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La suerte es un factor difícilmente contabilizable por la estadística. En una situación de indeterminación, sin embargo, podemos convocarla cubriendo los demás factores.

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En el 2006, diez conejitas de Playboy participaron en un curioso experimento: se les pidió que eligieran cinco acciones en la bolsa de valores e indicaran el curso de acción de movimientos bursátiles para obtener las mayores ganancias posibles. La idea de la compañía organizadora, Tradingmarkets, era mostrar lo difícil que puede ser invertir y manejar flujos en Wall Street a través del índice de Standard & Poor's 500, un indicador bursátil que menos de un tercio de profesionales son capaces de vencer. El resultado fue sumamente inesperado.

La conejita del mes de mayo del 98, Deanna Brooks, eligió acciones que sobrepasaron los 43.4 puntos porcentuales, derrotando por amplio margen al índice S&P 500, que obtuvo 13.6%, y haciendo polvo también a más del 90% de profesionales que cada día tratan de mejorar los rendimientos que les dicta el indicador.

Pero Deanna Brooks no fue la única conejita que, además de belleza, mostró talento para las inversiones de bolsa; cuatro de las 10 conejitas del experimento tuvieron retornos de inversión mejores que los prescritos por el S&P 500, algo que menos de un tercio de los brokers de Wall Street consiguen en un día normal.

La explicación de este fenómeno es nada menos que la suerte.  

Invertir en la bolsa de valores, como muchas otras actividades, requiere conocimiento, preparación y motivación, pero existen elementos contextuales y contingentes de los cuales no podemos hacernos responsables --que en Wall Street pueden ejemplificarse por los movimientos bruscos de los indicadores, provocados por eventos en la geopolítica mundial, fenómenos naturales, y variables que nadie es del todo capaz de predecir.

La suerte es un fenómeno perceptual donde recibimos un beneficio inesperado en una situación de indeterminación. Podemos seguir el movimiento en retrospectiva, del efecto hacia la causa; pero el movimiento contrario (cómo provocar una causa), en situación de indeterminación --como en Wall Street-- es mucho más difícil: estamos en el terreno de la predicción. ¿Cómo hacer, pues, predicciones efectivas, o relativamente confiables?

En términos estadísticos, cuando un resultado puede provenir de factores no-contingentes como la habilidad o el conocimiento, podemos basarnos en evidencia (ej. Una receta de cocina.) Pero cuando el resultado es producido por factores para los que no tenemos evidencia, la apuesta racional se inclina por la estadística (ej. 1 de 3 posibilidades de ganar al jugar piedra-papel-tijeras, 1 en 7 mil millones de ser mordido por un tiburón, etc.)

Pero la suerte, como factor perceptual y discreto, no puede contabilizarse en esta ecuación. Es por eso que estamos inclinados a pensar que las conejitas de Playboy tuvieron suerte en la bolsa de valores por la única razón que queda: porque tienen cuatro patas de conejo.

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