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La fantasía ciudadana se volvió realidad durante una protesta en Ucrania en la que un diputado terminó arrojado a un gran contenedor de desperdicios

basParadójicamente, en muchas sociedades la llamada “clase política” ha adquirido una valoración negativa, de desprecio y repulsión. Paradójicamente porque, aunque en general la sociedad en su conjunto mira con desconfianza y menosprecio lo mismo al presidente de su país que al último de los funcionarios, a pesar de esto poco o nada se hace para revertir dicha situación y toda esa inconformidad se limita a la queja o las fantasías de cambio o defenestración.

No así en Ucrania, en donde desde hace varios meses se vive una situación crítica originada por las decisiones impopulares del expresidente Viktor Yanukovych, quien se separó del cargo a causa de las manifestaciones multitudinarias que sumieron al país en una guerra civil de facto que aún persiste.

En este contexto, el martes pasado un diputado ucraniano sintió en carne propia el descontento social luego de que, durante una manifestación en las afueras del Parlamento Nacional de Kiev, un grupo de personas lo tomó y, sin pensarlo dos veces, lo arrojó a un contenedor de basura.

Vitaly Zhuravsky, diputado por el grupo Desarrollo Económico, salió al exterior durante un receso de las sesiones y se vio asaltado por la multitud, la cual, al grito de “¡Gloria a Ucrania!” y “¡Culpable de derramar sangre!”, dictó veredicto y ejecutó la sentencia.

 

Según Zhuravsky, este ataque estuvo planeado por sus opositores, en especial por políticos asociados con el régimen de Yanukovych, quienes de acuerdo con una ley que podría entrar en vigor próximamente, estarían vetados de por vida del parlamento ucraniano. Zhuravsky fue uno de los artífices de esta “iniciativa de depuración”.

Sea como fuere, el acto es profundamente simbólico, sobre todo para sociedades enemistadas con sus dirigentes políticos.

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