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Estudio revela cómo es que aprendemos ciertas conductas y la forma en que pueden ser reconfiguradas para beneficios terapéuticos.

La herencia musical que nos legaron nuestros padres está íntimamente ligada a nuestros gustos musicales de la actualidad. Quizá, en su totalidad, la balanza se incline por tal o cual género, pero si analizamos un tracklist que nos haga sentir nostalgia y, al mismo tiempo, cierta renovación espiritual, de algún modo estará conectado con las preferencias de nuestros padres o, inconscientemente, con aquella música que escuchamos constantemente durante nuestra infancia.

Para conocer más a fondo el funcionamiento de este mecanismo mental, la especialista en neurociencia Eun-Jin Yang decidió romper, a través de la música e inhibidores cerebrales, los condicionamientos y barreras mentales para implantar nuevos gustos y nuevas conductas.

Para ello se realizó un estudio, publicado en Procedimientos de la Academia Nacional de las Ciencias de los Estados Unidos de Norteamérica, en el que a un grupo de ratones se le condicionó para que no hallaran lugares aptos para anidar. Se realizaron 2 grupos: uno de ratones jóvenes y otro de ratones adultos. Ambos fueron expuestos durante un tiempo definido a la música de Beethoven y al melodioso Bossa Nova de Antonio Carlos Jobim. Tiempo después de haber estado inmersos en estas armonías, el grupo de ratones jóvenes anidaron en lugares donde la sonoridad estaba presente mientras que los ratones adultos se inclinaron por lugares silenciosos y tranquilos. Para Yang, estos resultados se ajustan a la teoría de que en los primeros años de vida existe un periodo en el que nuestro cerebro es capaz de ajustarse al ambiente musical en el que interactuamos. Después de estas pruebas, los ratones adultos fueron administrados con ácido valproico, reportando, posteriormente, afinidad por la música del compositor brasileño y por la música del genio de Bonn.

Lo anterior demuestra que el córtex visual primario puede adquirir flexibilidad nuevamente gracias a inhibidores de histona desacetilasa, compuestos que impiden que ciertos genes se expresen en conductas específicas. Uno de estos compuestos comúnmente usado para tal fin es el ácido valproico, que figura como un prometedor tratamiento para las personas con Alzheimer.

Los resultados plantean más preguntas sobre el desarrollo cerebral de los mamíferos y suponen un umbral para el estudio de los condicionamientos conductuales. Sin embargo, este no reveló con precisión si el timbre, el ritmo, la frecuencia, la modulación, o la combinación de los mismos, son necesarios para que resulte eficiente en ratones y si todos los elementos de la composición musical funcionan de igual forma en el ser humano.

Al ahondar en el cerebro de los roedores, las áreas que se ven afectadas por los elementos musicales pueden ser identificados e incluso aislados, por lo que pueden ser de gran ayuda en tratamientos psicológicos, ya que al hackear los condicionamientos y la rigidez mental, existe la posibilidad de reabrir la plasticidad cerebral y reconfigurarla con fines terapéuticos.

[Wired]