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A través de estimulación magnética, científicos logran desactivar la zona que controla el llamado "sesgo optimista", mismo que explica por qué pensamos que lo malo sólo puede sucederle a los demás.

De manera instintiva, el cerebro posee un mecanismo de defensa que evade los aspectos negativos de la vida, lo que lleva al ser humano a comportarse de manera optimista para hacer frente a alguna adversidad. Los científicos llaman a este fenómeno “sesgo optimista”. Enfermedades, accidentes, entre otros infortunios engendrados por el azar, son hechos considerados improbables o lejanos; incluso los seres humanos hacemos alarde de nuestra inteligencia, pero nuestras acciones dictan todo lo contrario: no utilizamos el cinturón de seguridad, tramitamos hipotecas o créditos bancarios con intereses altísimos. 

El llamado sesgo optimista se puede evidenciar realizando sencillas preguntas. Si a alguien se le cuestiona qué probabilidades tiene de desarrollar cáncer, la mayoría responderá que muy bajas.

El equipo de Tali Sharot, del Instituto de Neurología de la escuela universitaria de Londres, investiga este fenómeno que, suponen, se gesta en la circunvolución frontal inferior del hemisferio izquierdo, un área del encéfalo que mitiga las malas noticias.

Para comprobar esta hipótesis, el equipo de Sharot ha llevado a cabo un experimento que consiste en desactivar esta región cerebral a través de estimulación magnética transcraneal. Para ello, reunieron a 30 voluntarios a los que se les pidió estimar la posibilidad de sufrir 40 “episodios vitales adversos”, como desarrollar cáncer, alzhéimer o ser víctima de un robo.

El experimento consistió en que los voluntarios tenían que pensar en un episodio vital adverso antes de la estimulación magnética, informarles sobre datos reales sobre ese episodio y volverles a pedir que elaboraran un episodio vital adverso durante la estimulación cerebral; a unos voluntarios se les estimuló la circunvolución frontal inferior del hemisferio derecho, a otros la del izquierdo y al tercer grupo una zona de control, todo, sin que los voluntarios supiesen la parte que se les estaba estimulando.

Los resultados mostraron que los voluntarios que recibieron estimulación en la circunvolución frontal inferior izquierdo, el sesgo de optimismo se esfumaba, es decir, mostraron ser más realistas sobre su percepción de malas noticias. En cambio, aquellos que recibieron el estímulo en la región derecha se mostraron tan optimistas como siempre.

El estudio sugiere que esta zona cerebral juega un papel importante en infravalorar, o evitar, malas noticias que alteren nuestros puntos de vista. Sin embargo, los autores insisten en que el experimento no asegura que desactivar esta zona cerebral nos haga tomar mejores decisiones.

El optimismo ha ayudado al ser humano a evolucionar e innovar como especie, pero un exceso de este se traduce en una extinción rápida de aquellas personas que practican snowboard en pendientes que casi les aseguran la muerte.

 Para los psicólogos, el optimismo desmesurado del ser humano se refleja en la falta de prevención de catástrofes naturales, hipotecas o en el fenómeno llamado “burbuja inmobiliaria”, por lo que saber manejar esta limitación de nuestro cerebro es fundamental para una vida con menos complicaciones. 

[La Información]