recuerda, ¡decir la verdad sólo funciona el 50% de las veces!, así que protégete de ser acusado falsamente y aprende a pasar”.

Williams no sólo te da este consejo, sino un curso completo en DVD para pasar por la prueba como todo un villano de James Bond, poniendo tu mejor cara de póquer, sin que el aparato detecte si mientes o dices la verdad.

Activistas como Isabel Miranda de Wallace incluso han solicitado que la prueba del polígrafo sea aplicada a jueces de la Suprema Corte de Justicia, sin que la petición haya tenido eco: el aparato aún es signo de criminalización a priori, y atenta contra la presunción de inocencia en la jurisdicción mexicana.

Pero la verdad acerca del polígrafo es que no puede “detectar” mentiras, pero sí es sensible a cambios en la respiración, circulación sanguínea y transpiración, elementos que le permiten a los operadores construir un caso en tu contra.

En México, el polígrafo es utilizado para evaluar la confiabilidad de elementos de la Procuraduría General de la República, al igual que para evaluar a candidatos o mandos medios en las empresas reclutadoras. A pesar de que los resultados del mismo no tienen validez legal en la jurisdicción de nuestro país, en algunos casos pueden ser la diferencia entre conseguir un empleo o no (aunque bien pensado, ¿por qué querrías trabajar en un lugar que te somete a pruebas de la Guerra Fría?).

Mentir con la verdad

No importa si eres culpable o inocente: si el polígrafo detecta signos de nerviosismo, podrías ser acusado injustamente. ¿Qué hacer en esos casos? Expertos como Williams tienen trucos de lo más exóticos, desde morderte la lengua antes de contestar (una curiosa metáfora de la mentira) hasta realizar ejercicios de visualización de una situación tranquilizadora, digamos, una playa apartada y una cerveza fría.

Los operadores te pedirán que relates alguna historia (probablemente aquella por la que te aplican la prueba en primer lugar), que respondas algunas preguntas generales e incluso que resuelvas algunos problemas aritméticos simples para calibrar el dispositivo. Luego tendrás que contar la historia en orden cronológicamente inverso y cosas así. En realidad, lo único que el polígrafo puede evaluar es tu nivel de nerviosismo fisiológico, o como nos gusta llamarlo en jerga pseudocientífica, tu reacción frente a un peligro inminente.

Los operadores serán quienes evalúen y contrasten tus respuestas con las mediciones del polígrafo. Es por este elemento humano que muchos activistas en contra del polígrafo creen que la prueba apela más al sentimiento de culpa que a una metodología criminológica estricta. El único secreto, a decir de los expertos, es estar calmado, dormir bien la noche anterior, pensar lo menos posible en la prueba y responder de manera clara y directa. Pasarse la noche anterior preocupado por la prueba sólo hará que tu cuerpo muestre reacciones adversas para los efectos del polígrafo, así que lo mejor es seguir tu rutina normalmente.