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En más de una ocasión el pintor afirmó que consumía carne humana, en especial de senos de mujer y glúteos, aserción que jamás se constató.

Diego-RiveraDiego Rivera era un excéntrico. Conocido por su persistencia en conquistar mujeres y echar mano de recursos sorpresivos para agradarlas, quizá una de las más desfachatadas de sus pericias fue la frase que el pintor le lanzara a Leonora Carrington en una fiesta para atraer su interés, documentado por Elena Poniatowska en su libro la Casa Azul:

Un mes después, Renato vuelve a llevarla a la Casa Azul y Leonora, cigarro en mano, para en seco a Diego cuando le dice que él come carne humana:

-Mire, Diego, no chingue, no soy una turista, soy inglesa e irlandesa.

–Y yo soy indio.

En otros registros se conoce que Rivera, en sus constantes viajes a Europa, afirmó que había comido carne humana, en especial de senos femeninos, y que era capaz de cocinar la carne de glúteos con un sabor a estofado. Lo cierto es que además de las declaraciones del pintor, no existe evidencia de que alguna vez lo haya hecho. Entre las parafernalias que rodean  la vidas de los artistas, quienes quizá en un intento por diferenciarse del resto, como un llamado auténtico a lo insólito,  respondiendo a una necesidad de incitar polémica, o en la búsqueda de mofarse del escándalo social, este y otros provocadores hábitos son plausibles.