Jacarandas: el violeta que florece en el alma de la Ciudad de México
Ecosistemas
Por: Carolina De La Torre - 04/13/2025
Por: Carolina De La Torre - 04/13/2025
Las jacarandas, con sus flores que brotan en un estallido violeta como si fueran susurros del cielo, marcan cada año el inicio de la primavera en la Ciudad de México. Son mucho más que una postal urbana: son un símbolo de memoria colectiva, de estación y de arraigo. Pero, ¿cuál es su origen? ¿Por qué se convirtieron en el alma floral de la capital?
Corría el año de 1930 cuando el presidente Pascual Ortiz Rubio, al haber sido cautivado por la visión de los cerezos adornando las avenidas de Washington, decidió que ese mismo esplendor de flores debía llegar a la Ciudad de México. Para hacer realidad su visión, el gobierno mexicano se dirigió a Tatsugoro Matsumoto, un jardinero japonés que,desde finales del siglo XIX se había ganado la confianza del país por su experiencia con las plantas y el embellecimiento de los paisajes. Matsumoto, tras examinar la situación, explicó que el clima de la capital no era adecuado para los cerezos, ya que los inviernos suaves no permitirían que florecieran como lo hacen en Japón. El deseo del presidente de contemplar el hanami, la tradición japonesa de admirar los cerezos en flor, quedaba fuera de alcance.
En su lugar, Matsumoto propuso otra opción: las jacarandas, un árbol cuyas flores moradas, aunque distintas a los cerezos, ofrecerían un despliegue de color igualmente impresionante durante la primavera.
Aunque ya en ocasiones anteriores Matsumoto había sugerido esta especie para embellecer la ciudad, fue luego de la Revolución, cuando el país atravesaba por dificultades económicas, que su propuesta finalmente fue considerada. Los detalles sobre la solicitud del presidente y su ejecución permanecen inciertos, pero lo cierto es que, con el paso del tiempo, las jacarandas se han convertido en una presencia esencial en las calles de la capital.
Su estampa violeta se ha vuelto emblema de la capital. Pero su valor va más allá de lo visual: las jacarandas representan resistencia y transformación. Han sobrevivido a la expansión urbana, la contaminación y las sequías, y su florecimiento anual simboliza la renovación constante.
En la cultura mexicana, las flores caídas evocan tanto el renacer como la despedida. Las jacarandas, al florecer brevemente y desprenderse, nos recuerdan la belleza de lo efímero, la vida en ciclos y el poder de la naturaleza para conmovernos incluso entre el concreto.
Más allá de su belleza, las jacarandas ofrecen servicios ambientales vitales: sus hojas filtran contaminantes del aire y sus copas brindan sombra, moderando las temperaturas urbanas. En tiempos de crisis climática, su presencia es un acto de resistencia natural.
Su color violeta contrasta con el gris urbano, creando espacios de calma y contemplación. Invitan a mirar hacia arriba, a detenerse un instante y a reconectar con lo esencial.
Hoy, las jacarandas son parte del ADN visual de la Ciudad de México. Su color se ha convertido en un símbolo generacional que une recuerdos, rutas y emociones. Ya no son solo un elemento ornamental, sino un símbolo cultural.
La jacaranda es una metáfora de la ciudad misma: efímera pero eterna. Florece entre el caos, respira entre la prisa, y se convierte en una pausa poética para quienes, por un segundo, se atreven a mirar al cielo.
@abflorey Jacarandas en CDMX #cdmx ♬ sueña lindo, corazón - Macario Martínez
Tras jacarandas ardientes
el sol se esconde travieso
para robarles su incendio.
Así despierta mi calle,
con jacarandas al fondo,
el horizonte amarillo.
y el tráfico detenido.
Su semáforo es el cielo
repleto de jacarandas.
Con su fuego tan florido
y a punto de desprenderse
es mil llamas en el viento
y mil llamas en el piso.
Mil llamas en los ojos
y mil más en la memoria.
Su incendio cumple un destino:
dura poco y dura siempre.
«Dicen las jacarandas», Alberto Ruy Sánchez (2019)