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Un nuevo estudio muestra que los hongos "mágicos" activan una región del cerebro similar a la que se activa durante los sueños y tienen el efecto de "disolver el ego"

La imaginaria del reino fungi nos muestra la postal de un campo opalescente de contornos curvilíneos que se extiende entre la niebla. La ligereza se combina con la iridiscencia -- la conciencia flota por las nubes y suele haber un arcoíris, ya que el hongo "mágico" es, después de todo, producido por la lluvia--. En el reino fungi la existencia es más suave y enigmática; son las languidas pinceladas del sueño que  tiñe el cielo. El hongo, ese gran cetro religioso que predata a las religiones monoteístas por miles de años y que es uno de los emblemas del espíritu de la naturaleza que se comunica con los hombres, está indisociablemente ligado con el sueño, estética y simbólicamente. Y ahora está relación cobra una nueva dimensión, según un novedoso estudio científico que ha encontrado patrones cerebrales similares entre el sueño y el estado psicodélico de la psilocibina (el principio activo de los hongos alucinógenos).

En el experimento publicado en la revista Human Brain Mapping se analizó el cerebro de voluntarios a los que se les inyectó psilocibina en comparación a un grupo de control. Según los autores del estudio (científicos del Imperial College de Londres), se descubrió que "la psilocibina incrementa la amplitud (o volumen) en la actividad de regiones cerebrales que se activan comúnmente durante los sueños y forman parte del ancestral sistema emocional del cerebro", y que los hongos psicodélicos facilitan un estado de "conciencia 'expandida' --lo cual significa el nivel de asociaciones realizadas por el cerebro y la frecuencia con que ocurren durante el estado aumentado de las drogas".

La historia de la literatura está llena de metáforas que identifican los efectos de la sustancias psicoactivas: sueños de opio, sueños de hashish, sueños preclaros de hongos o de ayahuasca. Estas sustancias parecen desgarrar el velo que divide el mundo onírico de la realidad. Y esta intuición, que coincide en la profundidad de la psique con los descubrimientos recientes, parece estar basada en que durante estos estados se produce un flujo de imágenes que arrastran a la conciencia como un río que representa realidades. Lo que los científicos llaman "un sistema ancestral de emociones" y una facilidad para realizar asociaciones, claramente tiene un paralelo con el inconsciente colectivo y con los arquetipos de la psicología jungiana. Es este componente el que hace que los sueños de algunas sustancias psicodélicas no sólo muestren imágenes oníricas y escenas surrealistas sino que sean sueños significativos, sueños cargados de símbolos, sueños que hablan al alma.

Otro de los aspectos comúnmente asociados con la ingesta de drogas psicodélicas es la disolución del ego y el sentimiento oceánico o de comunión con la naturaleza. Algo similar parecen haber encontrado los investigadores: "Mientras que la actividad en el sistema emocional se volvió más alta, en el sistema egoico disminuyó", lo que produce "una disminución en la sensación de tener una personalidad firme y duradera"; el ser se vuelve flexible, fluido y multidimensional. Esto les permite sugerir que existe un potencial terapéutico en los hongos psicodélicos, al "desinhibir" el sistema emocional. 

Estudios recientes han demostrado que los beneficios de tomar hongos alucinógenos son duraderos y tienen varios usos terapéuticos y posiblemente medicinales. A la luz de la evidencia, como la ciencia juega, resulta increíble que sigan estando prohibidos y que las personas que los consumen puedan ser castigados. Apenas empezamos a entrar y entender desde la visión occidenta al esta dimensión numinosa de alto potencial curativo, de medicina integral: cuerpo y alma, que por milenios han sostenido los hongos y aquellas tradiciones en las cuales tienen un papel central, sacramental. Los hongos han sido vinculados con el soma védico, con los ritos de Eleusis y descritos como la carne de dios, "teonanácatl," por las culturas prehispánicas. Pensar que no tienen nada que enseñarnos --sin necesariamente ser un vehículo panacéico-- o que no tienen lugar en el mundo de la medicina moderna y el progreso tecnológico denota la más crasa soberbia. 

Twitter del autor: @alepholo