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¿Qué prefieres, ketamina o Prozac? (una nueva visión de lo que es la depresión y cómo tratarla)

AlterCultura

Por: pijamasurf - 12/12/2014

Existen otros métodos más interesantes para tratar la depresión que los fármacos que interactúan con la serotonina, entre ellos la ketamina, pero tal vez las farmacéuticas no permitan que las personas deprimidas encuentren estas alternativas

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Ketamina bajo el microscopio en ilustración artística

 

La depresión es la secularización de la melancolía. Hemos perdido a los dioses. Hemos perdido lo que antes estaba detrás de ella. Es por eso que es tan "deprimente". 

James Hillman

 

Decenas de millones de personas padecen algún tipo de depresión y para muchas de ellas los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, como el Prozac, no son la solución. La depresión es una condición mucho más compleja de lo que a veces se piensa, y puede ser tratada con diversos mecanismos de acción farmacológica y psicoterapéutica.

La ketamina, la popular droga psicodélica recreacional, es una prometedora alternativa para tratar depresiones profundas que los fármacos de recaptación de serotonina no logran combatir. Diferentes farmacéuticas y clínicas empiezan a aplicar el "Special K" en pacientes desesperados que no están dispuestos a esperar 5 años a que se desarrolle y apruebe un nuevo fármaco que mimetice sus efectos de manera más segura --o no psicodélica. Según reporta el New York Times existen opiniones encontradas sobre este incipiente tratamiento  con ketamina, una sustancia conocida por ser usada como anestesia para animales.

Algunos psiquiatras advierten que la ketamina no ha sido estudiada lo suficiente y podría tener efectos colaterales, además de que existen algunos indicios de que sus efectos antidepresivos no son muy duraderos (aunque ciertamente superan el tiempo de acción de un antidepresivo como el Prozac, que debe tomarse diario). Sin embargo, algunos pacientes empiezan a compartir historias de cómo la ketamina los salvó del suicidio y cómo, a diferencia del Prozac o el Lexapro, la ketamina puede sacar a una persona de su depresión con una sola sesión, una diferencia significativa con los lentos procesos que caracterizan a los antidepresivos de la recaptación de serotonina --fármacos que suelen tener consecuencias negativas en la libido y en los procesos digestivos. Dennis Hartman, un hombre de 48 años de Seattle, cuenta al NY Times que él ya tenía una fecha de suicidio pero logró participar en un estudio piloto con ketamina; actualmente recibe una dosis cada 2 meses y no ha recaído luego de que su depresión había durado prácticamente toda su vida. Por el momento, algunos médicos administran ketamina, una sustancia genérica que un veterinario puede conseguir en unos cuantos dólares, a costos de cientos de dólares por sesión.

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La ketamina presenta un nuevo mecanismo de acción antidepresiva que actúa bloqueando los receptores de N-metil-D-aspartate los cuales interactúan con el neurotransmisor glutamato. Según el Dr. John H. Krystal, de la Universidad de Yale, la ketamina promueve una neurogénesis: "Conexiones sinápticas que nos ayudan a lidiar con el mundo vuelven a crecer". Krystal asegura que los efectos antidepresivos de la ketamina son reales y van más allá del "high" de la experiencia psicoactiva y la interpretación de la experiencia.

Una compañía llamada Naurex ha desarrollado un fármaco similiar a la ketamina, que no produce efectos psicótico-miméticos: GLYX-13. Esta sustancia parece ser efectiva en pruebas preliminares pero tendrá que esperar hasta 2019 para ser aprobada por la FDA en Estados Unidos. 

Algunos de los usuarios y médicos alternativos que ofrecen el tratamiento señalan que el cuestionamiento de la ketamina proviene de las farmacéuticas que no tienen ningún incentivo ya que la ketamina es una sustancia genérica, lo cual, por otro lado, es una amenaza para sus productos patentados.

La ketamina fue popularizada entre usuarios recreacionales luego de las experiencias en tanques de privación sensorial del psiquiatra y psiconauta John Lilly, inspiración de la película de Ken Russell, Estados Alterados. Lilly se inyectaba grandes cantidades de ketamina, a la que apodó "Vitamina K", para internarse en estados de conciencia alterada que por momentos le hicieron creer que llegaba al éxtasis cósmico descrito por el budismo y al centro mismo de aquello que programa a la mente humana. Subsecuentes usuarios hablarían de los "k holes",una referencia que hacía de la ketamina una sustancia vinculada con la oscuridad, la disociación y la introspección.

Si bien el Dr. Krystal afirma que lo antidepresivo de la ketamina no es lo psicodélico, el hecho de que signifique también un viaje psicodélico (aquello que manifiesta la mente) es un plus interesante para un paciente. Le pide y lo invita a que haga un viaje y a que experimente ese microcosmos del inframundo con su posterior resurgimiento que suelen tener codificadas las experiencias psicodélicas, a diferencia de los antidepresivos como el Prozac que suelen ser una letárgica meseta en la que una persona empieza a sentirse mejor sin darse cuenta bien del momento en el que esto ocurre, y no atraviesa por ese parto psíquico inherente al viaje de sanación. Esta parte psiconáutica o psicótica, según se quiera ver, es justo lo que incomoda de la ketamina a las farmacéuticas y la razón por la que se piensa que no podrá ser desarrollada en un medicamento comercialmente exitoso.

En las últimas décadas la serotonina ha sido el neurotransmisor más relevante en el tratamiento de la depresión e incluso de problemas digestivos. Algunas personas, sin embargo, se benefician a través de otros mecanismos de acción. Por ejemplo, la gabapentina --un fármaco que interactúa con el neurotransmisor GABA-- sirve como antidepresivo para algunas personas profundamente deprimidas, como es el caso del escritor Howard Bloom, quien logró superar el síndrome de fatiga crónica con esta sustancia. Otra interesante opción son los probióticos: estudios muestran que algunas bacterias benéficas pueden tener efectos positivos sobre el estado de ánimo de las personas. Es evidente que existen otros caminos para tratar esta compleja constelación psicopatológica. 

Por último, algo también no de desdeñarse es el exceso de tratamiento de la depresión --aunque hay que decir que, para algunas personas, tratar su depresión puede ser causa de vida o muerte. Nuestra sociedad tiende a suprimir el más leve síntoma con la más rápida pastilla, de esta forma impidiendo la posibilidad de que el síntoma se exprese y revele quizás un problema más profundo o simplemente un cauce en camino de resolverse por sí solo. Según el psicólogo James Hillman: "hasta que no obtiene lo que quiere, el alma nos enfermará". Hillman explica que nuestra cultura la teme a la depresión porque nos recuerda la muerte y ve como un pecado estar deprimido y sentirse, por lo que llama a no rechazar la depresión; al contrario, usarla para encontrar nuestro sentido trágico de la existencia y bucear en la profundidad donde se mueve el alma.

Esta visión de las enfermedades como comunicaciones del alma con una alta carga de información vital también se encuentra en la medicina grecoárabe, en la que se considera que las enfermedades son "las mensajeras de Dios". En el chamanismo, sólo aquel que ha logrado sortear y sanar de una enfermedad puede a su vez curar a los demás. Más allá de este entendimiento espiritual de la medicina, es probable que si siempre bloqueamos los síntomas sin buscar las causas estemos incubando enfermedades para el futuro, porque no hemos resuelto el problema original pero también porque la mayoría de los fármacos que usamos para combatir cosas como la depresión tienen fuertes efectos secundarios (este es el peligro de una medicina que separa cada parte del cuerpo y no trata al organismo de manera integral). A veces nuestra depresión se cura simplemente sintiéndola en toda su expresión y extensión, dejándola moverse y aceptando aquello que nos subsume en un estado de tristeza y melancolía --no luchando contra lo que nos hace "sentirnos mal" solamente porque estamos programados para evitar todo lo que nos duele.