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¿Por qué el filósofo y crítico literario George Steiner es considerado un trágico, un amante de la vida, un creador, un indefinido y quizá el último pensador humanista? ¿Qué nos ofrece con este ejercicio autobiográfico, traducido al español por Editorial Siruela?

George Steiner nunca fue un retórico, un apologeta o un catecúmeno de la esperanza, sino un profeta trágico que clamó desde dentro de la filosofía y la cultura. Posiblemente el último humanista, como señala el escritor Rafael Narbona, el último creyente en una ternura que se reconoce mal atribuyéndola a una especie, cuando es la apertura de cada uno.

No fue un humanista a la manera de Sartre, un teórico de la existencia en tanto elección libre y no esencial, sino un lenguaje humano desde el fondo melancólico del descreimiento, que se atrevió a hablar sobre el fracaso de la cultura para trasmitir el dolor, y de la razón para salvar al mundo. Semejante al reconocimiento de Nietzsche de la incapacidad de la filosofía postsocrática para viabilizar la experimentación de los sentidos y las emociones, Steiner vio en la razón ilustrada una prolongación del fraude de un destino manifiesto, un disfrazar que pide deshilvanar la consciencia, desde un grito calmo en el horizonte como luz trasversal.

Cada ser humano es un milagro irrepetible, nunca un sujeto del porvenir o del progreso. La cultura es según Steiner solo ese sitio para nuestro nacimiento y nuestra muerte, un examen personal entre desvanecimientos e incorporaciones, y no una realización debida.

Gracias a Editorial Siruela, dentro de su colección El Ojo del Tiempo, podemos leer el libro más personal de Steiner, Errata, El examen de una vida. Traducido por Catalina Martínez Muñoz, nos ofrece la terneza y el requiebro simplísimos de una iluminación.

 

 

Una obra plena del estilo incisivo de ese magnífico autoconfesor que fue Steiner, increíblemente inteligente como para no sumar, secuenciar o explicar sus experiencias, abriéndose con ellas sin recurrir a su amor por la literatura y la música como consuelo, solo estando ahí como la materia, el cuerpo, la psique de un espíritu que no necesita saber a dónde va, sino qué y qué no ha dejado de ser. Experiencias como su formación trilingüe en inglés, francés y alemán, la educación recibida de su padre, su paso por la Universidad de Chicago en la década de los cuarenta, sus encuentros con el Judaísmo, la vida docente y el proceso que implica escribir.

Steiner se permite poner esa luz que cubre su vida también sobre Homero, Shakespeare y Racine, sus maestros en la escritura y en la crítica cultural y de la democracia, recurriendo a su propia persona en Errata, El examen de una vida, tocada por estas voces del pasado, como extensión somática de lo que han hecho la religión, la ciencia, el racionalismo y el ateísmo.

Este libro insiste de manera implícita que no deben ni tampoco pueden resolverse las paradojas y las indefiniciones buscando una respuesta conjunta. Lo posible es sensorializarse, emocionarse y desagarrarse con ellas, ser a la vez la vida de la humanidad, que no es un resumen de cada ser humano, y Steiner o el nombre con el que venimos al mundo, no adherido a cada quien, siendo solo la primera palabra subjetiva que retrasa la fusión con el vacío, la felicidad y el dolor, una trayectoria no hacia adelante, sino que exige un sobrevuelo en la inmensidad.

En Pijama Surf estamos seguros de que les encantará conocer o reencontrar a Steiner a través de la versión de Editorial Siruela de Errata, El examen de una vida:

Una vez que un hombre o una mujer jóvenes son expuestos al virus de lo absoluto, una vez que ven, oyen, huelen, la fiebre en quienes persiguen la verdad desinteresadamente, algo de su resplandor permanecerá con ellos. Para el resto de sus vidas y a lo largo de sus trayectorias profesionales, acaso absolutamente normales o mediocres, estos hombres y estas mujeres estarán equipados con un salvavidas contra el vacío.

…esa es la cuestión. Llamar la atención de un estudiante hacia aquello que, en un principio, sobrepasa su entendimiento, pero cuya estatura y fascinación le obligan a persistir en el intento. La simplificación, la búsqueda del equilibrio, la moderación hoy predominantes en casi toda la educación privilegiada son mortales. Menoscaban de un modo fatal las capacidades desconocidas en nosotros mismos. Los ataques al así llamado elitismo enmascaran una vulgar condescendencia: hacia todos aquellos a priori juzgado incapaces de cosas mejores. Tanto el pensamiento como el amor nos exigen demasiado. Nos humillan. Pero la humillación, incluso la desesperación ante la dificultad –uno se pasa la noche sudando y no consigue resolver la ecuación, descifrar la frase en griego– pueden desvanecerse con la salida del sol. Durante los dos años que pasé en Chicago, uno como estudiante, otro como posgraduado, las mañanas eran pródigas.

 

Imagen: George Steiner, El Español.