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En algún lugar de Okayama, Japón, este lugar brilló por su exótica decoración y por sus radiantes colores. Ahora, sólo quedan los restos de un club de bailarinas exóticas en el que miles de hombres pasaron largas noches de alcohol, sexo y tabaco rodeados de hermosas mujeres orientales de estilizada figura. La clandestinidad del lugar es obvia: una pequeña e improvisada construcción a las orillas de un paraje invadido por la maleza y por la yerba seca.