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Vivimos en un mundo repleto de inteligencias no humanas que tienen mucho que decirnos

Ciencia

Por: Luis Alberto Hara - 12/03/2024

En un libro fascinante, James Bridle hace patente las diversas formas de inteligencia con las que convivimos

En su obra Modos de existir. Más allá de la inteligencia humana (2024), James Bridle explora las conexiones entre diversas formas de inteligencia, desde las biológicas hasta las artificiales, subrayando cómo estas relaciones están mediadas por una solidaridad que puede ser crucial para enfrentar la emergencia climática. Este enfoque nos invita a reconsiderar nuestras formas de entender y dialogar con el mundo que nos rodea.

Bridle apunta, en una entrevista con el sitio Ethic, a un problema medular: la desconexión de los seres humanos modernos con la biosfera. Este alejamiento, resultado de siglos de imperialismo, industrialización y una visión mecanicista del mundo, ha llevado a una crisis ambiental sin precedentes. Sin embargo, el autor enfatiza que todo lo que nos rodea está vivo, activo y formando parte de un todo interconectado. Como afirma Alan Watts, citado por Bridle: "Nosotros no ‘venimos’ a este mundo; salimos de él, como las hojas de un árbol". Reconocer esto es esencial para redefinir nuestra relación con otras formas de vida.

Una de las ideas más provocadoras de Bridle es que la inteligencia no es un sustantivo, sino un verbo: algo que ocurre en relación con otros seres y con el entorno. Este concepto desafía la visión jerárquica que muchas veces aplicamos al comparar diferentes formas de inteligencia. Según Bridle, ni las plantas, ni los animales, ni los humanos poseen una "superioridad" cognitiva; simplemente, despliegan estrategias distintas para habitar el mundo. La noción de "relevancia ecológica", por ejemplo, muestra cómo las plantas responden a estímulos específicos de su entorno, como el ataque de insectos, con reacciones químicas precisas, una forma de "inteligencia" que hasta ahora apenas comenzamos a comprender.

Lo más interesante es que estas interacciones no son excepcionales ni están restringidas a contextos especializados: "Nos comunicamos con inteligencias no humanas todos los días", asegura Bridle, ya sea a través del cuidado de una mascota, la interacción con árboles o incluso los usos tecnológicos, como sensores colocados en mejillones para detectar contaminantes en el agua. La clave está en aprender a escuchar y reconocer estas formas de comunicación.

Este diálogo con otras inteligencias, argumenta Bridle, no es solo una curiosidad, sino una necesidad ética y práctica en un mundo amenazado por el cambio climático. Si entendemos la inteligencia como algo relacional, surge la pregunta de cómo asegurar que esta sea utilizada éticamente, tanto en formas artificiales como naturales. La ética, recuerda Bridle, no es una fórmula estática, sino un conjunto de decisiones sobre cómo queremos vivir y relacionarnos con los demás seres del planeta. Como él mismo señala: "La mayor parte de la inteligencia no humana nos resulta oscura porque es tan diferente a la forma en que la hacemos que nos resulta difícil verla".