La rave que inspiró "Sueño Stereo": el viaje de Soda Stereo al corazón electrónico de Londres
Arte
Por: Carolina De La Torre - 06/24/2025
Por: Carolina De La Torre - 06/24/2025
La nostalgia no siempre llega con polvo de vitrina. A veces se manifiesta como un loop de bajos en el pecho, un tren nocturno de regreso a casa o una rave que no termina nunca, ni siquiera después de 30 años.
El periodista y crítico de rock Pablo Schanton recuerda la primavera del '95 en Londres, cuando acompañó a Soda Stereo durante la grabación de lo que sería su último disco de estudio. En ese momento no sabía cómo iba a sonar Sueño Stereo. Pero con los años —y quizás también con las madrugadas— entendió que esa ciudad, esa atmósfera, ese vértigo electrónico, no solo acompañó la grabación del disco, sino que la atravesó con el pulso invisible de lo real: todo lo vivido, lo dicho, lo bailado y lo perdido en la oscuridad terminó sonando ahí.
En su testimonio, Schanton narra una escena como de película: él, Gustavo Cerati, Cecilia Amenábar y una amiga chilena yendo al UK Tribal Gathering —una fiesta electrónica fundacional, proto-Creamfields— atravesando trenes, campos y subterráneos. Una procesión pagana hacia el corazón del beat. El parque Otmoor, al llegar, era un hervidero de cuerpos en estado de trance. Había instrucciones impresas para tomar MDMA sin morir en el intento. Un puesto para analizar pastillas. Farmacéuticos psicodélicos para contenerte si badtripeabas. La fiesta como rito, como viaje astral colectivo.
Y en medio de esa neblina fluorescente, bailaban al ritmo de Orbital, mientras los láseres convertían el cielo en una red líquida de arcoíris. Una escena que podría estar musicalizada por el track “Night Bus” de Burial, pero que sucedía una década antes. A esas alturas, ya no sabían bien dónde estaba Zeta ni Charly, a quien se rumoraba habían visto con Lady Miss Kier de Deee-Lite.
Pasada la medianoche, derrotados y aún palpitando, emprendieron el retorno en autobuses con raveros desmayados, sumidos en esa sensación flotante y cruda del after. Esa misma madrugada, Schanton regresó a su hotel victoriano, se hizo un té, encendió la televisión —justo pasaban Tommy— y se puso a escuchar Neu! 75, disco que había comprado el día anterior junto a Cerati en Rough Trade, donde también le habló del “motorik” y la línea directa entre Neu!, Kraftwerk y Stereolab.
Fue en esos momentos, dice, donde Cerati empezó a hilar la genealogía que conectaba la electrónica alemana con el pop espacial británico. Entendió de dónde venían los Stereolab. Entendió también que había algo en esa línea estética —melódica y conceptual— que dialogaba con la evolución sonora de Soda.
Schanton confiesa que no sabía aún qué sería Sueño Stereo, pero con el tiempo reconoció que esa vivencia en Londres lo atravesó todo: el frenesí electrónico, la fascinación por el brit-pop y sus múltiples capas emocionales, el coqueteo con la psicodelia, la beatlemanía redescubierta, los acordes de Boo Radleys, el glam-soul de Bernard Butler y David McAlmont, las cuerdas que estallan en “Yes” y la forma en que eso reverbera en “Ella usó mi cabeza como un revólver”.
Así, Sueño Stereo no fue solo un disco grabado en Londres. Fue Londres convertido en sueño. Una cápsula sonora que encapsula no solo un tiempo y un lugar, sino una forma de estar en el mundo: en tránsito, en fiesta, en despedida.
Y tal vez, como todo lo verdaderamente mágico, no se entienda del todo en el momento. Hace falta distancia. Hace falta vivir.
Porque a veces, los discos también sueñan con nosotros.