Retiran estatua del "Che" Guevara y Fidel Castro instalada en parque de CDMX
Sociedad
Por: Luis Guillermo Perez - 07/17/2025
Por: Luis Guillermo Perez - 07/17/2025
Después de siete años, la estatua del “Che” Guevara y de Fidel Castro que conmemoraba el momento en que se conocieron en la colonia Tabacalera de la ciudad de México fue retirada.
Seguramente la viste en el jardín detrás del Museo Nacional de San Carlos, innovadora y disruptiva, evocándote algún recuerdo o deseo de algún día pasear por las calles de La Habana, sobre el Paseo del Prado de Martí o quizás hasta te tomaste fotos junto a alguna persona especial con la que hace tiempo no hablas más. Sin embargo, la alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega argumenta que las esculturas fueron colocadas por el morenista Ricardo Monreal sin observar los tramites necesarios cuando fue jefe delegacional de la demarcación.

Sin embargo, sabemos que en el fondo, la verdad es otra. La diferencia de puntos de vista, de discursos y de convicciones políticas es lo que se encuentra detrás de la decisión de remover a dos de los símbolos más icónicos de la Revolución en América Latina.
Esto, irremediablemente nos remite a octubre del dos mil veinte, cuando en plena pandemia y al abrigo de la clandestinidad, el gobierno de Claudia Sheinbaum, entonces Jefa de gobierno de la ciudad, retiró el monumento a Cristobal Colón del Paseo de la Reforma. ¿Las razones? Las mismas: diferencias de puntos de vista, de criterios y de convicciones políticas.

Lo cual nos invita a reflexionar: ¿cuál es el criterio para elevar distintas piezas para el embellecimiento de los pueblos y ciudades? ¿Es la importancia de las acciones lo que cuenta para permitir erigir una escultura, un monumento? ¿O basta con congraciarse con el gobernante en turno? ¿Es correcto aplicar a la estética principios relativistas?

Era esta una practica común en las guerras de la antigüedad, entrar a la ciudad conquistada y quemarla hasta sus cimientos, lo hicieron los griegos en Troya y nuevamente los romanos en Cartago. Pero en algún momento, dicha práctica cesó, como cuando los cruzados entraron a Jerusalen y respetaron la Cúpula de la Roca, o cuando las fuerzas de Mehmet II se deslumbraron con la imponente arquitectura de Hagia Sofia, que sigue en pie y hasta las huestes del pintor austriaco se abstuvieron de derribar con explosivos la Torre Eiffel.
Es en tales circunstancias que podemos plantearnos la pregunta, ¿en realidad nuestras ideas y nuestros valores son superiores a los demás, como para intentar borrar su huella de las calles? ¿Es lícito retirar los elementos ornamentales que alguna vez embellecieron nuestras calles so pretexto de que “ya no van con mi manera de ver las cosas”?

¿Será conveniente seguir esa ruta? Como quien busca callar un vergonzoso secreto con la esperanza de que si nadie lo ve, dejarán de hablar de él y eventualmente podrán olvidarlo. Si seguimos así, ¿quien sabe? Quizás algún día terminemos viendo solo bancas vacías.
