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Las recientes investigaciones de la Dra. Patricia E. Molina han probado que el THC puede hacer retroceder el VIH en monos infectados, pero el gobierno de Estados Unidos no permite que este prometedor tratamiento se pruebe en humanos.

MEDICAL MARIJUANA 

Las recientes investigaciones de la Dra. Patricia E. Molina han probado que el THC puede hacer retroceder el VIH en monos infectados, pero el gobierno de Estados Unidos no permite que este prometedor tratamiento se pruebe en humanos.

El THC es uno de los 500 ingredientes activos de la marihuana, la cual sigue siendo una sustancia prohibida dentro de EE.UU. (y muchos otros países). Sin embargo, frente a la creciente evidencia de sus beneficios en el tratamiento de enfermedades como el alzheimer y la esclerosis múltiple, resulta cada vez más absurdo que siga siendo controlada. Parece broma, pero probar que una sustancia ilegal puede detener enfermedades mortales en humanos —sin ser probada en ellos— es imposible. En pocas palabras, la Dra. Molina ha encontrado la llave de una puerta que se niega a ser construida.

Para aquellos que conocen e investigan los efectos curativos de la marihuana, los resultados de Molina son demasiado importantes como para ser ignorados. El estudio en sí es simple, por 17 meses el equipo de la Dra. Molina administró altas concentraciones de THC en monos rhesus infectados de VIR (similar al VIH), esperando que la reacción de su sistema inmune frente a la acción del virus mejorara. Al final del tratamiento, un examen del tejido intestinal afectado reveló una considerable mejora. 

El THC trabaja apuntando a los receptores CB2 en el cerebro, los cuales se manifiestan en células conectadas con el sistema inmune. A diferencia de los receptores CB1, que responden a cualidades psicoactivas del THC, los receptores CB2 reaccionan a sus aspectos terapéuticos, reduciendo hinchazón y aliviando el dolor, entre otros beneficios. Durante la infección, el VIH se extiende rápidamente en el cuerpo y provoca la muerte de una parte significativa de las células en el intestino. Cuando se administra el THC y se activan los receptores CB2, los intestinos se reconstruyen, evitando que el virus destruya las paredes celulares y se filtre hacia otras partes.

El problema al que se enfrenta Molina ahora es que los protocolos científicos no permiten investigar los beneficios de sustancias ilícitas en humanos y, por lo mismo, los estudios no pueden ser financiados. Para poder investigar con marihuana en Estados Unidos, cualquier grupo requiere el aval del Departamento de Salud y Servicios Humanos (NIDA, por sus siglas en inglés), además de la aprobación de la DEA, lo cual hace que el número investigaciones autorizadas sea muy controlado.

Las investigaciones de Molina son sólo un eslabón más en una larga cadena de evidencias que demuestran la eficacia de la marihuana en el tratamiento de muchas afecciones médicas, sin embargo, una tras otra, las investigaciones son bloqueadas por los aparatos de Estado.

Este es un caso en que el absurdo pretende enredarlo todo en un nudo sin salida: el THC no se puede probar en humanos porque es una sustancia prohibida, y no interesa aprobar su utilización porque no se han probado sus beneficios. Parece muy probable que el problema de la prohibición responda a intereses políticos y económicos mucho más grandes, pero tarde o temprano los endebles argumentos contra la marihuana medicinal quedarán sepultados bajo la abrumadora ola de las evidencias.

[The Daily Beast]