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Grabado de una vagina pudiera ser la expresión artística más antigua: 38 mil años

Por: Luis Alberto Hara - 05/20/2012

Con una edad de 38 mil años, una vulva tallada en piedra y localizada en la Cueva de Chauvet, al sur de Francia, podría ser el ejemplo más antiguo de la habilidad artística desarrollada por el ser humano.

La capacidad de reproducir algún aspecto de nuestro entorno con fines recreacionales, reflexivos, de goce gratuito, es quizá una de las más humanas por excelencia, una que con el refinamiento de técnicas desarrollado en la historia, dio lugar a lo que hemos conocido convencionalmente como arte. En este sentido, ateniéndonos únicamente a esa intención estética, podría decirse que hay tanto arte en las pinturas rupestres como en la Mona Lisa o el impresionismo de Degas.

¿Pero cuándo realmente surgió la voluntad artística? Parece que es imposible saberlo, peor un grupo de arqueólogos de distintas universidades que han dedicado varios años a estudiar la Cueva de Chauvet, en el sur de Francia, asegura que una vulva tallada en una de las paredes del recinto podría ser la obra de arte más antigua hasta ahora salida de las manos de un ser humano.

La Cueva de Chauvet es importante en los estudios sobre nuestros antepasados porque luego de su descubrimiento, en 1994, cambió radicalmente las ideas que se tenían sobre la colonización europea del Homo sapiens y, en especial, sobre el desarrollo de sus habilidades artísticas. Hasta entonces ―cuando solo se conocían las cavernas de Lascaux y Altamira― se creía que el arte había comenzado a ejercerse en suelo europeo, pero Chauvet vino a revelar que ya nuestros antepasados africanos tenían nociones al respecto.

Ahora este sitio vuelve a sorprender a los especialistas por el descubrimiento de un grabado en piedra que, según los arqueólogos involucrados en la investigación, imita a la genitalia femenina, una vulva evidente que podría tener entre 36 mil y 37 mil años de antigüedad.

Y si bien algunos difieren de lo que en verdad representa la figura (Harold Dibble, por ejemplo, arqueólogo de la Universidad de Pennsylvania), la constante aparición de símbolos similares hace pensar en una “iconografía compartida” que hacía las veces de señas de identidad entre varios grupos humanos.