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Si eres joven tal vez la política te sea indiferente (por eso no leerás esta nota, aunque quizá deberías)

Por: Javier Barros Del Villar - 08/25/2013

Luchar por transformar la realidad puede ser más que frustrante; sin embargo todo parece indicar que estamos ante la oportunidad de rediseñar el tablero de juego.

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Por momentos la realidad política y social se torna tan desesperanzadora que pareciera que lo mejor es, sencillamente, evadirse en otras esferas de pensamiento. Si bien este fenómeno, actualmente alimentado por jóvenes alrededor del mundo, resulta cuestionable, pues fácilmente podría pecar de comodino o frívolo, también es cierto que en ciertos casos se adopta esa actitud apelando a un simple instinto de supervivencia anímica.

Periódicamente nos encontramos con afiladas editoriales que con admirable precisión retórica, denuncian las tristes condiciones del escenario: el crimen como filosofía de vida, la injusticia como pulso perenne, las insaciables mafias empresariales, una clase política cada vez más negligente, corrupta, e inepta, etc. También vemos surgir efímeras movilizaciones sociales, algunas genuinas y otras manipuladas, que generalmente terminan por diluirse en una maraña de agendas que poco tienen que ver con su espíritu inicial. Están ahí los activistas, persistentes guerreros que adoptan una difícil trinchera, y desde ahí operan, voluntariosos, benéficos, pero pocas veces trascendentes. Y mientras todo esto sucede, esa abstracción que conocemos como ‘sistema’, prevalece, adapta su agenda a las particularidades del momento y, cada vez que es necesario, demuestra una imbatible solidez.

La apatía política, fenómeno popular en la actualidad juvenil, tiene diversos rostros. Una buena porción de esta actitud se debe, por ejemplo, a la inconciencia, la poca sensibilidad social, o la comodidad –de hecho me parece deplorable que en ciertos círculos se vierta más energía en vida nocturna, espectáculos musicales, o vasos de tequila, que en encarnar un cuerpo crítico e incentivar la evolución social. Pero también hay muchos jóvenes, me incluyó entre ellos, que alguna vez estuvieron relativamente politizados, y que con el tiempo (y el desencanto), se fueron volcando a otros intereses, eludiendo una realidad social que, a pesar de sus esfuerzos, permaneció inamovible.

Cabe destacar que esta segunda modalidad de apatía política, en algunos casos propositiva pero orientada a otros frentes, no excluye la sensibilidad ante el entorno. Por el contrario, habla de un sentimiento de impotencia ante el cual se opta por buscar otra ruta –con el ánimo de transformar conciencia en congruencia. Y así deciden apostar a promover discursos e ideas que, de acuerdo con su postura, pretenden un cambio “más profundo”: el desarrollo personal, el cuestionamiento de la realidad, la conciencia auto-referenciada, y las reflexiones místicas, entre otras. Aquí valdría la pena revisar un creciente fenómeno conocido como “activismo espiritual”, el cual si bien puede resultar, para algunos, un tanto ingenuo, no deja de ser un frente que manifiesta un afán genuino por rediseñar la situación.

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Parece que hoy estamos ante un momento propicio para revisar ambos cauces, la tradicional lucha y la ruta alternativa, con la intención de definir algo parecido a un punto medio, que sea más efectivo para lograr una transformación palpable del escenario. Por un lado, es importante reconocer que por más que te entregues a nociones eco-amigables, a la salud física y mental, a reflexiones psiconáuticas o a inspiraciones místicas, lo cierto es que hay una realidad convencional que permanece ahí, padeciendo los viejos vicios –quizá hoy con más dolor que nunca–. Y que ni el karma, el mantra o el holograma, son por sí solos, suficientes para rediseñar un entorno que requiere con urgencia que “algo” se active y le transforme.

Por otro lado, parece que las trincheras tradicionales que encaran este problema, están parcialmente condenadas a la virtual intrascendencia –llámese periodismo crítico, activismo, análisis académico, etc. Tal vez el problema es que dichos frentes no dejan de ser, a fin de cuentas, personajes nacidos en el mismo tablero de juego que aquellos grupos de poder que combaten. Y mientras se mantenga esta misma arena, me parece casi imposible que “algo” vaya a desplazar las agendas dominantes Mientras mantengamos nuestra lucha fundamentada en torno a los mismos paradigmas, eslabones estructurales de un tablero que hace tiempo dejó de estar en disputa, mientras nuestra visión siga dependiendo de conceptos como “izquierda”, “derecha”, “democracia”… me temo que el frustrante desfile mantendrá su siempre ‘renovada’ vigencia.

Frente a las distintas posiciones que abordan la necesidad de cambiar radicalmente la actualidad sociopolítica, y si bien lamentablemente parece que aún no llegamos a ese diseño idóneo para lograr el cometido, tenemos la certeza de existe una esperanzador inquietud abanderada por un considerable sector de la sociedad mundial, que busca materializarse en un consistente pulso evolutivo. Y como ya hemos mencionado alguna vez, quizá la mayor lección que nos convida el actual escenario es que la única posibilidad de rediseñar el presente, y por lo tanto el futuro (e incluso el pasado), es a través de la intención orquestada de la sociedad civil.

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El ansiado cambio que muchos advertimos como un fin deseado, no podrá construirse mediante una lucha en el tablero de juego tradicional. Pero si logramos transferir la movida a un nuevo tablero, un espacio en donde los viejos vicios políticos y corporativos tienen un mínimo margen de posible adaptación, entonces tal vez seremos emotivos testigos de lo que hasta hoy es solamente una bien intencionada abstracción: el cambio. 

Tal vez si la movilización, el periodismo, la crítica y el análisis, se concentrarán en migrar su lucha a un espacio radicalmente distinto (desafortunadamente no sé exactamente cual), libre de las viejas ataduras y favoreciendo inéditos paradigmas para manifestar los principios y valores que les mueven. Y si el activismo metafísico se esforzara por tatuar sus nuevas nociones en la realidad tangible y compartida, probablemente ambos causes podrían hacer del deseo hasta ahora utópico, un habitat cotidiano.

Además, creo que los grandes tesoros radican en lo micro. Por eso quizá apelaría a diminutas pero permanentes manifestaciones de civismo, de empatía y congruencia. Cada una de nuestras acciones, de nuestras palabras y pensamientos, goza de una naturaleza transformativa. Y más allá de visiones épicas, habrá un punto en que la suma de estas voluntades, de las nuestras, pesará lo suficiente para establecer una realidad distinta –solo espero que esto suceda pronto, pues las condiciones actuales en verdad son ya insostenibles. 

Twitter del autor: @ParadoxeParadis